Cuando Tirso se recuperó del disparo, Plinio y Tirso empezaron a contarle a la gente lo ocurrido en la cima de la montaña La Grande, pero nadie les creyó. Lamentaron no haber llevado consigo el cadáver de la araña, pero el susto y la urgencia por llevar a Tirso al doctor, no les permitió pensar en ello.