Titanes Abisales: Runas perdidas

19.Tenza

Ya casi era fin de año, pero dentro de los límites de la base, a veces era difícil darse cuenta del paso del tiempo. Habían pasado unos días desde su visita al centro de investigación, por lo que el ambiente aún era pesado. Carolina estaba en la oficina de Ricardo, sentada en el sofá.

—Entonces, ¿este es el gran día? —preguntó la sargento.

—Así es, ya tenemos toda la papelería, evidencia y tropas listas. —ajustaba su nuevo traje frente al espejo—. Si todo sale bien, puede que veas al siguiente director de asuntos internos.

—¿Director? ¿No te parece que apuntas demasiado alto?

—Me considero un hombre ambicioso. Desmantelar todos esos escondrijos de cultistas por fin da sus frutos.

—¿Cuántos fueron al final? ¿20? ¿30? Jejeje... ¿Sabes? Nunca entendí tu trabajo. Eres de asuntos internos, pero nunca te he visto investigar casos de corrupción, abuso o atender denuncias dentro de la milicia.

—Bueno, con los años, asuntos internos empezó a hacerse cargo de problemas más allá de los que estaban dentro del gobierno y la milicia. Además, fue gracias a que descubrí a dos espías que por fin pudimos ubicar dónde está la refinería del compuesto T. Uno era el sacerdote que daba misas a los soldados en la base cerca de la capital y el otro era el capitán del barco, regalo de Zoé.

—Ya veo... Y... ¿Estás seguro de que no me necesitas?

—Vaya, vaya, ¿la sargento Rojas se preocupa por mí? Estaremos bien, tú aún sigues en recuperación, ¿recuerdas? Hablando de eso... —miró su reloj—. Ya pasaron 12 horas, tómate la cicotricina... ¿Cicomicina? ¿Cico...? La cosa esa.

—Eso... Eh... Sí, creo que la dejé en mi cuarto. De todas formas, ya me tomé un Dolex, estaré b... —Atrapo un frasco amarillo lleno de pastillas que le lanzó Ricardo.

—Menos mal pedí un repuesto. —se acomodó la corbata—. Te estás saltando tu tratamiento y no te lo voy a permitir.

—Tch...

Sin más excusas, tragó una de las pastillas, que hizo efecto casi al instante. Era como si algo le hubiera pateado el cerebro. Su vista se nubló mientras un fuerte picor bajo la piel de su mano infectada aparecía. Se recostó, incapaz de levantarse por el mareo. Ricardo se sentó a su lado, dejando que usara su regazo como almohada hasta que el efecto inicial pasara.

—Todo saldrá bien, superaremos esto... Quizás este sea un buen momento para...

—Si vuelves a pedirme que... me retire... voy a destrozar todos tus trajes... —A pesar del mareo, sonaba tan seria y determinada como siempre.

—Je... Tenía que intentarlo.

Tras unos minutos, se levantaron. Ricardo la llevó a su cuarto hasta sentarla en su cama.

—Buena suerte y... no hagas nada estúpido.

—Solo soy un agente, no un soldado. Me quedaré en el centro de mando y volveré antes de que te des cuenta. Es más, si me pasa algo, yo invito la primera ronda esta noche.

Ricardo se fue con una sonrisa hasta el estacionamiento mientras se amarraba el pelo. Se montó al auto que reservó y condujo directamente hacia la estación de tren que lo llevaría a la ciudad industrial en pocas horas. Entró a un vagón que, tras un par de estaciones, quedó totalmente vacío, permitiendo la entrada de un último pasajero. Una mujer vestida con un traje negro de oficina se sentó a su lado. Se trataba de su asistente.

—Todo está preparado según sus especificaciones, señor. —Afirmó la asistente mientras le daba una carpeta con los perfiles de todos los miembros del operativo, además de los recursos a su disposición.

—Estupendo, en ese caso el éxito está garantizado.

—Le ruego que no permita que el exceso de confianza le haga bajar la guardia, señor.

—La confianza es un privilegio que viene con la experiencia. —Sacó un cigarrillo, lo puso entre sus labios y dejó que su asistente lo encendiera—. Finalmente, podremos darle un duro golpe a esos loquitos... Quizás de esa forma ya podamos presentar esa solicitud al administrador general para que disminuya las medidas de seguridad...

—El administrador general insiste en que son necesarias.

—Pero no tienen por qué ser permanentes... Tras el incidente de los pirómanos en Ramiriquí era normal empezar a interrogar a todos los transeúntes sospechosos, poner algunos retenes, toques de queda después de las 12... Pero ya han pasado varios meses y ahora extienden todo eso al resto de las ciudades... La gente está descontenta con el acoso que les estamos aplicando.

—Es necesario para encontrar posibles miembros del culto.

—Sí, eso dicen todos... Al final, solo le estamos dando a la gente más razones para unirse a ellos cuando deberíamos darles razones para que sigan de nuestro lado.

—La gente ha olvidado que cumplir la voluntad de Zoé es la única razón que necesitan para mantenerse fieles al camino de la serpiente. Exigir más solo es negar su santa sabiduría. —En sus palabras no pudo ocultar una condescendencia involuntaria.

—Claro... La lealtad es suficiente recompensa.

Se acabó su cigarrillo y siguieron el viaje en silencio hasta llegar a la ciudad industrial. Al salir, fueron recibidos por una ola de calor debido a las cientos de personas amontonadas haciendo fila para salir de la estación. En la salida, guardias de seguridad y policías revisaban los documentos y equipaje de los viajeros, llevándose a aquellos que consideraban sospechosos a una sala aparte para interrogarlos en profundidad.

—Podemos salir por la fila preferencial —señaló la asistente.

—No, vamos por la parte de atrás. Si ven cómo nos saltamos la fila, los haremos enojar. No necesitan ver a empleados del gobierno evadiendo los problemas que provocan.

—Como siempre, es muy considerado, señor.

Usando sus placas y autoridad, salieron por la entrada de empleados entrando a la ciudad industrial Tenza, donde fuertes ráfagas de viento los refrescaban y por poco los hacían perder el equilibrio. La comisaría no quedaba muy lejos, por lo que podían ir caminando.



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Editado: 18.05.2025

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