Owen sabía que aquella había sido una muy mala idea desde el principio. Desde que se subió al avión, junto con James, Chase, Allori, Luna y Han, sabía que había cometido un error. Uno muy grave.
—¿Te sientes bien? —le preguntó James, al ver su cara de espanto.
—Odio volar —confesó Owen.
—¿Qué dices? —por un momento, Owen alcanzó a ver una sonrisa un poco burlona en Luna.
Llevaban casi tres horas de vuelo, pero pareciera como si en realidad hubiesen sido días. Owen no era muy fan de los vuelos, ni siquiera si eran cortos, pero a pesar de que le costaba mucho estar ahí, no pudo haberse negado. Necesitaban salvar al mundo. A los mundos. A la existencia misma.
Muchas horas atrás, después de establecer el plan que se llevaría a cabo, Chase logró obtener un avión lo suficientemente grande para llevar a tantos hombres de la MI6 como pudieran. El plan era sencillo. Llegar a la embarcación petrolera, descender desde los aires mediante las granadas de portal que Chase había fabricado, detener a Ben, matar a todos los Pasajeros de Tinieblas, ponerle fin a la oscuridad, y salvar el día.
Era un plan bien elaborado… hasta que Owen se aferró a su cinturón al instante en el que comenzaba el vuelo.
—No me gusta volar —admitió Owen.
—Si tú y Dylan son la misma persona, ¿eso significa que él también se marea? —preguntó James.
Owen negó lentamente con la cabeza.
—Desconozco esa información. Tenemos aspectos similares, pero puede que tengamos gustos diferentes con respecto a ciertas cosas, como la comida, o el hecho de preferir qué camisa utilizar.
—Sigue siendo muy extraño.
Estaban en el interior de la zona de carga del inmenso avión. Había varios hombres en sus respectivos asientos, esperando el momento de quitarse los cinturones para desaparecer por el portal que Chase abriría al momento de saltar. El novato se encontraba apartado de todos, junto con Han, trabajando en con él, para poder fabricar una granada que abriera un portal más grande. Así sería más sencillo poder pasar hasta su objetivo.
—Necesitaré un lanza granadas lo bastante firme para soportar un tiro así —musitó desde donde estaba.
—Yo lo busco —terció Han.
—¿Qué se siente? —preguntó Luna después de un rato, mirando a Owen. Querían retomar el tema que habían estado platicando.
—¿El qué?
—Que haya alguien que es exactamente igual a ti, que seas tú… —respondió Luna, bastante entusiasmada—. No es como James con Jim, ambos eran de dimensiones diferentes, pero Dylan y tú son la misma persona. Divididos, por así decirlo.
James hizo una mueca que, afortunadamente, ninguno de ellos alcanzó a ver. Escuchar el nombre de sí mismo, pero en otra dimensión, lo golpeó de repente. Jim. Él había sido el responsable de haberlo matado, en un accidente que tuvo lugar en el Hotel Park Lane, y todo por querer matar a Ben. ¿Se lo diría en algún momento a su hermana? ¿Le diría la verdad que comenzó a atormentarlo desde que escuchó su nombre? ¿Cómo reaccionaría Luna?
—Es algo bastante extraño —dijo Owen—. No tiene descripción. No tiene palabras.
—¿Lo extrañas? —James soltó la pregunta casi sin pensarla.
Owen no respondió al momento. Era algo bastante raro, pero no se había puesto a pensar en algo así. ¿Extrañar a Dylan? Había salvado al chico tantas veces que había perdido la cuenta. Le compartió de todas sus experiencias, toda su sabiduría, sabiendo que al final sería Dylan, y no él, quién se quedaría con el liderato de la Isla. También lo había regañado en tantas ocasiones que, de igual manera, desconocía el número. Lo había tratado como su mejor amigo, como su hijo, su hermano, su todo. Porque eso era. Dylan y Owen eran lo mismo. Y lo mejor que pudo hacer fue prepararlo para lo que venía.
Quizás preparar e instruir a Dylan era lo mejor que Owen había hecho en su vida.
—Sí lo hago —musitó—. Lo hecho de menos.
El avión sufrió una pequeña turbulencia, ocasionando que varios agentes de la MI6 se levantaran de sus asientos.
Era la hora.
—¡Chase! —lo llamó Owen mientras se soltaba el cinturón, y se tambaleaba conforme caminaba hacia él—. ¿Está todo listo?
—Define listo…
Una alarma comenzó a sonar por toda la zona de carga. Era la señal que se necesitaba para saber que era el momento del descenso.
—¡De pie! —Owen se aproximó hacia James y Luna, les tendió las mochilas, mientras comenzaba a acomodarse la suya.
—¿Vamos a saltar hacia nuestro inminente fin? —preguntó Luna.
—Confío en que Chase tenga ya la granada lista —respondió Owen.
La plataforma petrolífera a la que se dirigían tenía por nombre Bullwinkle, y según los reportes que Chase monitoreaba, había sido evacuada aquella misma mañana. Era obvio que Ben ya estaba llevando a cabo su trabajo.
La compuerta de salida del avión de carga comenzó a abrirse.
—Esto está mal… muy mal… —soltó Owen.
—¡Cada uno tiene sus propias granadas! —explicó Chase, gritando por el sonido del aire que comenzaba a entrar—. No pude diseñar algo lo bastante grande para…
—¡No importa! —respondió James, sujetando de cerca a su hermana, y aferrándose a las correas de su mochila—. ¡Podría ser peor!
—¡Oh, está a punto de ponerse peor! —gritó Owen.
Algunos agentes de la MI6 ya habían comenzado a saltar, perdiéndose en los aires, y gritando por la emoción de emplear tal brinco. Chase, conforme iban saliendo, les explicaba cómo usar las granadas de portal. Por suerte, todos traían un paracaídas por si algo salía mal.
—Es nuestro turno —advirtió James.
Nunca había saltado en paracaídas, y mucho menos ante una situación como aquella donde el destino de la existencia en sí dependía de todo lo que iban a hacer después de eso. Pan comido. Cosa de niños.
—Estoy lista —dijo Luna.
—Adelante, entonces.