Tirso y el misterio de las reses desaparecidas

La mordida

Kkravito pasó una porción de tripas de rata por el fuego y dijo:

—Ya es hora de poner el cebo, sígueme.

Tirso y Kkravito empezaron a desplazarse hacia los chorotes, de los que habían sacado las ratas un poco antes. Una vez llegaron allí, Tirso observó como Kkravito ponía un poco de las tripas de rata, pasada por el fuego, en cada chorote.

—Ahora vamos por más huesos –exclamó Kkravito.

Kkravito empezó a desplazarse y Tirso lo siguió. Después de caminar un rato, Kkravito y Tirso llegaron hasta unos bultos de hilo pegajoso, como los que Tirso había visto en la montaña La Grande.

Kkravito sacó un cuchillo de hueso y empezó a abrir uno de los bultos. Tirso oservó que adentro de los bultos, habían huesos de reses disolviéndose en ácido.

—¡LAS QUE SE LLEVAN LAS RESES SON LAS ARAÑAS GIGANTES! –pensó Tirso en silencio.

De repente Tirso sitió que algo trepaba por su espalda y le mordía en el cuello.

—¡DEMONIOS!  –gritó Tirso mientras caía al suelo.

Kkravito se volvió y mató a la araña con la macana de hueso, al verla en la espalda de Tirso. Luego Kkravito apoyó a Tirso en su hombro y lo llevó de nuevo al campamento.




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