Habían transcurrido tres días desde el inicio de la prueba del Programa Arcoíris. El equipo del Dr. Crusoe había asegurado la estabilidad del puente, realizando ensayos preliminares para medir su naturaleza y capacidades. Todo parecía ir bien en la teoría. La práctica, la introducción de objetos, era el único paso pendiente. Hasta ese momento, el aro de luz amatista al final de la sala de investigaciones no emitía radiación ni energías anómalas conocidas.
El informe preliminar fue entregado al mariscal Pentecost. En el documento, la división de investigación no solo reportaba la viabilidad de continuar, sino que solicitaba la orden para comenzar con los ejercicios de introducción de objetos inertes. De obtener resultados positivos, la siguiente fase sería ingresar vida biológica. Pentecost revisó el informe, analizó la petición y firmó una orden militar para dar paso a las siguientes fases de las pruebas.
Mientras el Programa Arcoíris seguía su curso, Valladares se encontraba dentro de su unidad habitacional. Como de costumbre, leía un libro sobre tácticas y estrategias de la era moderna: Estudios sobre la Ciencia de la Guerra, del general mexicano Sóstenes Rocha.
Unos leves golpes llamaron a su puerta.
—Pase —dijo sin despegar la vista de la página.
Por el umbral entró Mako Mori, su rostro sereno y una sonrisa cauta, pero amigable. La chica dió un vistazo a la biblioteca de Valladares. Libreros de tamaño considerable que dejaban a la vista los lomos de varios libros de materiales distintos. Desde el empastado holandés hasta las pastas blandas.
—¿Necesitabas algo? —preguntó Valladares con voz grave, girando solo el cuello hacia ella.
—¿Puedo? —preguntó Mako, tomando el respaldo de una silla.
—Adelante.
La copiloto del Gipsy Danger acercó el asiento y se dejó caer en un movimiento suave.
—Quiero contarte sobre el Programa Arcoíris —afirmó con entusiasmo.
Valladares alzó una ceja. Como militar de carrera y piloto experimentado, supo que solo existía la posibilidad de hablar con Mako cuando esta traía instrucciones camufladas del mariscal Pentecost. La bonita manía del jefe militar de repartir sus órdenes por medio de un rostro profesional y una voz suave, pensó.
—¿El mariscal me va a dar una orden? —inquirió automáticamente.
Mako negó con la cabeza. —No, para nada. En verdad quiero contarte sobre el Programa Arcoíris... en cierta parte te conviene y te inmiscuye.
Para Valladares, en el servicio nada beneficiaba, pero todo inmiscuía. Dejó el libro sobre el escritorio y, con su silencio, invitó a Mako a continuar.
—El Programa Arcoíris está siendo un éxito. El equipo del doctor Crusoe está trabajando a marchas forzadas para los experimentos de introducción de objetos. Si todo va bien, pronto tendremos las primeras pruebas en seres biológicos.
—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —preguntó Valladares, viendo por encima del hombro de Mako, procesando la información.
—La razón por la que te estoy contando esto es porque es muy probable que tú y Becket formen parte del primer escuadrón de exploración. El mariscal planea utilizarlos.
Valladares guardó la calma. Acertó la condición que había analizado segundos antes. Soltó un suspiro al culminar su análisis mental, y añadió:
—A veces no sé qué pasa por la mente de tu padre, Mako. Quisiera entender cada una de sus acciones por más pequeña que sea —hizo una pausa, chasqueando su lengua—. Personalmente, no tengo intención de arriesgar mi pellejo entrando por un portal al que sabrá Dios a dónde nos lleve. Pero si tu padre lo ordena, no tengo nada más que hacer que acatarla. Porque un soldado no está para cuestionar órdenes, está para ejecutarlas.
—Entiendo —respondió Mako, bajando la mirada.
—¿Ya le comentaste a Becket?
—Aún no. No lo he visto desde la mañana que salió a patrullar la costa junto a los de Cherno Alpha —afirmó con voz suave.
Ambos guardaron silencio por unos segundos.
—Te agradezco que me hayas escuchado —dijo Mako, interrumpiendo la quietud.
—No tienes nada que agradecer —contestó Valladares, volviendo a tomar el libro entre sus manos.
La portavoz del mariscal se levantó de la silla y, con una reverencia, se despidió. Valladares solo la vio salir para después retornar a su lectura.
Dos semanas después.
—Mariscal —hablaba el doctor Crusoe—, las pruebas con objetos inertes sobre el interior de la brecha artificial han entregado resultados positivos. Muy pronto podríamos iniciar con la segunda fase de prueba introduciendo vida biológica. Podríamos utilizar algunos animales callejeros y ratones clonados para los experimentos antes de ingresar misiones de exploración humana.
Pentecost escuchaba con detenimiento desde su lado del escritorio.
—¿Por qué no ingresar equipo de audio y video? —cuestionó, viendo al doctor a los ojos.
—¿Audio y video? ¿Habla de drones, mariscal?
Pentecost afirmó levemente, mientras su mirada seria y pragmática se centraba en los ojos del jefe de la división de investigación.
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Editado: 04.12.2025