Horas más tarde, Valeria ya había llenado dos libretas con todo lo que Bochica había descrito.
—Con esto debe bastar... Aunque no hacía falta extraer todo —se quejó, con la mano y la muñeca adoloridas.
—No puedes desaprovechar las oportunidades cuando se presentan ante ti. Puedes usar ese conocimiento adicional para lo que necesites.
—Lo del estado de sobrecarga no me servirá mucho que digamos —mencionó al revisar la segunda libreta, en el apartado de sobrecarga—. "En momentos extremos, Zoé puede darle a uno de sus elegidos una sobrecarga de su poder. Su fuego será diez veces más poderoso por un breve periodo de tiempo. La sobrecarga inicia desde las microrunas que se forman en las marcas del elegido hasta el cerebro, donde el intenso poder llega a enloquecer al sujeto, quien puede o no perder su conexión con Zoé o, en el peor de los casos, morir al finalizar el periodo de sobrecarga". A menos que sea capaz de inducir ese estado por mi cuenta, no sé de qué me sirve anotar todo eso.
—Ya le encontraremos algún uso.
Tras terminar, salieron de la biblioteca, donde Carolina los esperaba tomándose un vaso de café. Se veía distraída y un poco molesta. Sin muchas ganas de hablar, salieron de la torre regresando a la base para usar lo aprendido. Volvieron a la oficina, donde empezarían a organizar su nuevo cronograma.
—Bueno, la primer Cardenal dijo que nos involucremos en la búsqueda —dijo Luis—. ¿Por dónde empezamos?
—Ya hablé con ella. Le dije que seríamos asesores —afirmó Valeria—. Luis, puedes enseñarles a los exploradores cómo usar los revólveres Sua y sus medidas de seguridad.
—Facilito.
—Jhona, puedes enseñarles tus maniobras evasivas a las otras Águilas en caso de la aparición de una Sánguijuela Titánica.
—Prepararé el instructivo —afirmó con confianza, levantando el pulgar.
—Yo me dedicaré a seguir buscando pistas en el diario de Mónica. Eso debería reducir el radio de búsqueda y a terminar La Mano de Zoé. Siento que estoy muy cerca de tener un prototipo completo.
—¿Entonces unirnos a los escuadrones de búsqueda está descartado? —preguntó Carolina.
—Por el momento, sí. A menos que nos llamen directamente, lo cual no creo que... —dijo Valeria.
—¿Por qué preguntas eso? —interrumpió Ricardo, a quien le había dado un mal presentimiento.
—Pues... Cuando fuimos a la torre, me crucé con el cuarto Cardenal y... ese idiota dijo que va a liderar uno de los escuadrones de búsqueda.
Todos guardaron silencio por un momento, tratando de entender cómo era posible que el Cardenal pensara que eso era una buena idea. Pero Ricardo, por su lado, había encontrado una oportunidad única en su tipo. Analizó la posibilidad en silencio mientras tomaba de su chocolate caliente.
—Déjame adivinar... Nosotros seremos ese escuadrón de búsqueda —supuso Luis, irritado.
—No exactamente... No los convocó a ustedes. Solo a mí.
Ricardo se atragantó con el chocolate al escucharla.
—¡Agh! ¡Cof! ¿¡Qué!?
—Me ofreció ser su guardaespaldas. Dice que así podré mejorar mi reputa...
—¿Te negaste, verdad?
—Bueno... No le dije que sí.
—¡O sea que te negaste! —Sin darse cuenta había alzado la voz.
—Tampoco le dije que no... Le dije que lo pensaría.
—No hay nada que pensar, Carol. Recházalo. Mientras más distancia pongamos con ese tipo, mejor —su tono cambió; sonaba más apurado e incluso nervioso—. Aparte, aún sigues en tratamiento, ¿recuerdas?
—Pfff... Ya lo sé.
—Señora, no podemos volver a las Tierras Altas. No después de lo que pasó la última vez...
—Además, si vas tú, vamos todos —afirmó Jhonatan, y todos coincidieron—. Aún podemos tomar las cosas con calma... Aunque suene raro que yo lo diga.
—¡Exacto! Carol, trabajando en las armas Sua ganarás suficientes méritos para recuperar tu forma Titán a su debido tiempo. Todos estamos trabajando para lograrlo.
Carolina se mantuvo pensativa pero atenta, con la cabeza baja, pues... aún no sabía lo que quería.
—Está... bien. Ok, le enviaré una carta rechazando la oferta y... gracias, por escuchar.
—Para eso estamos.
Ricardo le dio una palmada, perdiendo ambos un peso de encima, y con el tema zanjado por el momento, podían empezar a trabajar. Ya eran las 2 de la mañana en el campo de tiro. Valeria había trabajado sin descanso en las runas corporales que pintaba en su cuerpo. Ahora las líneas que unían las runas principales estaban formadas por microrunas intrincadas que desde lejos formaban una línea sólida. Extendió las pintadas del brazo a su cabeza, pasando de líneas rectas a espirales.
—¿Segura que esto no es demasiado? —preguntó Jhonatan, que terminaba de dar los últimos detalles a la pintura facial.
—Lo que me preocupa es que se quede corto. ¿Ya terminaste?
—Solo falta este punto y... listo.
Valeria se levantó de la silla para verse en un espejo de mano. Al comprobar que todo estaba bien, fue a buscar la nueva versión mejorada de La Mano de Zoé. A pesar de la hora, el Escuadrón G, Bochica y Ricardo estaban para acompañarla, mientras a lo lejos, a una distancia bastante prudente, estaba su público, compuesto por el personal de la base y algún que otro fotógrafo. Sin quererlo, el Escuadrón G se había vuelto famoso por varios motivos, algunos buenos y otros no tanto, pero había consenso en que si la cerebrito del escuadrón empezaba a dedicarle muchas horas a algo, era porque tenía algo interesante entre manos. Frente al público estaba la primer Cardenal junto a sus escoltas, sentada en su silla. A pesar de las miradas, Valeria no se veía nerviosa.
—Bien, solo ajustamos esto y... —dijo Carlos, concentrado.
—No lo aprietes tanto o los tornillos se van a... —le recordó José.
—¡Ssssh! ¡Yo sé lo que hago!
Los dos aspirantes a creadores que habían ayudado a Valeria con este proyecto también estaban ahí, dándole los últimos retoques al guante.