Tintes de Otoño

29. Visita con el Destino

Ocho veces me asomé fuera de mi habitación durante la noche        

Ocho veces me asomé fuera de mi habitación durante la noche.

Permanecí la mayoría del tiempo en la hamaca y coloqué mis canciones de Disney en un volumen bajo para no molestar a nadie, solamente para mí y mis pensamientos que tendían a salir a esas horas.

A la mañana siguiente, me alisté para ir a clases, Tara me sorprendió en la entrada del baño, cuando me aplicaba un poco de rubor frente al espejo. La azabache negó con la cabeza después de chasquear la lengua.

—¿Por qué haces eso? —inquirió— Okay. Sé que para nada te lo he dicho pero eres muy linda, Emma, no necesitas maquillaje.

La verdad era que no importaba quién me dijese eso, siempre me pondría color. Me sorprendió el comportamiento habitual de Tara.

—La gente siempre me observa, y no de forma bonita; tú me has hecho sentir mal de mi aspecto por años —apunté, tomando el brillo rosado de la bolsa.

—Lo sé —musitó, acercándose—. Pero de verdad creo que eres muy bonita, ¡eres la Reina Blanca o la Reina de las Nieves!

—Me lo han dicho —comenté—, pero gracias por tu esfuerzo. Es que no puedo no mirarme al espejo y desear ser alguien más, no ser tan blanca...

—Algún día lo entenderás...

Fue lo último que dijo antes de irme a clases en el auto de papá. Cuando Clark llegó, me preguntó por su amiga, le dije lo que habíamos planeado y él se vio a favor.

El resto del día lo pasé con Caty, me platicó de sus gatos, yacía tiempo que no me hablaba de ellos. Cuando le pregunté cómo iban las cosas con Adrik, me contestó con un simple no sé.

—¿Cómo no vas a saber?

Era una absurda pregunta para venir de mí, ya que tampoco sabía cómo era lo que tenía con Clark. No se sentía como una amistad, era un poco más que eso, pero nada todavía fijo.

—Bueno, es que... —suspiró y observó a otro lado— solamente me observa. No sé si me tenga miedo.

Me acomodé en el asiento y la obligué a que me observara.

—Bien, escúchame, Caty. Él es un color blanco, los blancos no se acercan así como así, son tímidos, ingenuos y puros. Tú tienes que dar el paso —la señalé—, tú eres el color más fuerte entre los dos.

Caty tomó aire y asintió con la cabeza, un tanto avergonzada. Estaba acostumbrada a ser el color más claro. Cuando salía con Jacob (por cierto, no combinaban nada), él era el que la invitó a salir, él fue el de los pasos. Al inicio, claramente, no había mucho entusiasmo por parte de Caty, pero el rojo supo ganársela.

Mía y Jacob andaban mal esos días. Mía era mucho más enérgica y quería hacer cosas que Jacob se abstenía a hacer, como un no daño mi imagen. Ésa era una gran diferencia que tenía con Mía. La rosada podía hacer lo que quisiese sin temor alguno, en cambio, Jacob la miraba con la ceja alzada y, si tenía oportunidad, se hacía el que tenía amnesia.

Cuando me senté con la chica de color durazno, en el segundo receso, ella me confesó que se había acercado a Adrik, cuando iban a empezar a platicar un poco más fluido, los amigos de él lo sacaron de su campo visual.

—Eso suele ocurrir, pero tranquila, Caty. Sigue así. Vas aflojando camino, cuando él ya se sienta más seguro y no vea peligro, se acercará por su cuenta.

Caty tomó en cuenta mi consejo. En la salida, me acompañó a comer y a la academia. Encargamos una pizza Hawaiana en un pequeño local y la devoramos entre las dos.

—Extrañaba salir contigo —me informó, llevando un trozo a su boca—. Ahora, me debes explicar una cosa —pidió, dejando la pizza en su plato y acercando su rostro por encima de la mesa.

—¿Qué? —inquirí, alzando mis cejas.

—¿Por qué te juntas con ellas? Es decir, pongamos a Mía de ejemplo, no tengo nada en su contra, pero sé que habla de mí a mis espaldas, ¿no se supone, Emma, que nosotras dos somos mejores amigas?

Guardé silencio y la observé. Caty era mi mejor amiga, pero las reposteras estaban en esa línea delgada de ser mis mejores amigas, hiciesen lo que hiciesen.

No supe qué responderle a Caty, cierto era que yo nunca hablaba mal de ella, si alguna lo hacía, la defendía. En vano, pero lo hacía.

—Mira, Caty —comencé, una vez un tanto decidida—, nunca he querido hablar mal de nadie, Mía es mi amiga, junto con las chicas, si habla mal de ti, te defiendo. Tú eres mi mejor amiga, pero así como a ti te molesta que me quieran apartar de ti, no hagas eso igual.

—No lo decía por eso —explicó, tomando la pizza—, es solo que pasas más tiempo con ellas que conmigo. Sé que no te importa que te vean conmigo, pero...

—¿Quisieras acercarte a mí aunque estén ellas conmigo?

Caty asintió con la cabeza, tímidamente.

—Si paso delante de ellas, siento sus miradas como avispas preparadas para comerme viva.

Neguá con la cabeza, con una flamante sonrisa.

—Solucionaremos esto —comenté, levantándome para tirar la basura—, ahora debo ir a mi ensayo.

—En serio eres imposible para crear drama, eres demasiado buena —bufó.

—¿Por qué todos andan diciendo que soy demasiado buena?

Caty se levantó de la mesa y tomó mis manos.

—Es porque lo eres —una sonrisa estiró sus comisuras.

La durazno me acompañó a la entrada y nos despedimos. Una vez dentro, esperé unos minutos a que mi instructora me llamara. Le conté de la sorpresa que tenía para Clark, la cual todavía desconocía, y luego ensayamos con muchas más ganas las canciones.

Al salir del ensayo, Clark me esperaba fuera, como de costumbre. Me acompañó a casa, acompañado de tres perros con correas. Lo único que dijo fue que era su nuevo trabajo.



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En el texto hay: colores, romance, obsesiones

Editado: 07.01.2021

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