Titanes Abisales: Runas perdidas

23. El primer mandamiento

Tras un minuto de vuelo, llegaron al pueblo. Valeria intentó ubicar la posada justo a tiempo para ver cómo Ricardo, Carolina y Luis salían en estampida, arrollando a sus enemigos al pasar. Jhonatan descendió hasta rozar el suelo, permitiéndoles agarrarse de sus patas antes de alzar el vuelo nuevamente.

Una multitud se formó tras ellos, persiguiéndolos. De entre la turba emergió una figura mucho más alta y musculosa. Corría con grandes zancadas, acercándose por un costado para luego dar un gran salto para una patada doble al costado de Jhonatan. El impacto lo desvió, haciéndolo chocar contra un poste de luz. Perdió su forma titán en el acto, y todos cayeron al suelo. Se retorcía de dolor por las costillas fracturadas.

Ricardo corrió a ayudarlo a levantarse y se dirigieron a uno de los camiones de la granja, estacionado cerca. Carolina se apresuró a ayudar a Valeria a ponerse de pie, dejando atrás sus gafas rotas en el suelo.

—¿¡Estás bien!?

—Sí... solo fue un ras— ¿¡Pero quiénes son esos!? —preguntó, señalando a la turba que los perseguía.

—¡Luego te explico! ¡Luis, ayúdala!

Luis se levantó rápidamente y corrió hacia Valeria para ayudarla a caminar hasta el camión. Mientras tanto, Carolina se plantó decidida, dispuesta a incendiar el suelo para frenar a los perseguidores. Pero el gigante que los había derribado se colocó frente a ella, bloqueándole el paso. La turba se detuvo, dándoles espacio.

Frente a ella, un hombre musculoso de dos metros, con la piel aceitosa y profundas arrugas, la observaba con un aire desafiante.

—Déjame adivinar... eres de esa "Nueva Generación". Si me preguntas a mí, Diego cayó en malos pasos demasiado rápido.

—Zoé tiene a sus elegidos. Nosotros existimos para nivelar la balanza.

—No me digas...

El gigante dio un paso hacia adelante. Carolina retrocedió justo a tiempo para esquivar un golpe directo al rostro. Respondió con una patada al costado, pero fue como chocar contra una pared de piedra. Retrocedió nuevamente, evitando ser agarrada. Levantó la guardia, y sus ojos se tornaron de un bello celeste mientras sus cuernos brillaban con intensidad. Invocando el poder de Zoé, potenció su fuerza y se lanzó contra el gigante, obligándolo a cubrirse ante los golpes que dejaban marcas visibles en su piel.

En medio del intercambio, el gigante logró sujetarla del brazo derecho, acercándola mientras alzaba el puño. Carolina se agachó en el momento justo, esquivando el golpe y respondiendo con un gancho al hígado con todo el peso de su cuerpo. El dolor recorrió todo el cuerpo del gigante, que perdió el equilibrio y cayó de rodillas. A pesar de la abrumadora diferencia de tamaño y fuerza, su falta de entrenamiento lo dejaba en desventaja frente a una soldado con veinte años de experiencia.

Mientras tanto, Luis y Valeria se montaban en los asientos delanteros del camión, y Ricardo ayudaba a subir a Jhonatan en la parte trasera. Luis rápidamente abrió la tapa bajo el volante y empezó a juguetear con el cableado.

—¿¡Sabes robar autos!? —preguntó Valeria, sorprendida.

—¡Tuve una juventud complicada, ¿ok?! —respondió, pelando los cables hasta generar una chispa. El motor rugió al encenderse—. ¡Listo, vámonos! —gritó por la ventana.

Carolina intentó zafarse, pero el gigante, a pesar de estar debilitado, no la soltó. Apretaba con tal fuerza que sentía que le rompería la muñeca en cualquier momento. Se incorporó y la golpeó con un cabezazo que quebró sus cuernos. Alzó nuevamente el puño, pero Ricardo llegó justo a tiempo, propinándole un rodillazo en la cara. El gigante retrocedió, soltando a la sargento. Ricardo tomó el relevo, lanzando potentes patadas al vientre y mandíbula de su oponente. Pero el gigante parecía insensible al dolor y, tras un segundo, se abalanzó sobre él.

Lo tomó del cuello y lo estampó contra el suelo. Ricardo luchaba por liberarse, golpeando con las piernas cualquier punto vulnerable que alcanzara.

—¡Vas a pagar por eso...! —gritó Carolina, aún aturdida. Al incorporarse vio la lucha desesperada de Ricardo por lo que movida por la urgencia, encendió sus puños en llamas, corrió hacia ellos, se agachó y, con toda la fuerza de su cuerpo, lanzó un golpe ascendente al rostro del gigante. La potencia fue tal que los pies del gigante se despegaron del suelo antes de desplomarse de espaldas.

Una quemadura en forma de puño marcaba ahora el rostro del gigante. El golpe fue suficiente para dejarlo fuera de combate. El fuego de Carolina se extinguió de pronto, y sus cuernos rotos se volvieron cristalinos.

La sargento se congeló, dándose cuenta de lo que había hecho. Ricardo la tomó de la mano y la arrastró hacia el camión, mientras la turba socorría al gigante. Exhaustos, saltaron al vehículo, y Luis arrancó a toda velocidad, dejando el pueblo atrás.

Finalmente, pudieron tomar un respiro... excepto Carolina. Intentó encender sus llamas, pero no consiguió ni una chispa.

—No... No, no, ¡no puede ser! ¡No lo golpeé tan fuerte! ¿O sí? —se llevó las manos a la cabeza, como si su mundo se derrumbara.

Ricardo se sentó a su lado para consolarla. Valeria, desde la ventana trasera de la cabina, observaba la escena en silencio.

—¿Por qué la sargento...?

—¡No puedo creer que fuera tan estúpida! —gruñó Luis, golpeando el volante con frustración.

—¿¡De qué hablas!? ¡No la llames así! —reclamó Valeria.

—¡Primer mandato del titán! ¿Lo recuerdas?

Todos los que poseían una forma titán debían obedecer una serie de mandatos inquebrantables. El primero y más importante: "No usar el fuego del titán contra otra persona", sin importar el contexto o la razón. Valeria lo recordó, dándose cuenta de que Zoé le había quitado a la sargento su forma de combate.

—¡Ese tipo no podía contar como humano! ¡Ya era medio sanguijuela o... o... no lo sé! —gritó la sargento.

—Bien, eso le diremos a la corte —dijo Ricardo, intentando calmarla—. Tan pronto lleguemos a la base, trabajaremos en tu testimonio. Recuperarás tu bendición en pocos días, ¡ya verás!



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Editado: 19.04.2025

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