Tinieblas [pasajeros #3]

Capítulo 40

El sol ya estaba saliendo, y Patrick cerró la puerta de su penthouse de un golpe, como si supiera que jamás iba a volver a ese lugar. Estaba listo, preparado y consciente de lo que estaba por venir. Se había puesto su mejor traje, había pagado el resto de su salario a los que trabajaban dentro de sus muros y puertas, mandó un par de correos a la empresa, y dejó las llaves de todos sus coches, y casas privadas, sobre la mesa de madera que Ben había tumbado el día anterior. Jamás volvería. Estaba yendo a su destino. A la Isla.

—Times Square.

Su chofer asintió con la cabeza, y un segundo después, Patrick cerró la ventanilla electrónica que separaba su zona de sillones de piel, televisión, mini bar y alfombrado de piel de oso polar de la zona del conductor. Algo que extrañaría, sin duda, era la limosina. Sólo eso.

El tiempo del trayecto le llevó más de una hora. No le importó demasiado, ya que su atención estaba en las calles abarrotadas de gente, y en los pitidos del claxon de los demás coches. El sol golpeaba su limosina con todo su esplendor, pero a Patrick no le afectaba, el aire acondicionado en su interior, así como una copa con hielo, eran todo lo que necesitaba para mantener un clima diferente en los interiores de su transporte. 

Los pobladores de la Ciudad de Nueva York no sabían lo que les esperaba. No tenían ni la más mínima idea de qué pasaría algunas horas después. Los gritos se apoderarían de las calles, y las pérdidas se duplicarían, o triplicarían, en comparación con la ciudad de Londres, la cual aún estaba bajo las tinieblas a esas horas del día. Habían pasado casi veinticuatro horas, y la capital de Inglaterra estaba reduciéndose en cenizas. 

—¿Estás preparado para esto?

Ben también se había vestido de un modo decente. Su cabello seguía estando largo, y peinado hacia atrás, pero en esta ocasión, el muchacho se había puesto un smoking lo bastante elegante, junto con unos zapatos bien lustrados, y una rosa blanca en el bolsillo de su saco.

—Nadie está reparado para esto —dijo Patrick—, literalmente. 

—Eso lo hace mucho más divertido.

—¿Cómo está el itinerario de la situación?

Ben chasqueó la lengua.

—Tenemos a los doscientos Pasajeros merodeando en Nueva York… tardaron un poco en llegar, pero aquí están. Y…

—¿Doscientos? —se sorprendió Patrick—, ¿qué hay de los dos que fueron destruidos ayer en la noche?

—¿En serio? —se bufó Ben—. ¿Crees que les dejaría el trabajo tan fácil a Dylan y los demás? ¿Seres de Tinieblas que se pulverizan con un disparo? ¡Por favor! Somos más que eso. Mucho más que eso.

Entonces quería decir que Ben tenía muchos más ases bajo su manga de lo que Patrick pensaba. Ese chico tenía planes para todo. Pandora a su lado, algunos mercenarios esperando en Times Square por si la situación se veía comprometida, docenas de seres de Tinieblas que no podían morir… era perfecto. Todo estaba saliendo a la perfección. 

—Deja que llegue el anochecer —comentó Ben—, y verás las Tinieblas en su estado más puro.

—¿Qué hay de tus adversarios?

—Ellos no son mi preocupación —respondió el chico—, al menos no los Pasajeros.

¿Entonces de quiénes se trataba? 

Patrick recordaba que durante los últimos días, había escuchado a Ben murmurar cosas para sí. La gran mayoría tenían que ver con Dylan, Bill, James, un tal Owen, y una misteriosa y extraña Pirámide. 

—¿Dylan?

—¿Sabes por qué razón un muchacho poco mayor a los veinte años es líder de la Isla? ¿Líder del Triángulo en absoluto? —Ben se inclinó un poco para mirar a Patrick de frente—. El control de la existencia dentro de una isla que no existe, en manos de un muchacho…

—No tengo idea.

—Porque ese muchacho tiene experiencia. Sufrió, peleó, cayó, y se levantó. Venció a mi padre, Bill, un hombre con tantas Tinieblas en su interior que incluso quiso matar a su propio hermano en más de una ocasión.

—Sí, ya me habías contado eso, pero…

—Venció a un hombre que liquidó, asesinó, y controló a las sombras que provenían de la Isla Opuesta… No sé si te lo he dicho, pero mi padre tiene los huesos de color negro debido a la oscuridad que hubo en él.

—No lo habías mencionado.

—Dylan lo venció sin problemas —prosiguió Ben—. Meses después, llego a la Isla… ¿cómo pudo un muchacho vencer a alguien tan poderoso?

—¿Temes que este chico te venza?

—No sólo este chico… ¿quién lo instruyó a él? ¡OWEN! —bramó Ben casi desde sus adentros—. Si Dylan y Owen se unen en esta disputa, tendremos pocas posibilidades. Y si James llega a ser el tercer lado de su resistencia… ¿quieres que siga?

—Parece que haberlo matado no fue suficiente.

—Lo mataré de nuevo —sonrió el chico—, y esta vez me encargaré de que sea mucho más doloroso. Me cercioraré de que está muerto. Nadie puede evitar lo que viene. 

En ese momento, Patrick no vio lo que Ben traía entre manos. El muchacho jugaba con un ladrillo de cristal que reflejaba la luz que provenía desde el quema cocos de su limosina. El ladrillo debía medir unos treinta centímetros de largo, por diez de alto, y otros diez de ancho.

—¿Qué es…?

—Este pedazo de cristal proviene de la Pirámide —le explicó Ben—, moverlo causará que aquél extraño monumento no se mueva más. 

—¿La Pirámide que nadie encuentra sólo aquellos que…?

—La misma, aquellos que pertenecen a la Isla pueden encontrarla. Utilicé a los Pasajeros para encontrarla por mí, quitar este pequeño pedazo de cristal, y dejarla varada sin poder moverse. Sabemos dónde está, y no podrá moverse de lugar hasta que este amigo regrese a su lugar. 

Ben jugueteaba con el ladrillo de cristal conforme iba hablando.

—¿Y para qué necesitabas paralizarla?

—El único modo de darle un reset a la completa existencia yace en esa Pirámide. Así como hay una Isla Opuesta, la contraparte de la Isla, por esa Pirámide hay una Pirámide Invertida.




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