Tinieblas [pasajeros #3]

Capítulo 51

La extraña criatura que apareció por debajo de las extrañas arenas no los atacó al instante, pero sí soltó una serie de chillidos que alertaron al grupo por completo. ¿Sería ofensivo? ¿Qué si era una de las criaturas de las que Bill les había hablado anteriormente? 

—¿Qué demonios es eso? —bramó Max.

Bill no respondió al instante, sino que alzó una mano para intentar acercarse a la extraña criatura. Era obvio que él la había creado mucho tiempo atrás. Bastante. 

—¿Bill? —inquirió Dylan, manteniendo a Dianne y a Cooper a su espalda—. ¿Es ofensivo?

—No lo sé…

La araña gigante soltó otro graznido conforme Bill se iba acercando a ella. ¿Qué tan peligroso resultaría si terminaba siendo, como Max lo había llamado, una criatura capaz de matarlos a todos en un abrir y cerrar de ojos? ¿Lograrían escapar a través de aquella extraña porción de tierra que los separaba del mítico Triángulo de las Bermudas? 

—Cuidado —Dylan dio un paso al frente en cuanto la araña cerró sus fauces con violencia.

—Ahora resulta que te preocupas por mí, ¿no? —se bufó Bill.

—Lo quiera o no, eres una viva imagen de mi hermano —le reclamó Dylan.

—No empiecen con estos dramas familiares, divididos por dimensiones, tiempos y no sé qué otras cosas, por favor —les atajó Miranda desde atrás—. Mata a la maldita criatura y vámonos de…

La araña reaccionó como si pudiera entender todas y cada una de las palabras que Miranda había dicho. Dio algunos pasos al frente, abriendo y cerrando sus fauces con la intención de atacar a Bill, quién era el único que se encontraba cerca de la criatura.

—¡Perfecto! —graznó éste.

Bill se apartó justo a tiempo al instante en el que la araña lanzaba un ataque mortífero. La criatura no se conformó con un ataque frontal, sino que siguió atacando hasta que Bill hubiese salido de su rango de alcance. 

En cuanto lo vio lejos de ella, la araña comenzó a soltar chillidos de modo extraño. Parecía una especie de ronroneo que surgía del interior de su garganta.

—¿Qué estará haciendo? —preguntó Max.

—Algo no muy agradable —Dylan tomó a Dianne y a Miranda de las muñecas para tirar de ellas y comenzar a correr, siendo seguido por Cooper y por Johnson.

—¡Vámonos, niño! —Bill tomó a Max de los hombros para proseguir la persecución.

A espaldas de ellos, por el área arenosa que los rodeaba, comenzaron a emerger criaturas similares a la araña gigante. La diferencia radicaba en que no sólo eran arácnidos, sino también bichos de grandes proporciones. Un escorpión negro, de por lo menos el tamaño de un autobús, sólo que en lugar de tener de ocho a diez patas, tenía más de cien por debajo de su enorme cuerpo; una especie de mosca gigante con varias pinzas en sus fauces; dos o tres escarabajos tan grandes como una pipa de gas, o de agua, que sobre su caparazón tenían púas demasiado afiladas como para tocarlas; e incluso hasta apareció una hormiga de seis metros que tenía una cola de escorpión.

—¿En qué demonios pensabas cuando creaste todo esto? —bramó Max, corriendo al lado de Bill, y girando su cabeza para ver a sus extraños y únicos atacantes—. ¿En Mini Espías? ¿La isla extraña donde combinan todo tipo de animales consigo mismos…? ¡Otra isla! ¿Por qué siempre tienen que ser islas?

—¿No puedes callarte ni un solo segundo? —le espetó Bill.

Aunque cerraban el grupo, no había tanta distancia entre ellos y Johnson. Era algo complicado correr por aquellas zonas, ya que la arena que pisaban alguna vez había sido el fondo del mar, y conforme más avanzaban, ésta se tornaba mucho más blanda, y profunda a la vez. Los restos de varios cruceros se cernían sobre ellos. Lo que segundos antes había sido un extraño desierto se convirtió en un laberinto y cementerio de cruceros que, en antaño, habían brillado con su esplendor de la Línea Diamante. 

—¡Cuidado al frente! —gritó Dylan.

Más y más bichos de tamaños enormes emergían de las suaves arenas. Conforme lo iban haciendo, lanzaban sus ataques al grupo de sobrevivientes. Una araña peluda de veinte metros soltó sus patas hasta azotarlas en la arena, levantando una gran capa de polvo, obligando a Dylan y a los demás a salirse del curso que estaban tomando. 

Dianne tiró de Miranda, y ambas cayeron al suelo, con algunos gritos, al mismo tiempo en el que una cola de escorpión salía de la nada. 

—¿Qué demonios son estas cosas?

Un disparo de la escopeta de energía logró liberarlas al instante, y Dylan apareció entre el polvo. El disparo fue demasiado sutil, y aunque no mató a la araña, fue suficiente como para apartarla de en medio. 

—¡Tenemos que seguir corriendo! 

—Dylan, no vamos a llegar hoy al Triángulo, ¡son cientos de kilómetros! —bramó Miranda, poniéndose de pie.

—¡Eso ya lo sé! —le respondió él, tirando nuevamente de ellas para internarse de nuevo en la persecución—. Quiero ponernos a salvo.

—¡No hay un lugar a salvo aquí! —gritó Bill, a espaldas de ellos, esquivando el ataque del primer escorpión que salió de las arenas. Usaba sus docenas de patas para avanzar mucho más rápido en torno al grupo—. ¡Estamos en los restos de una dimensión…!

—¡Dijiste que Owen y tú habían librado batallas en estas tierras! —gruñó Cooper, moviéndose rápido entre los restos de una barca—. ¿No tenía Owen criaturas para defenderse o…?

—Owen tenía armas de la Isla que sin duda alguna hubieran funcionado —respondió Bill, esquivando otro de los ataques del escorpión.

—¿Y dónde demonios están? —soltó Johnson—. ¡No sé si lo habías notado, hombre de manos extrañas, pero estamos rodeados por bichos gigantes que quieren matarnos en una tierra desolada sacada de los estudios de Hollywood! 

—¡Qué dramático eres! —graznó Bill.

—Nos están rodeando —Miranda se colocó de espaldas a Cooper, mientras que Dianne se refugiaba detrás de Dylan—. ¿No tendrás más escopetas que nos puedan servir?




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