Tinieblas [pasajeros #3]

Capítulo 27

Owen no sintió el temblor, pero todo a su alrededor comenzó a moverse de forma caótica. Su mano seguía manteniendo la pistola firme frente a las discípulas de Pandora, y aunque eso significaba que el caos iba a dar comienzo, muchos de los clientes del local no quisieron salir de éste para huir. La mayoría se refugió bajo las mesas y esperó a que lo mejor sucediera.

—¿Owen? —Allori también se había levantado de su silla y miraba con determinación a la docena de mujeres psicópatas que habían aparecido de la nada—. ¿Por qué no atacan?

Las mujeres de piel gris, con la ropa sucia y descuidada, el cabello largo, sucio y lleno de tierra o polvo, se quedaron inmóviles. Respiraban con mucha rapidez, como si hubieran estado corriendo por kilómetros y kilómetros, y se detuvieron a unos cuantos metros de la mesa donde Owen, Allori y Chase aguardaban. El último de éstos seguía asustado, con ambas manos sobre el teclado de su computadora, y esperaba el momento en el que el fuego diera inicio.

—Están esperando algo… —musitó Owen, sin entender.

—¡Salgan, salgan! —a Allori no le interesó que en medio del local hubiera doce cuerpos extraños a punto de iniciar el ataque, ella se dirigió a toda la clientela del lugar para sacarlos de ahí antes de que alguien pudiera salir herido.

Todos obedecieron a sus gritos, y con prisa, salieron del café. Muchos dirigían la mirada hacia las extrañas visitantes que habían invadido el lugar.

—¿Qué quieren? —susurró Owen, una vez que el local estaba vacío, a excepción de ellos tres y las discípulas de Pandora. 

—Tenemos un mensaje para ti —siseó la primer mujer.

—Demonios —masculló Chase, soltando su computadora y reclinando un poco la silla hacia atrás.

—No recuerdo haber dejado encendido el contestador de la casa —le espetó Owen mientras metía la mano a su pantalón y sacaba una segunda pistola. Aquello estaba a punto de ponerse bueno en verdad.

—Owen, Owen, querido Owen —ya no era la voz de una de las discípulas de Pandora, sino de Pandora en sí. Se estaba comunicando a través de sus sirvientes—. Espero que hayas disfrutado tu vida. Porque hasta aquí llegó.

—Owen, amigo, creo que quieren matarnos —musitó Chase, poniéndose de pie.

—¿Ah, sí? —sonrió Owen—. Pues te tengo una buena noticia.

Las discípulas afilaron sus uñas y comenzaron a caminar hacia el grupo de Owen. Estaban preparadas para atacar.

—¿Qué noticia podría ser buena en un momento como este? —soltó Chase mientras sacaba una pistola de su pantalón.

Owen volvió a sonreír.

—No están en la Isla… ellas sí pueden morir.

Sin añadir ni una sola palabra, Owen disparó la primer bala en el momento justo en el que una de las discípulas de Pandora daba un brinco hacia él. El impacto del disparo golpeó a la mujer en el rostro, y ella cayó sobre una mesa que se partió al instante. Después, no volvió a levantarse. 

—¡A rodar! —gritó Owen.

Las once discípulas que quedaban iniciaron el ataque, dando un brinco aquí y un brinco allá, que Owen tuvo que descargar ambos cargadores de sus armas en cuestión de segundos. Los disparos dieron en algunas ventanas, así como en las mesas y sillas que había al frente. Sólo dos o tres de sus atacantes cayeron inertes al suelo. En cuanto llegaron a donde Owen estaba, éste se tiró al suelo, junto con Allori, para evitar que algún zarpazo los alcanzara.

Chase no tuvo tanta suerte, ya que en ese instante, una de las discípulas se abalanzó sobre él, y ambos cayeron al suelo. Por fortuna, Allori alcanzó a disparar un tiro limpio contra su atacante, liberando al novato de su contrincante en cuestión de segundos.

—¡Estamos mejor afuera! —graznó Chase.

—¡Deja pedimos la cuenta! —exclamó Owen, rodando por el suelo, tomando un cargador extra y colocándolo en su arma—. Ya está

Se levantó detrás de la barra donde muchos colocaban sus platos, y después de brincarla, se refugió tras un par de carritos de vasos sucios. Dos discípulas lo esperaban, gateando por los suelos con rapidez. Disparó dos veces, y después de eliminarlas, Owen avanzó hasta llegar a la cocina. 

¿Cuántas habría? ¿A cuántas de sus servidoras habría enviado Pandora en el cuerpo de Aurora? El hecho de haber recibido un mensaje directo por parte de ella a través de un huésped implicaba que debía estar cerca. El único problema con ello era que Aurora, o Pandora, era invencible. Sólo sus discípulas eran vulnerables fuera de la Isla. Eso los ponía en una gran desventaja.

—¡Owen, tenemos más por acá! —escuchó gritar a Allori.

Owen esquivó un rasguño por parte de otra de sus atacantes, y con un golpe limpio con la pistola, la tumbó al suelo. Antes de que pudiera levantarse, tomó una cazuela bastante grande, y le propinó un fuerte golpe en la cabeza con la misma antes de salir de la cocina.

—¡Tienen muy buenos sartenes ahí adentro! 

—¡Cuidado! —Chase comenzó a disparar hacia donde Owen estaba saliendo, ya que cinco seguidoras de Pandora emergieron por la puerta de salida de emergencia—. ¿De dónde salen estos bichos!

—¡Atento! —Owen alzó su pistola y eliminó a otra discípula que entraba por la puerta principal.

—Salgamos —indicó Allori.

La calle también estaba hecha un caos. Claro, las fieles servidoras de Pandora debieron haber pasado por algún medio antes de entrar a la cafetería. 

Algunos automóviles estaban hechos pedazos, como si las mismas discípulas pesaran tres toneladas y se hubieran puesto encima de ellos. Las ventanas de los edificios continuos estaban quebradas, y al parecer, todo el mundo había huido a las lejanías. 

—Qué fiesta.

—Al frente —soltó Chase.

Más seguidoras de Pandora aparecieron por los edificios, trepando por sus paredes como si hubiera cables soportando su peso a través de los aires. Sus brincos excedían los diez metros de altura, y en cuanto caían al suelo, provocaban algunos cráteres en el pavimento.




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