Tiempos de pandemia

—¿Crees que este mendrugo es de Mía?

Óscar engullía su trozo con avaricia.

Mientras algunas migajas acertaban a caer en el plato de pasta, otras salían propulsadas en todas direcciones.

—¿Cómo dices?

—Que si es pan de Mía…

Las risas provocaron una pequeña explosión controlada de migajas.

—Eso ha sido malo de cojones —respondí yo, o sea Óscar. Espero que no os líe el doble narrador de esta histeria histórica.

—¿De quién?

—De Cojones. Un amigo mío: Chema Cojones.

—Jajajá. Eso sí que ha sido malo —dijo Víctor Todopedos etc.

—Pues tienes suerte de que no te cuento mi idea de que las mascarillas fueran más baratillas…

—Ahí, sin embrague, tienes razón. Porque si no la revolución popular acabará con la toma de la Baratilla. ¿Lo pillas? Más baratilla, baratilla, Bastilla…

—¿Has dicho “sin embrague”?

—Imaginaciones tuyas.

—Supuse.

Es cierto. Así empezó esta pieza literaria. Se lo dejé dicho a Víctor Todopedoroso: dime todo lo que sepas. Yo también lo confesaré todo. Y entre ambos… sale un libro. Él respondió: no hace falta que nada sea cierto, nos lo podemos inventar todo. El público (lectores y eso) no nos conoce. Podemos mentir. Se lo van a tragar todo. Entonces se me ocurrió que en vez de chistes esto iba a ser un libro de mentiras, de trolas de troll del bosque. Y él, tras leer mi pensamiento, exclamó: ¡es verdad!

Y así empezó la cosa, ni más ni menos. Y el tiempo pasa. Ya han pasado casi tres horas desde que dimos el primer paso en este proyecto. Pero no hay prisa.

Ah, también recuerdo que me dijo: “¡Nos va a salir un libro de cojones!”. “¿De Chema?”. “Sí, de ese amigo tuyo tocapelotas.” “Bien. Mejor que sea de Cojones que de Queta Cagas.” “Parece más limpio.” “Sí. Y más carillo. “