—¡Ok, prueba...! ¿Vamos por la 234 o la 233? —preguntó Valeria a su agotado equipo de creadores. En el campo de tiro, a las seis de la mañana, Valeria y su equipo probaban el nuevo prototipo de revólver. Acostumbrada a madrugar, era la única que, junto con el voluntario que probaba el arma, tenía energía para trabajar. Carolina y el resto también estaban allí, aunque a una distancia más segura.—Bue... Igual le di a grabar —se acercó el micrófono de su grabadora—. 7 de febrero, prueba 234. Hoy realizaremos la prueba del nuevo circuito con las runas abisales. Los últimos meses nos hemos dedicado a refinar nuestros diseños hasta el hartazgo, por lo que ahora vamos a probar la última versión: circuito 24-ZC. Lo probará el voluntario 34, Guillermo Caminos. ¿Algo que comentar?
—¿Me darán desayuno después de esto?
—No. Empieza la prueba, por favor.
El voluntario, vestido con un traje antibombas, puso la batería en el compartimento. Tenía un guante especial que, en la yema del pulgar, contenía un pequeño cristal de titan azul con el cual activó la runa en el armazón. La runa sirvió como interruptor, permitiendo que el poder de la batería recorriera el circuito del arma, llenando de energía la bala. El equipo de creadores perdió su estupor y centró toda su atención en la prueba.
Guillermo apuntó a un muñeco de una sanguijuela en la distancia, respiró profundo, oró por la protección de Zoé y jaló el gatillo. El disparo generó un fogonazo más grande de lo esperado, pero la bala viajó a gran velocidad hasta impactar en el objetivo, explotándolo desde dentro. Guillermo se quedó en blanco por un segundo antes de recordar desactivar la batería a toda prisa.
—Por... ¡¡POR FIN!! —exclamó Valeria mientras todo su equipo se levantaba de sus asientos celebrando—. ¡Dispara de nuevo!
Esperó un momento, dejando que el arma se enfriara antes de reconectar la batería. Disparó ahora todo el cargador, debía esperar a que las balas fueran potenciadas por el circuito, permitiéndole disparar cada tres segundos. El arma no había explotado ni había quedado al rojo vivo, por lo que su emoción fue imposible de contener. Su alegría se escuchó hasta la base.
—¡¡Ya podemos cobrar!! —gritaron los creadores, que recibían pago por avance realizado.
—¡Ya era hora! —exclamó Luis emocionado.
—¿Cómo deberíamos llamarlo? ¡Revólver abisal o quizás...! —mencionó Jhonatan.
—Creo que eso lo debería decidir la niña, ¿no crees? ¡Vamos con ella! —ordenó, alegre, la sargento.
Todo el equipo se reunió con Valeria para celebrar. Carolina y Luis la levantaron en hombros mientras todos vitoreaban. Ricardo transmitió la noticia al cuarto cardenal, quien al día siguiente llegó a ver las siguientes pruebas, las cuales volvieron a ser un éxito.
—¡No puedo agradecerle suficiente por su apoyo, señor! —exclamó Valeria—. Ahora podemos usar lo aprendido para...
—¡Esto es estupendo! —exclamó el cardenal, aún más emocionado—. ¡Vamos a anunciar esto a todos los mandos!
—¿Cómo? Pero, señor, aún no hemos...
—Sé que el proyecto aún no está terminado, pero los avances que has hecho son más que suficientes. Sigue perfeccionando el revólver porque los produciremos en masa tan pronto esté listo.
—¡¿En masa?! Es demasiado pronto para pensar en algo así.
—Entonces toca trabajar más duro. Enfócate en perfeccionar este modelo y lo sumaremos oficialmente al arsenal de la milicia. ¡Cosas grandes nos esperan, señorita Olivos!
Tras evidenciar sus progresos, volvieron a la oficina, donde Valeria comenzó a perfeccionar esta nueva línea de revólver. Mientras tanto, Ricardo terminaba una llamada con la oficina central en su despacho.
—Ufff... ¡ASÍ ES QUE ES, HIJUE...!!
Sus gritos de emoción se escucharon fuera de la oficina. Carolina entró, atraída por el escándalo, con un maletín en la mano.
—¡¿Por qué gritas, animal?! ¿Ahora qué pasó?
—¡Me lo acaban de confirmar! ¡Estás viendo al nuevo director de asuntos internos! ¡La ceremonia será en una semana, así que prepara tu mejor uniforme!
—¡JA!
Ambos se abrazaron antes de empezar a beber el aguardiente que Ricardo escondía bajo su escritorio. Pasaron una hora entre risas terminando medio ebrios.
—Bueno... Felicidades por el ascenso, te lo ganaste.
—Lo sé —sirvió otro par de tragos que tomaron enseguida.
—¡Agh! Mira... He estado trabajando en algo. ¿Recuerdas que te dije que las cosas debían cambiar?
—¿Ajá...?
—Pilla. —Sacó un fólder del maletín—. Escribí una propuesta que...
—¿Tu sabes escribir...? ¡JA!
—Callete la jeta y parame bola! Valeria me ayudo con el lenguaje técnico y no se que vaina legal. —dejo el folder en la mesa—. Es una propuesta para el tema de la seguridad.
—Seguridad... Ya. —Viniendo de una sargento de la milicia lo mejor que podría esperar eran medidas igual o mas extremas que las que estaba tomando el administrador general, pero al ojear las primeras páginas se llevó una grata sorpresa. — ¿Quieres incluir programas sicología al entrenamiento policial?
—Si osea... Cada que visito la ciudad por el motivo que sea, veo a los agentes y anti disturbios rompiendo todo, interrogando gente y osea no creo que esa sea la mejor forma... Si a los agentes se les da mejores herramientas para afrontar las situaciones sin usar una autoridad violenta, quizás las cosas podrían ir mejorar... Podrían consolidar una relación más sana con la gente para que cooperen fácilmente y así podran encontrar a mas loquitos de las sanguíjuelas.
—¿Por qué lo dices?
— ¡Pues funciono con Valeria! ¿¡No?! Si hubiera sido igual de dura con ella que con los demás reclutas la hubiera traumado y no hubiera conseguido los logros que tiene! ¡Esa culicagada no es un soldado aunque tenga forma de combate!
Mientras Carolina tomaba otro trago a Ricardo se le bajaba la borrachera leyendo la propuesta, en parte por la sorpresa de que estuviera bien escrita. Siendo el futuro director de asuntos internos se le haría facil hacerle llegar la propuesta al administrador general pero en el presente en el que vivían, la propuesta seguramente sería rechazada. Sin embargo no podía evitar sonreir al ver que esa intención de mejorar las cosas no se había quedado solo en palabras.