Tinieblas [pasajeros #3]

Capítulo 53

La situación era casi imposible de superar. James y Luna estaban rodeados totalmente, no sólo por las Tinieblas en sí, sino también por Pasajeros de Tinieblas, Pandora y más de una docena de sus discípulas. 

—¡Alto! 

La misma persona de traje que había visto el día anterior, en el piso treinta y cinco del edifico, en Times Square, con quién Ben había estado platicando, apareció entre una capa de humo, subiendo los escalones hasta el helipuerto. 

—Ben ordenó que no los matáramos —dijo Patrick, ordenándole a los Pasajeros de Tinieblas que retrocedieran unos metros—. Tenemos órdenes estrictas de dejarlos con vida.

James no pudo soportarlo más. No le importó que estuviera rodeado por todos aquellos extraños seres; se levantó, dejando a Luna en el suelo, y se abalanzó sobre Patrick, para que ambos cayeran por las escaleras hasta la plataforma que había por debajo. 

Ambos rodaron hasta detenerse, y James comenzó a golpear a Patrick en el rostro. Un golpe, luego otro, luego otro, y otro más. Y otro más. 

—¡JAMES, BASTA! 

Allori apareció, apartando al Pasajero de su hermano, y al mismo tiempo, Kevin Smith, junto con una docena de Pasajeros de Tinieblas, sujetaban a los intrusos para apartarlos un poco de Patrick. Pandora sujetaba a Luna del cuello, y la obligaba a avanzar hasta quedar de frente a su hermano.

—¡Uno les perdona la vida, y le responden así! —le reclamó Patrick, levantándose, con varios manchones de sangre tanto en su rostro como en su camisa.

—¿Perdonarnos la vida? —masculló James—. ¡Te voy a matar, desgraciado…!

Kevin Smith le propinó un golpe en el estómago para que James cediera ante el forcejeo, y cerrara la boca. 

—Muchas gracias —dijo Patrick, limpiándose la sangre del rostro, y mirando con cierto desprecio a todos los presentes—. Lindo, muy lindo, en verdad.

—Deberíamos matarlos —siseó Pandora, con un gruñido.

—Estás olvidando a quién dejó a cargo Ben —le espetó Patrick, caminando hacia ella, y ejerciendo cierta fuerza sobre su semblante.

—Y tú estás olvidando quién puede cortar tu cuello con un solo golpe —le atajó Pandora.

—¿DÓNDE ESTÁ BEN?

James estaba harto, y quería terminar con aquella situación de una vez por todas. Lo enfrentaría ahí, en la plataforma, sin importar quién o quiénes estarían de su lado o en su contra. Sería un combate rápido, uno a uno. Lo haría por Dianne, por los Pasajeros, por su hermana Luna, por el Triángulo mismo. Lo haría por Owen, que parecía haber perdido la vida en medio de las Tinieblas…

—¡RESPONDE! —bramó.

Patrick se dio la vuelta para responder, pero se detuvo en seco al ver a Allori, mirándolo con cierta decepción en su mirada. 

—¿En serio eres tan ingenuo? —preguntó Pandora, soltando a Luna, y dirigiéndose hacia James en particular—. ¿Tan idiota?

—¿Dónde está Ben?

Pandora comenzó a reírse a carcajadas. Todas sus seguidoras, desde los diferentes puntos de la instalación, se rieron junto con ella.

—Ben está en el Mar del Diablo.

—¿Qué hace ahí? —preguntó Luna.

—¡ES UN COBARDE! —soltó James.

La sonrisa desapareció del rostro de Pandora, y con un golpe, rasgó el pecho de James. La camisa se abrió al instante, y su sangre comenzó a manar de su tejido. El Pasajero soltó un quejido, al mismo tiempo en el que caía al suelo.

—Ahora que estás ahí presta un poco de atención —dijo Pandora, mientras Luna forcejeaba contra los Pasajeros de Tinieblas que la retenían—. Mientras ustedes jugaban a ser héroes, Ben se hacía cargo de su verdadero trabajo.

—¿De qué hablas? —soltó Luna, llorando por el coraje y el enfado que sentía ahora hacia ella.

—Tokio —dijo Patrick, cruzado de brazos—. Los Ángeles. 

—¿Qué tienen esas ciudades? —bramó James desde el suelo, alzando su mirada hacia sus adversarios.

—Están en cenizas —respondió Patrick—, las Tinieblas se expanden.

—No… —susurró Allori—. Estuvimos en Londres cuando…

—¿En serio puedes ser tan inútil, hermana? —le escupió el empresario—. Jugaban a ser héroes cuando en realidad los ataques tomaban lugar en otra parte del mundo.

No, no era posible…

Rápidamente, James comenzó a hacer una especie de mapa imaginario en su mente. Tokio quedaba en un punto, al oeste, mientras que Los Ángeles se ubicaba del otro extremo. Un triángulo. 

Ben había hecho exactamente el plan maestro en otra parte del mundo. Una donde se encontraba el océano más grande, proporcionalmente hablando. Invocaría su portal del otro lado del mundo. Traería la Isla Opuesta. 

Sería el final. El final para siempre.

Patrick se rió al mismo tiempo en el que las discípulas de Pandora, junto con su maestra, abrían un portal desde cualquier punto de la instalación.

—¡Qué tengan suerte en la oscuridad! —se despidió de ellos.

Finalmente, desaparecieron.

No, no podía estar ocurriendo. Habían caído en la trampa. Habían caído nuevamente frente a Ben, sólo que en esta ocasión no bajo un combate. Ben era un genio. Era un maldito genio. 

Habían caído en la trampa. En la carnada. En la carne fresca.

Y ahora la existencia terminaría. 

 

 

Ben se mofó.

Estaba caminando por encima de un pequeño bote que había encontrado a la deriva, algunas horas antes. Y esperaba, ansioso, el momento de la verdad. Pandora tenía poco que se había retirado del glaciar, con dirección al Bullwinkle, para ponerle fin a sus amenazas. Sí, tenían la orden de no matar a nadie… o al menos no a James, Luna y algún Pasajero que estuviera presente. Quería dejarlos vivos para que pudieran apreciar el mal en persona. 

Sobre el glaciar comenzó a expandirse una enorme capa de humo. Ben sonrió al instante. Estaba sucediendo.

Las Tinieblas. 

En la Antártida siempre había corrido el rumor, mito, leyenda o historia de que había una pirámide. Una extraña pirámide perdida entre sus nieves y suelos de hielo. ¿De dónde provenía? No importaba. Sólo sabía que era uno de los accesos al Triángulo, y eso era todo lo que necesitaba. 




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