Tinieblas [pasajeros #3]

Capítulo 48

El departamento de Bill, y por ende, de Dylan, resultó ser bastante acogedor. En cuanto la tormenta de extrañas proporciones finalizó, Bill fue el primero en salir del edificio, que aún se mantenía de pie, y no volvió a lo largo de algunas horas. Dylan se encargó, junto con los demás Pasajeros, de recolectar todo lo que pudieran usar en el viaje de regreso. Aún desconocía el cómo lo lograrían, pero si Owen y Bill habían salido, todo gracias al líder de la Isla en esos instantes, no habría demasiada diferencia si se trataba de Dylan. 

Johnson, por su lado, despertó cuando el reloj de Cooper indicó que ya era el mediodía.

—¿Qué demonios…? ¿Cuándo demonios…?

Dylan tuvo que sentarse a su lado, dentro de los restos de la habitación principal, para explicarle a detalle toda la situación que estaban viviendo. Desde haber desaparecido por las Tinieblas, en Times Square, hasta haber aparecido en una dimensión oscura, que resultaba ser un futuro inexistente. 

—¿Esta es el futuro de caos de donde Owen viene? —reaccionó Johnson, una hora después de haber despertado—. No me sorprende. Las cosas se parecen a su dueño, o en este caso, Owen se parece mucho al lugar de donde proviene…

Dylan pensó por un momento en contarle acerca de que Owen y él eran la misma persona, pero eso implicaría relatar toda la historia, tanto de Owen como la suya, y eso tomaría más de una hora, tiempo que no volvería, por lo que optó por guardárselo y comenzar a poner las cosas en marcha. 

Bill llegó poco antes de que terminaran de empacar lo poco que tenían, con la noticia de que en los restos de aquella dimensión también había peligros.

—Cuando dices peligros… —musitó Max—, ¿a qué clase de peligro te refieres? Defínelo por favor.

—¿Crees que Owen y yo nos golpeábamos a través de los tiempos de esta dimensión? —inquirió Bill, sarcástico—. Invoqué todo tipo de criaturas que provenían de las Tinieblas. Y Owen no tuvo más remedio que defenderse con armas creadas dentro de la Isla.

—Todo un espectáculo de fuegos artificiales —farfulló Miranda.

—¿Quieres decir que allá afuera hay todo tipo de criaturas terroríficamente creadas por las Tinieblas que intentarán matarnos una vez que salgamos, y deberemos correr por nuestras vidas mientras que Dylan, o sea Owen pequeño, encuentra el modo de sacarnos de aquí antes de que todo ser vivo intente acabar con nuestras extrañas y tal vez miserables vidas? —preguntó Max—. Eso es cool.

—¡No! —lo reprendió Miranda—. No está cool. ¡Pueden matarnos!

—Técnicamente ya estamos muertos —le espetó Johnson—. Si este lugar es un futuro que no existe, prácticamente no existimos.

—No hay que desviarnos del tema —los calló Dylan, alzando ambas manos para detenerlos—. Tenemos que salir de todos modos. Bill podrá guiarnos una vez estando afuera. En cuanto estemos ahí, la salida será…

—¿Y sabes cuál es? —le preguntó Cooper.

—Me hago una idea —respondió el muchacho.

—Déjense de lloriqueos —terció Bill—, dudo que mis propias criaturas quieran matarme.

 

 

Aquella extraña tierra resultó ser mucho más sorprendente de lo que cualquiera hubiera esperado. Max soltaba comentarios que tenían que ver con películas apocalípticas como “2012”, “Soy Leyenda” o “El Día Después de Mañana”, debido a las ruinas del resto de la ciudad que fueron encontrando conforme avanzaban. La mayoría de los edificios apenas podían mantenerse de pie, ya que su estructura estaba dañada hasta el punto de quiebre. Los canales que daban directamente al Puerto Everglades estaban secos, y en sus interiores había restos de botes, yates y grandes embarcaciones, así como anclas, autos y hasta una gran cantidad de tuberías que salían directamente desde la ciudad. 

El silencio se había apoderado de toda calle, y todo callejón, que era bastante difícil creer en lo que había dicho Bill. ¿Cómo podría existir vida en un lugar tan olvidado como aquél?

—Esto me recuerda un poco a la Ciudadela —musitó Max, después de un rato.

¿Cómo no? Sus calles abandonadas, edificios en ruinas… Miami, en esos momentos, era una replica exacta a la Ciudadela que estaba en la Isla. 

—Avancemos lento —indicó Bill.

—¿Exactamente hacia donde nos dirigimos? —preguntó Cooper.

El grupo avanzaba detrás de Bill. Enseguida seguía Cooper y Max, luego Miranda junto con Dianne, luego Dylan, y cerrando el grupo se encontraba Johnson, quien no soltaba palabra frente a ellos. 

¿Se debía a alguna especie de rencor? Durante varios días les había seguido la pista, y él recordaba muy bien que había golpeado a James una vez que los tuvo en el condado durante pocas horas. En ese momento, nada de aquellos sucesos importaban. Ahora batallaban codo a codo, para poder salir de aquella dimensión extraña, y luego, para detener a Ben para siempre, salvar a la existencia, y si se podía, regresar cada quien a la dimensión a la que pertenecían.

—Vamos al Triángulo —indicó Bill.

—¡Wow, viejo! —le espetó Cooper—. Sabes que el punto enigmático está a cientos de kilómetros desde aquí, ¿cierto?

—Las coordenadas del Triángulo dan inicio desde la punta de Fort Lauderdale, golpeando Puerto Rico y las islas de Las Bermudas —le explicó Dylan, desde la cola del grupo—; espero que encontremos el lugar de acceso en cuanto crucemos tales fronteras.

—Les dije que Owen y el chico poseen las mismas ideas —añadió Bill unos segundos más tarde. 

El Puerto Everglades estaba bastante solitario. Dianne había sido testigo, al igual que el resto de los Pasajeros, de las grandes multitudes de personas que había en queda zona de Fort Lauderdale, al igual de los inmensos buques y navíos que anclaban por ahí. 

Bajar desde el Puerto hasta lo que en alguna vez debió haber sido el océano fue bastante extraño. 

Bill ayudó a Dianne y a Miranda a descender, mientras que Dylan y Johnson ayudaban a Max. El muchacho seguía teniendo la herida que Pandora, en el cuerpo de Luna, le había hecho el día anterior., pero gracias al trabajo que había hecho Cooper el día anterior con respecto a curación, o el intento de, pudo mantenerse desde el inicio. Por suerte, Johnson conocía de primeros auxilios.




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