Tinieblas [pasajeros #3]

Capítulo 35

El reloj había marcado ya las doce de la noche, y Owen entró a una de las salas de juntas que tenía la MI6. En su interior estaba Johnson, discutiendo con alguien por teléfono acerca de los sucesos recién ocurridos en el centro de la ciudad. A su lado, Chase jugaba con varios instrumentos que a Owen no le dio importancia, así como la mano de Pandora. ¿Estaría experimentando con sus prototipos? Si la respuesta era sí, entonces tendrían un buen avance más adelante. Allori, algo preocupada, miraba por uno de los ventanales. 

Era medianoche. Casi no podía verse, a la distancia, los resultados del catastrófico suceso que tuvo lugar doce horas antes, pero la mujer sabía que había sido algo impactante para todos. 

—Doce mil heridos —musitó.

—Y el conteo en muertos ya pasó los tres mil —añadió Owen—, la ciudad está en crisis. Hay médicos, policías, ambulancias, de todo… yendo de aquí para allá. Los hospitales están llenos, y las líneas un poco saturadas. 

—¿Esperaban algo diferente? —dijo Chase, sin dirigirse a nadie en lo absoluto. Su atención estaba en sus experimentos—. Lo único positivo de hoy fueron las muertes de las discípulas de Pandora.

—Sus cuerpos desaparecieron, haciéndose polvo —terció Allori—. No pudimos usarlos como evidencia. El responsable escapó.

—Con una herida de bala —Chase chasqueó los dedos—. Una bala que yo diseñé. Tuvo sentido. Funcionó.

—De poco servirá si no hacemos eso en masa —indicó Owen—. Pero para eso, primero necesitamos sacar a Pandora del cuerpo de Luna. 

—¿Por qué esa Luna de repente les importa tanto? —Johnson ya había colgado y dejaba su teléfono sobre la mesa de juntas.

—Es hermana de James —dijo Allori, aún cruzada de brazos.

—¿Qué harías si a Chase se le mete el muerto? ¿Matarlo, o ver el modo de expulsar al demonio de su interior, para después matarlo? —preguntó Owen.

—¡Oye! —le reclamó Chase.

—Si matarlo significa matar al malo, le pego un tiro en la cabeza ahora mismo, sin dudarlo —respondió Johnson.

—¿Gracias?

—El punto aquí es que no podemos matar a Luna —Owen alzó la voz—. Debe de haber otro modo de sacar a Pandora de su cuerpo. Chase, ¿cómo vas?

Chase dejó uno de sus lápices sobre la mesa, y apartó un poco el cuaderno. Había varias pelotas de color azul, en parejas, que parecían estar adheridas una con la otra. 

—Mientras ustedes hacían todo el papeleo, tuve que sacar estos prototipos —dijo el novato—, no sé si funcionen a la perfección.

—¿Qué son?

—Portales.

Chase tomó dos de las pelotas enlazadas, se levantó de la mesa, y se alejó un poco. Tomó una pelota con la mano derecha, y la otra con la izquierda. Las separó instantáneamente, como si fuera el seguro de una granada, y arrojó la primera a la pared que tenía más cerca. En cuanto ésta impactó sobre su superficie, un agujero lo bastante grande como para entrar en él rasgó el aire, y el concreto, y se abrió un portal.

—¡Qué demonios! —bramó Johnson.

—¡Wow! —soltó Allori.

—¿Lleva a algún lugar? —preguntó Owen, interesándose en lo que estaba viendo.

—Aún no —Chase seguía teniendo la segunda pelota en su mano, y ésta la arrojó al suelo, a sus espaldas. Enseguida, se abrió un segundo portal. 

Chase regresó a la mesa, tomó su lápiz, y lo arrojó por uno de los portales. La sorpresa que se llevaron los presentes fue cuando el mismo lápiz apareció en el segundo portal. 

—Mira ese potencial… —soltó Johnson.

—¿Sirve en humanos?

—¿Quieres hacer la prueba? —se defendió Chase.

—¡Vamos! —lo alentó Allori—, ¿qué es lo peor que puede pasar?

—Te recuerdo que me mareó con los portales —indicó Owen.

—Está bien, lo haré yo —Allori camino hasta donde Chase estaba, y de un brinco, entró en el portal que estaba abierto en el suelo. 

Pasaron algunos segundos hasta que la mujer emergió en el portal de la pared, cayendo al piso de inmediato.

—¡Funciona! —celebró Chase.

Al instante en el que Allori pasó, los portales se cerraron, y las pelotas desaparecieron.

—¿Cómo demonios hiciste eso? —sonrió Owen, dándole a Chase una palmada en la espalda.

—Bueno… —él sonrió, un poco apenado—, combiné la sustancia explosiva de una granada de fragmentación junto con las partículas de las uñas de Pandora. Lo mismo que hice con la bala. El ADN de la loca engulló el material explosivo, como si tuviera componentes más poderosos, extraños…

—Nació en el Triángulo, allá todo es más poderoso y extraño —corroboró Allori. 

—Cuando sueltas el seguro de una granada, el detonador se suelta y en pocos segundos explota —dijo Owen.

—Así es —respondió Chase—, es casi lo mismo. Metí la sustancia en esferas, y las uní mediante un seguro improvisado. Al separarlas, están listas para usarse; a diferencia de una granada de fragmentación, ésta no explota en cuanto golpea algo sólido.

—Les pondré la calificación más alta en el examen de química —soltó Johnson.

En ese instante, su teléfono comenzó a vibrar en la mesa. El agente de la MI6 lo tomó de inmediato, pensando que sería alguien de alto rango de la corporación. Sin embargo, al responder, alguien joven se escuchó al otro lado de la llamada. 

¿Hola? ¿Johnson?

—¿Quién demonios habla? ¿por qué aquella voz le resultaba familiar?

Soy… Max, uno de los Pasajeros del Atlantic… ¡intentaste matarnos hace unas semanas! 

¿Sería uno de los Pasajeros del Atlantic 316? ¿Los que habían ido a la Isla, y todas esas cosas extrañas que intentaron evitar mientras Aurora daba la vuelta al mundo intentando matarlos? 

—Owen, te buscan —le dijo al hombre, mientras le tendía su teléfono—. Matt… O Max, no sé qué.

—Imposible —dijo Owen, tomándolo y viendo el verificador de llamadas. Era un número desconocido—, Matt jamás me llamaría por teléfono. No sabe ni cómo funciona uno. ¿Hola? ¿Max?




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