Cuando Tirso abrió el bulto, vieron a un esqueleto humano diluyéndose en ácido.
—¡CARAJO! –gritó Tirso cuando una araña del tamaño de un puma lo sujetó por la espalda.
Tirso sacó su revolver y se lo tiró a Plinio diciéndole:
—¡DISPARA!
Plinio agarró el revolver en el aire, apunto y disparó.
—¡IDIOTA! –gritó Tirso al recibir un disparo en el hombro.
Tirso se volvió, de modo que la araña quedó en frente de Plinio. Plinio volvió a disparar, esta vez dos disparos impactaron a la araña. De los agujeros causados por las balas empezó a salir un liquido verde, mientras la araña se desinflaba como un globo pinchado.
Plinio sacó su pañuelo del bolsillo y le hizo un torniquete a Tirso en el hombro. Enseguida Tirso y Plinio se dirigieron al globo, y volaron a toda velocidad hacia el medico del pueblo, para que atendiera a Tirso.