Al día siguiente Tirso fue a ver a Plinio, y este lo llevó a revisar el dirigible. El dirigible parecía un globo que alguien inexperto, adaptándole una maquina de vapor, había intentado convertir en dirigible.
—¿Es seguro? –preguntó Tirso.
—Si quieres pruebalo –respondió Plinio.
—Súbete tu primero.
Plinio se subió al dirigible y Tirso lo siguió. Plinio encendió el mechero que calentaba el aire del globo. Después de un rato se empezaron a elevar.
—Impresionante vista –exclamó Tirso.
—Para esto construí esta cosa.
—¿Que tal si echamos un vistazo en la montaña La Grande?
—Buena idea.
Tirso y Plinio empezaron a desplazarse a la montaña La Grande en el dirigible.