Tras vestirse, el hombre salió de la oscuridad con su máscara morada.
—Ha pasado mucho tiempo. —de su túnica sacó un libro del cual sobresalían varios documentos—. ¿Buscabas esto?
—Sí, acordamos que me darían la evidencia —intentó tomar el libro, pero el sacerdote lo guardó de nuevo.
—Como sabrás, sacrificar la refinería no fue una decisión fácil... ¿Con esto tu ascenso está asegurado?
—Lo está. Además, les regalé suficiente tiempo para producir un montón de compuesto T. Si no fue suficiente, no es mi culpa.
—Es cierto. También quería agradecerte personalmente por todo el sudor y lágrimas que has invertido en nuestra causa durante estos años... Sin embargo, quisiera pedir tu ayuda con otro asunto.
—Me niego —afirmó rotundamente—. No haré nada más hasta convertirme en director.
—Hmm... Hemos trabajado juntos mucho tiempo, pero veo que nos sigues tratando con recelo... Compartimos los mismos objetivos, ¿recuerdas? Zoé les está dando formas titan de combate a cientos de jóvenes que nunca quisieron formar parte de la milicia.
—Para tener carne de cañón que mandar a la segunda campaña en el Mar Profundo, ya lo sé.
—Luchamos para salvar esas jóvenes almas... —su tono se volvió más suave al acercarse—. Gracias a tu servicio, podremos prevenir la segunda campaña.
Al tratar de apoyar las manos en sus hombros, Ricardo las apartó.
—Más les vale —su tono hostil fue suficiente para que el sacerdote retrocediera.
—Me gustaría invitarte a uno de mis sermones. Te ayudará a entender mejor nuestro propósito.
—Sí... Eso no va a pasar. No necesito escucharte hablar de tus visiones durante horas, suficiente tengo con esconder el desastre que hacen en la granja Olivos.
—No son simples visiones, son la base de nuestro movimiento, la esperanza de un mañana mucho más brillante —alzó la voz con emoción—. Ella habla a través de mí... Me apena no convencerte aún —sacó de nuevo el libro con los documentos y se lo entregó—. Pero aun así, el destino nos une... Ella te dará tu venganza... Y una nueva vida. Cuando Zoé muera.
Salió por la puerta del fondo, dejando la habitación en penumbra con Ricardo leyendo los documentos. Un minuto después, miembros del Escuadrón A entraron.
—¡Pero qué peste...! ¿¡Esas son sanguijuelas!?
—Sí, lo son. Es probable que el sacerdote haya estado aquí hace varias horas. Tenemos lo que buscamos, vámonos.
La redada había terminado con éxito. Todos los sospechosos estaban en custodia. Reportaron los resultados al cuartel y, cuando todo el papeleo fue realizado, pudieron irse a casa.
Mientras tanto, en la base, Valeria volvía a la oficina tras dormir unas horas, topándose de frente con Bochica, quien se había mudado allí mientras Diego seguía fugitivo. Bochica estaba de pie frente a la puerta del taller con un cristal titán levitando a su lado, donde colocó dos tazas de té caliente.
—Buenas tardes, Valeria. ¿Te importaría acompañarme un momento?
—Eeeeh... —ya conocía esta táctica de sobra. No era la primera vez que Bochica la obligaba a pausar sus investigaciones. Ese té probablemente sería extra relajante y la haría volver a dormir—. Pues... De hecho tengo que ir con... ¡Luis! Dijo que me explicaría cómo funcionaba el mecanismo de cerrojo de...
—¿Que yo qué?
Al voltear, vio a Luis al otro extremo de la oficina, dándole mantenimiento a las armas y herramientas del escuadron, con Jhonatan asistiéndolo.
—¡Ah...! Perdón, me equivoqué. Era con la sargento, la cual...
Mientras se inventaba una excusa escapó de la oficina. Minutos después, se escabulló hasta una de las ventanas del taller para colarse dentro, pero se topó de frente con la sargento, quien la esperaba mientras revisaba otro prototipo de "La Mano de Zoé".
—¿Se te perdió algo? —preguntó Carolina antes de tomarla de la túnica y sacarla del taller, regresándola con Bochica.
Bochica estaba sentado en la mesa central, bebiendo de su taza.
—Has trabajado mucho últimamente... ¿Puedo saber por qué?
—Porque es mi responsabilidad. La que Zoé puso en mí.
—Zoé no querría que sus fieles se autodestruyeran al cumplir sus deseos. Tengo entendido que, previo a su último despliegue, tu ritmo de trabajo era más controlado.
—Bueno, es que en ese tiempo... Estaba Yaya para ayudarme con todo.
—Tiene sentido. Perder a alguien espe... —guardó silencio, reformulando sus palabras—. Perder un compañero cambia mucho las rutinas de trabajo.
Valeria suspiró, derrotada, y tomó asiento mientras Carolina se iba con los demás.
—Quiero decir, con ella aquí todo era... mucho más fácil.
—Sí. Podían discutir ideas durante horas, intercambiar conocimiento...
—¡Exacto! Ella me enseñó a hacer la tinta y las runas de las armas de Pachamama. Gracias a eso, pudimos empezar el proyecto.
—Yaya suena como una gran compañera de investigación.
—¡Sí! Ella mantenía todo organizado, optimizando nuestro progreso. Una vez discutió por una hora con uno de los creadores que trabajan con nosotros sobre cómo las runas de absorción estaban mal conectadas con las de potenciación que cargaban la bala, y entonces...
Mientras Valeria se ponía más técnica, el resto escuchaba con atención.
—Ya me perdí. ¿Están hablando de Yaya o del trabajo...? —preguntó Luis.
—Yo qué sé, entre ellos se entienden. —afirmó Carolina.
Sacerdote y alumna hablaron durante casi una hora, acompañados por varias tazas de té, hasta casi quedarse sin voz.
—Ah, y claro... Cuando el gatillo se atascó en el revólver 43, Yaya lo arrojó del enojo y casi le parte la cabeza a Luis. ¡Jajaja!
—Ya veo, sin duda fue una compañera muy valiosa.
—Jaja... Sí, lo fue. —Se talló los ojos al sentir cómo se humedecían.
—Su pérdida dejó una gran responsabilidad en tus hombros, una que erróneamente has decidido cargar sola. —Su tono se tornó serio.