3. Memorias

Las puertas de la oficina se abrieron, dejándome pasar con el reclutador. Dejé mis cosas en el suelo junto a mi asiento, viendo el cansancio y obvio desinterés del sujeto frente a mí, que sacaba mis papeles de una pila bastante alta.

—¿Nombre?

—Mónica, Mónica Olivos.

—¿Edad?

—19.

El paso por la oficina fue breve. Firmé un par de papeles y consentimientos de que si me moría, mi familia no podía reclamar, lo típico. Me llevaron con el peluquero del cuartel, el cual arruinó mi peinado más rápido de lo que tardé en sentarme para pasar a su siguiente víctima. Y antes de darme cuenta, estaba en los dormitorios femeninos. La mayoría de las camas estaban desocupadas, así que solo me recosté en la primera que vi y pasé más tiempo del que quiero admitir mirando este diario, pensando qué poner. Hola Vali, si lees esto significa que ya volví. Espero que la granja siga igual ahora que como la dejé.

Valeria cerró el diario por un momento, respiró profundo, aguantando una lágrima antes de seguir leyendo.

Al momento que escribo esto ya pasaron varios días. Me daba mucha pereza anotar mi día a día, no porque no fueran interesante, sino por lo agotada que terminaba por los entrenamientos ahora que soy recluta del escuadrón de reconocimiento. Así que... Bueno, empecemos por el principio.

Mi primer día fue bastante movido. Anoté en mi solicitud lo que aspiraba a hacer, por lo que me enviaron al campamento de entrenamiento para los aspirantes. Para sorpresa de nadie, no aceptan a cualquiera solo por su cara bonita. En el camarote mixto, nuestra instructora nos dio un discurso de bienvenida, algo... Agresivo.

—Entonces... ¿Ustedes son los idiotas que quieren morir en una zanja lejos de la vista del titán? —Preguntó la mujer con cuernos de cristal en la frente. Sus años de experiencia se notaban en su rostro, esa mirada cansada, pero firme, esos nudillos con cicatrices de quemadura, probablemente por el ácido de las sanguijuelas, pero sobre todo esos cuernos y pequeños cristales que sobresalían de su piel, anunciando que poseía una forma titán.— Esta es una de las divisiones más importantes de la milicia. Navegamos por las pútridas aguas para llegar a las tierras altas, recuperamos conocimiento, traemos recursos, mantenemos la red de comunicación con los demás Titanes, pero sobre todo, nos enfrentamos a las sanguijuelas directamente, manteniendo sus números a raya evitando las plagas. Así que no necesitamos a un montón de matones con el ego súbdito, creyéndose capaz de matar cualquier cosa. —Bajó un poco el tono, descansando la voz. — Y con solo verlos, sé que ninguno da la talla para este trabajo. Pero cuando termine con ustedes, serán soldados de provecho, soldados que los niños verán con admiración al pasar. No lo maquillaré, este entrenamiento será difícil, tanto que muchos de ustedes no pasarán el filtro, quizás alguno de ustedes acabe saltando al mar para escapar del dolor que les haré pasar. Y aun así, superar este entrenamiento no les asegura volver vivos de las tierras altas. Es casi seguro que la mitad de ustedes acabe en el estómago de esos monstruos. —Por un segundo sentí algo de melancolía en su voz, pero aun así me revolvió el estómago. — Si no están dispuestos a hacer ese sacrificio, largo de aquí.

Recuerdo perfectamente el profundo silencio después de eso. La sargento esperó con los brazos cruzados hasta que una joven se fue por la puerta, aterrada. Entonces fuimos 19, nadie más se retiró, pues la mayoría eran soldados con experiencia en otras ramas de la milicia. El resto éramos los verdaderos novatos.

—¿Nadie más? Bien, soy la Sargento Rojas y seré quien se encargue de ustedes. Sacaré lo mejor de cada uno y no me conformaré con menos. Descansen, empezaremos a las 500 horas.

Ya te imaginarás qué pasó después. La primera semana fue un infierno: Corrimos maratones por el bosque, sentadillas cargando bultos en los hombros, arrastrar trineos cargados de piedras por kilómetros de llanura, comiendo raciones insípidas pero llenas de nutrientes, aprendiendo a dormir en los árboles o en lugares estrechos para escondernos, etc. De solo recordarlo me duele el cuerpo. Esa semana pasamos a ser solo 14 y la segunda semana fuimos 11... La sargento por fin bajó un poco la intensidad. No mentía con lo que pocos pasarían el filtro.

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—¿Eh? —Valeria, confusa, leyó más lento, pero vio que el resto del diario estaba escrito con letras mezcladas. Por un momento no tuvo sentido, pero recordó ese juego que jugaban de niñas con su madre. Búsquedas del tesoro dónde debían desencriptar mensajes y resolver acertijos para llegar a un premio, el cual casi siempre era mamá haciendo nuestra comida favorita o juguetes nuevos. Esas letras desordenadas seguían el patrón de ese sistema que habían inventado con su madre. Así que, haciendo memoria, siguió leyendo.

Sí... Bueno, encontré a uno de mis compañeros ojeando mi diario, así que escribiré así desde ahora. Es más fácil que tenerlo encima todo el día y que se ensucie. Solo han pasado 2 semanas, pero se siente como si hayan pasado años. Todavía faltan varios meses de entrenamiento antes de la primera evaluación y no creo tener la paciencia para esperar tanto. Estoy segura de que puedo destacar de alguna forma para que me evalúen con antelación. Me sentí desesperada, pero no creerás lo que escuché durante el descanso. Sentados alrededor del caldero, hablaron sobre "La prueba".

—¿Y eso qué se supone que es? —Pregunté confundida.

—Es la evaluación que se le hace a los posibles "Elegidos" para ver si son dignos de tener una "forma titán." —A este tipo le gustaba hacer las comillas con los dedos al hablar.

—Hmm... Y... ¿Cuáles son los requisitos para ser un "Elegido"? —También hice las comillas con los dedos.

—Yo también quería ser una elegida. —Mencionó una compañera engullendo su comida. — Pero solo se eligen a unos pocos cada año, casi siempre se entra a "La prueba" por una recomendación o algo así.