Tintes de Otoño

18. Un slow para esta noche

Nombrar muchas cosas en una noche hizo que me cansara, pero es algo que lo haría una y otra vez        

Nombrar muchas cosas en una noche hizo que me cansara, pero es algo que lo haría una y otra vez. Lo volvería a hacer sin pensármelo dos veces.

Después de que Clark se fue, yo subí a mi habitación, estaba cansada, pero eso no impidió que me sentara en la alfombra y siguiente, por toda la noche, nombrando incontables senderos y aldeas de mi mundo mental. No tuve la necesidad de dormir en ningún momento. Había recibido el mejor regalo de mi vida.

Todo el resto de la semana procuré seguir al pie de la letra las normas del castigo para poder acudir el sábado a la fiesta de Tara. Le había comentado a Lissa que me habían invitado y era probable que fuera, pero su idea de no ir seguía en pie porque no tendría el permiso antes de la fecha. Me sentí un poco culpable, Lissa no iría porque ella sí había empatizado conmigo y ahora que yo iría, ella no podría.

¿Era mala amiga?

Tal vez. Pero necesitaba aprovechar estar con Clark.

El viernes, después de regresar de clases con un lindo vestido floreado, mamá me sentó en la mesa, me despojó del castigo y me dio la autorización de ir a la fiesta, hasta las once. Ni Cenicienta llegaba a ser, era más Rapunzel que nada.

Papá me abrazó y mamá me regresó el celular. Una semana sin él parecía un infierno, pero me había divertido usando el teléfono público para llamar a Jack y saludar a su adorable hermano Peter.

Ese mismo viernes fui a la casa de Ella, todas estaban ahí y de lo aburrida que estábamos, todas en la plataforma de Facebook, Ella mostró un par de fotos de chicas con brillo de labios y preguntó:

—¿Y si hacemos una cuenta de Instagram para subir fotos de nuestros labios con gloss?

Yo, de lo aburrida que estaba, no lo pensé dos veces y exclamé:

—¡Le entro!

Alex y las demás también se apuntaron. Yo creé la cuenta e hice un pequeño logo, sin saber qué color utilizar, opté por uno durzno, que creí el adecuado, nuestro colores eran claros y daban al pie de éste. Además, faltaba mi mejor amiga.

Hice el dibujo de unos labios y coloqué el nombre. A Ella le gustó, pero lissa no tardó en exclamar:

—Creo que se vería mejor de perfil la foto de Ella con maquillaje rosa.

Pero ya lo había intentado, la imagen se cortaba terriblemente, lo cual se lo dije a Lissa. Ella opinó que le gustaba el trabajo que había hecho, así que terminamos poniéndola de perfil y mando una captura al grupo.

Lissa fue la primera en verla, hizo una mueca, nos observó a Ella y a mí y exclamó con la voz seca:

—Se ve estúpido, ¿no?

Mi sangre hirvió. Bueno, si tan estúpido se veía, ¿por qué no lo hacía ella? Ella y yo tuvimos la iniciativa, yo me puse a trabajar en algo para que la cuenta no se viese tan vacía, pero si tan estúpido le parecía, ¿por qué ella no se puso a hacer su maldito diseño?

Me sentí mal. No soy una maestra, tampoco tengo un título de diseño. Pero mi esfuerzo valía algo. Así que me levanté del sillón y desaparecí de la sala para entrar en la cocina, ahí estaba Chris, el hermano de Ella, quien, al ver a su hermana tras de mí, se esfumó.

—No le hagas caso a lo que dijo Lis, se ve cool. No worries, baby —comentó, acercándose a mí para abrazarme.

—Me hizo sentir mal —rezongué—, estos días he sentido un poco a Lissa... extraña, con comentarios secos, no siento que sea personal pero muchas veces sí siento es por mí. Y eso me lastimó porque yo lo hice, no es como que lo haya sacado del jodido internet.

—No es por ti, baby —se apresuró a decir—, tal vez está pasando por algo, tú tranqui, te quedó muy bonito. Me gustó.

 Lo había hecho por Ella, así que la verdadera opinión que me importaba era la de ella. La abracé y me fijé en la hora, ya serían las siete y debía partir a casa, así que me despedí  de todas y eché a andar.

Mañana debía ir a la fiesta de Tara, no iba a mentir, el miedo me carcomía las entrañas. Mañana buscaría un vestido bonito de mi clóset para usarlo.

Al entrar en casa, mamá quedó delante de mí, carraspeó y dando unas zancadas hacia mía, me rodeó con sus brazos. Llenándome las fosas nasales con su olor cítrico. Correspondí también y me percaté en ese momento, que me gustaba abrazarla, sentir su olor contra mi nariz. 

Después de comer, subí a mi habitación y me senté en la alfombra. Cerré los ojos, tomé aire y me repetí en la mente que había recibido el mejor regalo. Cuando volví a abrir los ojos, me encontraba arriba de la aldea de los gnomos. Me acomodé en la alfombra y los observé durante un buen rato. Permanecí recostada sobre  la alfombra durante un largo plaso. Hasta que decidí sentarme a ver los vestidos.

Me senté delante del armario, contemplando cada prenda, sin decidirme realmente por una. Mi corazón se apretujó ante dos ideas: el vestido y la fiesta. Sentí un peso sobre los hombros que me hundió en lo más profundo de un abismo mental y emocional, hasta que mamá abrió la puerta de la habitación, asomando primero su rostro, buscándome con la mirada, luego, con una sonrinsa, abrió completamente la puerta, entró y se sentó al borde de la cama.

Mamá me observó y yo la observé a lla, con un hilo de incomodidad, ya que no mostraba signos de querer hablar, solamente su mirada conectada con la mía, con sus brillando y una sonrisa que denotaba que estaba de buen humor.

Tal vez no se necesitaban palabras, diriían otras, era un momento especial. No sentí que fuese un momento especial, sentí que era un momento de lo más incómodo y, para colmo de males, mamá sonreía, era extraño ver una sonrisa enorme sobre su rostro, tan flamante. Como cuando Merlina sonrió en Los Locos Addams. Así de tétrica lucía mamá. Como una muñeca de porcela en la cima de un mueble, observándome fíjamente con una sonrisa inmóvil en el rostro.



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En el texto hay: colores, romance, obsesiones

Editado: 07.01.2021

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