El ataque fue rápido. Todo sucedió en cuestión de segundos, que Max no vio el momento en el que se encontraba siendo arrastrado por una Luna que no lo reconoció, a lo largo de la calle, y en pocos segundos, se estrellaba contra el cristal de una ventana, cayendo encima de un escritorio que se partió en cuanto él aterrizó. Luna lo estaba atacando.
—¿Qué demonios? —graznó el muchacho—. ¿Luna…?
La chica soltó un chillido, y volvió a tomar a Max del cuello para soltar un zarpazo contra él. Max sintió cómo parte de su chamarra, y playera, se desgarraban por las uñas de Luna, mientras el líquido caliente, de color rojo carmesí, manchaba parte del suelo y de su ropa.
Max bramó, mientras caía al suelo.
Luna dio un brinco, hasta quedarse encima de un segundo escritorio, y lo miró directamente.
—No comprendo cómo es que…
—Demonios, bruja, ¿dónde quedó la bonita voz de mi chica? —farfulló Max, intentando erguirse. Le dolía bastante la herida.
Luna esbozó un chillido, y alzó la mano para asestar un último golpe al muchacho, un golpe de gracia.
Justo en ese momento, un tiro de escopeta golpeó a la chica en el rostro, y ésta cayó de espaldas. Dylan apareció en el rellano de la puerta, o lo que quedaba de ella, con la escopeta de energía en alto. Su cabello estaba despeinado, y al igual que la mayoría de las personas, sus ropas estaban llenas de polvo, escombros y cenizas.
—Demonios —soltó Dylan al llegar con Max—. ¿Bill? ¿Cooper?
Bill emergió por los restos de una segunda puerta, junto con el Pasajero. Ambos se dirigieron hacia Max, para inclinarse hacia él con lentitud.
—El zarpazo no es profundo —observó Bill—, pero costará un poco cerrar la herida.
—Demonios, demonios, demonios, demonios —bramó Cooper—. ¿Les dije que no puedo ver sangre? ¡Es asquero…!
Luna dio un brinco entre ellos, y con un solo golpe, apartó a Dylan y a Bill de en medio. En cuanto llegó al suelo, intentó atacar al líder de la Isla con rápidos zarpazos que intentaban cortar profundamente la piel del chico. En esta ocasión, Dylan fue más ágil que la mujer. Ya se había enfrentado a ella en varias ocasiones, en antaño, durante sus primeros pasos dentro de la Isla.
Dylan alzó la escopeta, y al momento de jalar el gatillo, Luna lo atacó. El arma cayó al suelo, y el muchacho tuvo que retroceder poco a poco, esquivando los ataques de la chica, mientras intentaba no tropezar con nada. Al instante, aparecieron varias discípulas por las paredes para sumarse a la lucha.
—¡BILL! —exclamó Dylan.
—¡A eso voy!
Su aliado comenzó a combatir contra los refuerzos de Luna. Golpe tras golpe, esquivando uno que otro zarpazo, para luego repeler sus ataques con ambas manos. Estiró uno de sus brazos para tomar la escopeta de energía, y de deshizo de cuatro seguidoras de Pandora con tiros directos. En cuanto giró para volver a atacar, alguien detuvo sus brazos.
Ben había aparecido en la escena.
—¿Padre? —masculló, asombrado por primera vez en toda aquella Travesía.
—Hijo —Bill le guiñó un ojo, y jaló el gatillo.
El impacto de las ráfagas de energía golpeó a Ben directamente en el pecho, impulsando su cuerpo hacia atrás, tropezando por múltiples escritorios, partiéndolos en el acto, y aterrizando sobre los restos de una pared. Al momento de levantarse, se pudo ver cómo los tejidos de Ben iban sanando poco a poco, con sangre negra manchando su camiseta.
—Sabes, esto me recuerda a mis padres regañándome por las malas calificaciones que entregué en el bachillerato —dijo Bill, avanzando hacia él—. Sólo que ellos no tenían una escopeta.
—¿Qué demonios estás haciendo con aquél? —Ben señaló a Dylan, quien seguía batallando con Luna.
—Lo que es correcto.
—¡ESTO ES CORRECTO! ¡LA CREACIÓN DEBE REDUCIRSE A…!
Bill volvió a disparar, golpeando ahora al muchacho en su cara. La energía quemó su nariz, al igual que sus labios, tejido, mejillas y ojos, obligando a Ben a soltar un bramido lo bastante sonoro.
Ben cayó al piso, de rodillas, y comenzó a levantarse, siendo ayudado por varias discípulas de Pandora. Mientras lo hacía, parte de su tejido fue volviendo a ser creado de la nada, al igual que sus ojos, cejas e incluso labios.
—Demonios —musitó Bill.
—¿Qué? —bramó Cooper, en el suelo, ayudando a Max—. ¿Eso es nuevo para ti?
—No, está reaccionando del mismo modo que yo. Las Tinieblas están en dominio total de su cuerpo.
En cuanto Ben se levantó, graznó con dolor, y sus uñas comenzaron a crecer para formar cuchillas negras.
—Sí, eso también lo esperaba.
En cuanto Ben avanzó para comenzar el ataque, dos tiros de escopeta lo golpearon en el rostro, mientras Miranda aparecía por los restos de los ventanales del fondo. Dianne la seguía de cerca, cargando una mochila a sus espaldas. El pequeño grupo se dividió. La detective se enfocó en dispararle a Ben, junto con Bill, mientras que Dianne acudía con Cooper y Max.
Dejó la mochila en el suelo para sacar algunas vendas.
—¿Sabes hacer esto?
—No tengo ni idea —dijo la mujer.
Del otro lado de la habitación, Dylan se agachó para esquivar otro de los zarpazos de Luna, y tomó lo que quedaba de un tubo de metal. Al voltearse, golpeó a Luna en el rostro, sin que la chica se inmutara.
¿Qué demonios?
Por suerte, Dylan alcanzó a apartarse al mismo tiempo en el que Luna soltaba otro zarpazo que partió el tubo en varios pedazos.
El chico se movió con rapidez, a lo largo del siguiente pasillo, para luego entrar a la misma sala por otra de las puertas. Luna lo seguía de cerca, soltado chillidos, y empujando a sus propias seguidoras si llegaban a entrometerse en su camino.
Era Pandora, y Dylan lo sentía dentro de él. Aquella mujer que buscaba vengarse sin importar el costo. Aquella era la única razón por la cual estaba apoyando a Ben. A ella no le importaba las muertes, o la destrucción de cada dimensión existente. Ella sólo quería cortarle el cuello a Dylan. Matarlo de una vez por todas.