Hola alma susurrante,
alma que canta con las aves
y fecunda las flores.
Alma que corre libre y salvaje
como un río y su cauce,
como un potro indomable.
Arróllame en tus aguas,
undívago en tus olas,
ven cada mañana y háblame.
Alma susurrante, dime: «hola»,
¡por favor! y muestra de tu pasión,
el brote insano del rocío.
Buenos días, alma susurrante,
que dibujas en cerúleos cielos,
blancas nubes de algodón
y crepúsculos atardeceres.
Vida que palpita, vida inerte…
lagrimas que caen, sonrisas que llegan...
entre versos, una hortaliza
y tu fruto agridulce, es mirífico,
excelso paradigma, es otro día.
El gallo canta, el viento agita
y tú, abre los ojos y aún respira
sin importar el dolor o las heridas.
Hola alma susurrante
que pone trabas, grandes rocas
y hace añicos los atajos.
A veces creo que eres perversa,
cruel, dolorosa, caprichosa...
tú, que con mezquindad
pintas noches astríferas
y mares estrellados de noctilucas,
me maravillas, me conquistas,
después me arrojas a las carroñas,
al saco del olvido y aun así, dime: «hola».
En mis ojos hay lágrimas en nenúfares
y niños famélicos en los alrededores
y es triste verlo y el orvallo brota.
El petricor se huele y no hay sombrillas
para tantos labios secos,
para el diluvio de esta vida...,
pero aun así, susurras en las colinas:
lobezna, atrevida, menguante y curativa.
La luna siempre muestra sus pechos
en todas sus fases y los arcoíris tristes,
mojan los áridos suelos de arrepentimiento.
¿De qué te arrepientes hoy?
Vive, vive hermano, vive,
que el tiempo nos aflige,
las estaciones pasan
y el hambre sigue.
El ayer fue ayer no lo traigas hoy,
el mañana será mañana
y nunca lo tendrás… ahora,
así que vive cada hora,
ante que el alma dé su último suspiro
y en tus últimos suspiros, te quede sin aliento
y te ahogue de insano arrepentimiento.