Tintes de Otoño

16. Payasos

Nada más debía esperar, nada más debía crear una nueva idea para salir ilesa de ésta        

Nada más debía esperar, nada más debía crear una nueva idea para salir ilesa de ésta. Tenía hasta el sábado para planificar una buena estrategia.

Esa noche intenté dormir, coloqué un nebulizador que guardaba en el armario y lo conecté mientras dormía. Me despertaba cada cinco minutos pero logré descansar un poco, así, lista para ir a clases ese marte, me coloqué el uniforme con los shorts de mezclilla.

Durante todas las clases repasé las canciones que presentaría en noviembre. Ya estábamos en septiembre, y eso me hacía ver la vida un poco distinta, el cambio de mes me alegraba, pronto sería otoño, muy pronto. En doce días los colores cambiarían, el amarillo, el naranja, todos los colores más cálidos bañarían el entorno.

El problema, era el castigo, no podía ir al parque a observar el cambio de estos días... ¿en doce días ya no lo estaría?

O, pero eso no es lo que más me molestaba de esto,  era el deber de la lista, no podía salir más que a dos zonas y Clark y yo no podíamos trabajar en nuestro acuerdo. Antes de ir a clases, me recosté en mi cama y analicé la lista.

1. Subir a un tren.

2. Componer la canción más bonita del mundo.

3. Acostarse en el césped mientras llueve. 

4. Ver las figuras de las nubes. Listo. 

5. Ver las constelaciones. Listo.

6. Dormir una noche.

7. Cantar en un karaoke.

8. Ir a un recital.

9. Conocer a su compositor favorito.

10. Despedirse de Freya. Listo.

Lo que podía hacer esa mañana era ayudarlo a componer la canción más bonita de su mundo. No necesitabamos salir para hacerlo, solamente necesitaba un empujoncito para hacerlo. Cerré la hoja y la guardé en la mochila, lista para salir después de haber sacado a Peachy.

No había hablado con mis padres en ninguna ocasión y se sentía como si volviese a estar en el orfanato, infestada de niños burlones que jalan mi cabello cada que paso delante de ellos. Mamá ni me observaba, papá, en cambio, me observaba con los ojos deseosos de poder decirme patito. Porque él sabía que me estaba rompiendo.

Lo único que reconstruía mis piezas era cumplir el juego de la lista con Clark, discutir con Jack sobre si era suerte o atracción o reírme a carcajadas con mis reposteras, que para suerte mía, volvía a estar con ellas como antes.

Mi caminar era cada vez más lento, cierto era que estaba cansada (siempre lo estaba), pero no más que ayer. Ayer había sido un infierno el poder mantenerme despierta, por eso decidí dormir esa noche con la pesadumbre carcomiéndome cada pensamiento.

Y otra vez volví a desear ser alguien más.

Oh, ¿por qué yo tengo que ser albina?

Oh, ¿por qué yo soy así? ¿Por qué no puedo vivir?

Una parte de mí estaba deseosa de que ya fuese sábado, duraría hasta las diez en la fiesta y regresaría a casa lo antes posible. Hacía mucho tiempo que no iba a ninguna fiesta. Yacía tiempo que no salía con tanta gente.

Al llegar a la escuela, me senté en mi lugar y esperé a que a mi mente se le ocurriese una buena idea para hacer una canción, ¿de qué podría estar hecha la mejor canción del mundo? La primera canción que se me vino a la mente fue la de Yellow, para mí, ésa era una de las mejores canciones, era una dedicación hablando del color.

Pero es por mí, no por Clark.

¿Cuál sería la canción favorita de Clark?

Cuando mi mente espetó la pregunta, Clark se hizo aparecer, dejó su mochila atrás de mí y, pronunciando mi nombre, hizo que me girara.

—Hola, chico azul —saludé con una sonrisa.

Podía estar rompiéndome por lo que pasa en casa, pero decidí no sumergirme más en un mundo gris que solamente podía ser colorido si iba al parque, no podía ir a mi lugar favorito, así que me vería sumida en ese mundo infernal hasta pasen cientos de años y mi castigo finalice.

Clark me sonrió, se sentó y se acercó a mí.

—¿Tu castigo impide visitas? —inquirió.

—Mamá nunca mencionó algo sobre eso.

Y era la verdad, mamá dijo que no podía tener mi celular y que no podía salir, nunca dijo que nadie podía visitarme.

Tara no tardó en llegar, con su aire superior y su ropa negra. Sus ojos lucían rojos y me observó. Volví a mi posición dejando a Clark, quien observaba a su novia llegar junto a él. No quise ver lo que sucedía y, ciertamente, me preguntaba que qué era lo que Clark veía en una persona tan mala como Tara.

Tal vez había algo en ella que yo no podía ver porque demostraba ser otra conmigo, ¿o conmigo sacaba su verdadero yo? ¿Tanto odio residía dentro de su alma? En dado caso, ¿por qué me invitó a su fiesta?

Ella y Mía asomaron por la puerta y me hicieron una seña para que fuese con ellas, eso hice, me guiaron al baño y ahí, Alex estaba llorando en uno de los cubículos. No sabía qué estaba pasando.

Pero, ¿se acuerdan que comenté que me sentía como un fantasma? ¿Que no sabía qué pasaba con Alex pero que algo tenía ella. Bueno, eso es exactamente lo que sucede.

—¿No te dijimos? —preguntó Ella atónita al decirles que no recordaba que me hubiesen dicho el caso de Alex.

Alex tragó con fuerza.

—Lamento si no te lo dije, supongo que fue alguna de esas veces en las que te fuiste temprano.

Sí, ¿pero no fueron para consultarme nada?

Igual, me senté junto a Alex y la abracé.



#4624 en Novela romántica
#1186 en Fantasía
#191 en Magia

En el texto hay: colores, romance, obsesiones

Editado: 07.01.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.