El restaurante Market 17 era uno de los más lujosos lugares donde Max había puesto su presencia a lo largo de su vida. Había meseros de aquí para allá, una barra larga con un bar algo extenso, así como televisiones de plasma donde pasaban algunos reportajes acerca del clima, deportes, y en una de ellas estaban transmitiendo en vivo una entrevista con una celebridad que casi nadie conocía.
Por suerte para todos, el resto de los Pasajeros aparecieron a tiempo, ya que Cooper era quien tenía la única tarjeta que disponía de fondos para efectuar alguna compra. Pidieron dos mesas, separadas, y en esta ocasión ya no se dividieron. Necesitaban hablar todos juntos acerca de lo que harían a continuación.
—Max tiene el número de un tal Johnson —dijo Dylan, mientras algunos leían la carta del menú, y otros enfocaban su atención en él—. Esperaremos a que el sol se ponga para entablar comunicación con ellos…
—Espero que no se enfade mucho, era alguien bastante gruñón —dijo Scott.
—¿Qué es ese papel que traes? —le preguntó Dianne a Max.
El chico explicó que, durante la riña entre James y Bill fuera del local de electrodomésticos, habían aprovechado para ingresar a una red de datos hábil para conseguir la información suficiente sobre el paradero de James. Después de lograrlo, Max logró ver una noticia acerca de un ataque en Londres, que no alcanzó a leer en ese momento debido a las prisas que tenían, y en cuanto lo imprimió, salieron del local.
—¿Puedes leerlo? —le pidió Miranda, un poco preocupada.
Y vaya que debía de estarlo. Londres era de donde ella venía, y aunque aquella no era su dimensión, ver la ciudad donde habías nacido y crecido bajo un ataque de tal magnitud, podía despertar la preocupación en cualquier persona.
La nota decía así:
El día de ayer, 16 de febrero del año en curso, se originó un ataque jamás antes visto en el centro de la capital del Reino Unido. A las once horas, un grupo de personas no identificadas comenzó un ataque en una de las avenidas principales del conjunto, aterrando a las personas y obligándolas a buscar un refugio temporal. El verdadero infierno se desató en cuanto más de un edificio sufrió la destrucción de sus cimientos mediante lo que se sospecha que eran explosivos de bajo calibre. Media docena de edificaciones se vinieron abajo, ocasionando una nube de polvo que cubrió el centro durante horas. La llegada de agentes especiales de la MI6 terminó con el caos que se había originado cuarenta minutos antes. Se reportan más de doce mil heridos, así como la pérdida de más de mil vidas.
Con respecto a los responsables de tales sucesos, un testigo los describió como seres de pieles grises, ropa llena de polvo, y manos con espadas largas que se usaron para devastar la vida de muchos ciudadanos.
—No imprimí el resto porque eran entrevistas casi sin sentido —dijo Max.
—La nota entera en sí no tiene mucho sentido —murmuró Dianne.
—¿Crees que haya sido Ben el responsable? —preguntó Scott, mirando a Dylan con un poco de temor en sus ojos.
—La descripción de estos responsables es la misma que las discípulas de Pandora, en la Ciudadela —comentó Han—. ¿Recuerdan? ¿A esas locas que tenían garras lo bastante peligrosas?
—Londres bajo las tinieblas —murmuró Cooper—. Ben ya soltó el primer golpe.
—Va a querer hacer lo mismo en diferentes puntos del mundo —corroboró Bill—. Está demente. Suena bastante cool.
—¡Eso no es cool! —le espetó Dylan.
—Más de doce mil heridos… edificios cayendo, destruyendo la ciudad, y discípulas de Pandora corriendo por las calles, matando personas —musitó Miranda—. Esto es obra de Ben.
—Pandora se está haciendo más fuerte en el cuerpo de Aurora —comentó Cooper.
La situación se estaba saliendo de control. Incluso en una de las televisiones cambiaron el canal para poder apreciar un reportaje en directo.
—Santo Dios… —soltó Dianne, cubriendo su boca.
Muchos de los clientes del restaurante también dirigieron sus miradas hacia el televisor al mismo tiempo, y entre ellos comenzaban a comentar lo sucedido. Las imágenes eran bastante fuertes. Heridos por doquier, sangre en coches, suelo, ventanas y hasta postes de luz. Las capas de polvo y ceniza aún no desaparecían por completo, y un gran conjunto de médicos se movían entre las sombras para intentar ayudar.
—Ben se está pasando de la raya —soltó James.
Apenas y entendía lo que ocurría, pero aquello era suficiente para que generara cierto odio contra el hombre. Tenían que detenerlo, costara lo que costara.
—Llamen a Owen —dijo en voz alta—. Ahora mismo.
Todos lo miraron con cierta curiosidad. Lo peor de todo no era eso, sino que James sabía bien de quién se trataba. Owen, el hombre que los había ayudado a regresar al Triángulo, a buscar el Calendario de Piedra, a salir del aeropuerto para detener a Ben. Lo recordaba bien.
—¿Sabes quién…?
—Llamen a Owen —repitió.
Dylan le lanzó el celular a Max para que él fuera quien marcara. Era el momento.
—Iré a lavarme las manos —avisó Bill, levantándose de su lugar al mismo tiempo en el que Max marcaba el número que tenía anotado.
—¿No te da frío? —preguntó Cooper, siguiendo al hombre con la mirada—. Ya sabes… no hay piel ni músculo… sólo tienes hueso. ¿No?
Bill frunció el ceño e ignoró sus preguntas para segundos después desaparecer atrás de un mesero.
—No quiere estar presente —intuyó Dianne—. ¿Cierto?
—Él y Owen son hermanos —dijo Cooper en voz alta.
James y Dianne se sorprendieron, al igual que Dylan. Según recordaba, no había compartido tal información con los Pasajeros.
—¡Demonios! —graznó Max—. ¿En serio?
—¿Cómo lo…? —intentó preguntar Dylan.
—Los escuchamos —dijo Scott—, en el Holandés Errante. Mientras discutían en la cubierta del capitán.