Después de un rato Tirso y Plinio llegaron a la montaña La Grande.
—Vez lo empinada que está la montaña en su cima –exclamó Plinio-, ahora entiendo porque nadie había llegado a la cima de esta montaña.
—Aterriza esta cosa en la montaña ya -respondió Tirso.
Plinio aterrizo el dirigible en la cima de la montaña.
—Hace bastante frío aquí –exclamó Plinio.
—¿Ves eso? Una cueva, entremos –respondió Tirso.
Tirso y Plinio entraron a la cueva, Tirso encendió un fósforo para iluminar el camino. Después de caminar un rato, vieron unos bultos envueltos en un hilo muy pegajoso. Tirso sacó su cuchillo para abrir uno de esos bultos, y averiguar de que se trataba.