Titanes Abisales: Runas perdidas

18. El camino correcto

Al volver a la base, lo primero que hicieron fue ir al médico para terminar de recibir los cuidados necesarios. En el consultorio, la sargento, acompañada de Ricardo y Valeria, esperaban los resultados.

—¿Ustedes dos no deberían estar descansando? —les recriminó la sargento.

—Deja de hacerte la dura. —le ordenó Ricardo—. Nos preocupamos por ti, acostúmbrate.

—Aquí tengo los resultados —afirmó el doctor, entrando al consultorio—. Como sospechaba, se trata de envenenamiento por agua abisal, agua del mar profundo, para ser exactos.

—Ya lo sabemos, no es la primera vez que entro en contacto con el mar profundo. Deme mis pastillas, así me puedo ir.

—Me temo que... no es tan simple como la última vez. Recientes investigaciones han comprobado que la toxicidad del mar profundo ha aumentado considerablemente estos años. Por lo tanto, los efectos del envenenamiento ahora son más difíciles de tratar.

—¿Entonces qué se puede hacer? —preguntó Valeria, preocupada.

—Los tratamientos comunes no serán suficientes. La infección contenida en su mano ha provocado, entre otras cosas, una necrosis interna combinada con una gran pérdida de sensibilidad... ¡Afortunadamente! Así como el mar profundo aumenta su mortalidad, nosotros hemos avanzado cada vez más en los tratamientos para combatirlo. Tan pronto nos dé su consentimiento, daremos paso al nuevo tratamiento más moderno, avanzado... Y experimental.

—¿¡Experimental!? —exclamó Carolina.

—¡Ha-Hasta ahora ha mostrado buenos resultados! Pero debo advertirle que tiene efectos secundarios como: dolores de cabeza, dolor muscular, diarrea, narcolepsia, náuseas, vómitos, atraso del periodo... —tras seguir contando los efectos por cinco minutos, tomó aire—. Y ya... Bueno, ¿le interesa?

—Mejor móchela y...

¡Sí le interesa! —exclamaron Ricardo y Valeria. Ricardo le tapó la boca, mientras Valeria le agarraba la mano para obligarla a firmar.

—¡Quítense! —sin levantarse de la silla, los apartó a ambos—. ¡Los trajes que usamos también eran muy "modernos y avanzados" y mira cómo quedé!

—Señora... ¡Amputarse es algo muy extremo! Si aún hay posibilidad de salvar su mano, tenemos que aferrarnos a ello. Sé que puede dar miedo, pero aun así... Tenemos que intentarlo. La apoyaremos en todo momento. —la tomó de la mano.

Los ojos de perrito de la joven casi dejan ciega a la sargento que no pudo sostenerle la mirada. Tras meditarlo unos minutos, suspiró y firmó el consentimiento, aunque fuera de mala gana.

—Excelente... —afirmó el médico con una sonrisa—. ¡Ah! Y en el peor de los casos, podemos realizar las pruebas para una nueva prótesis que se está en desarro...

—Doctor, ya mejor cierre el hocico. —Ordenó Ricardo.

Más tarde, ese día, Valeria fue al taller. Acomodaba las cosas con su brazo bueno hasta que volteó a ver el tablero donde había graficado todas sus ideas, muchas de ellas con ayuda de Yaya.

—¿Ocupada? —preguntó Ricardo desde la entrada.

—N-no, solo... estaba limpiando un poco...

—Ya veo. Mira, me puse a revisar las cosas de Yaya para enviarlas a su familia, y creo que deberías quedarte con esto. —Le entregó una libreta.

Valeria la reconoció; era la libreta personal de Yaya donde anotaba sus apuntes sobre los proyectos en los que trabajaban. Recibió la libreta, abriéndola en la mesa. Ricardo se fue mientras Valeria empezaba a leer. Viendo las ideas de Yaya, recordó con claridad los días de trabajo en el taller. Había varios dibujos de runas que trataban de crear juntas y registros del progreso. Al llegar a las últimas anotaciones, vio las hojas llenas de tachones. No eran más registros, sino despedidas. Al leer con calma, se dio cuenta de que eran borradores de cartas de despedida para todo el equipo.

—Entonces... al final sí que lo pensaste, jaja... —recordó esa discusión en los casilleros con una sonrisa. Siguió leyendo hasta encontrar el borrador de la despedida con su nombre.

"Valeria, estos meses han sido muy divertidos. Es como si hubiéramos hecho las investigaciones de toda una vida en menos de un año. Es por eso que, ahora que no estoy aquí, espero que no pierdas el ánimo y termines lo que empezamos. No dejes que nada te detenga, ni siquiera la marimacho o tu falta de conocimiento...
Aunque ya no lo pueda ver, no tengo dudas de que vas a maravillar al mundo con tus creaciones. Con amor, Yaya."

Al pasar página, se encontró con una foto que servía de separador, una foto de ellas dos en el taller. No era precisamente su mejor momento, pues ambas tenían las ojeras y sonrisas cansadas de haber trabajado toda la noche. Frente a ellas, en la mesa, estaba el primer intento por crear el primer prototipo del proyecto de las armas, y de fondo se podía ver a Luis dormido en una silla y a la sargento entrando con una patada, seguramente para llevársela a entrenar.

—Jajaja... ja... —Limpió sus ojos llorosos. Tomó la foto y la acomodó en la esquina del tablero—. Yo... No te decepcionaré.

Tomó la tiza y rápidamente empezó a graficar sus nuevas ideas, ideas que cambiarían al mundo. Las semanas de recuperación pasaron rápidamente. Valeria descansó en la granja, por lo que al volver al trabajo tuvo mucha más energía. En el taller, con las nuevas runas que necesitaba, pasó día y noche hasta diseñar algo sólido con lo que los creadores pudieran trabajar. Las semanas volaron, y mientras los creadores trabajaban, Valeria pudo dedicar algo de tiempo a proyectos personales.

—¿Hey, han visto a la niña? —preguntó Carolina entrando a la oficina, donde solo vio a Luis con el pelo recién rapado.

—Creo que está en el campo de tiro con Jhonatan. Se veía emocionada —le informó Luis, terminando un plato de cereal.

—¿Qué tan emocionada...?

—Pues... —al hacer memoria, tuvo un mal presentimiento—. Uh oh...

Ambos rápidamente fueron al campo de tiro. Desde la distancia, vieron a Valeria en ropa deportiva, con todo el cuerpo pintado con líneas y runas.



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Editado: 18.05.2025

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