Regrese a casa de nuevo con las puntas de los dedos quemándome, con líneas que parecían partir mis uñas, resquebrajarlas, dejando divisiones blancas en forma de rayos.
Llegue al gran salón y me inundo el olor a madera que desprendía toda la casa.
La vida era una carga, por eso cada vez que regresaba a mi hogar no le daba muchas vueltas al asunto.
No limpiaba porque las pequeñas chispas lo hacían, más por lealtad a mi apellido que porque se los ordenase.
Subí las escaleras rumbo a mi cuarto sintiendo la pesada carga a la que me había acostumbrado antes de tiempo, una carga de soledad infinita. Entonces llegue a mi cuarto y me encerré contemplando una obra de arte que mi madre había pintado en el techo, obra inyectada de magia que la hacía cobrar vida cuando no hubiese luz, contándote cada día una diferente historia para dormir.
Hoy estaba quieta a la luz y yo sabía que esperaba.
Fue entonces cuando mi celular sonó sacándome de mi encasillamiento y junto a eso, llevándose mi paz.
—Lesa. —hablaron al otro lado de la línea, como chocolate en invierto. Una dulce y profunda voz masculina que de inmediato reconocí como Ellen, mi guardián o lo más parecido a un cuidador. Mi mejor amigo.
—Hola Ellen. —salude y él suspiro al otro lado de la línea.
—Me estaba molestando el que no recibieras mis llamadas.
—Las recibía, solo que no las contestaba.
—Eso significa que ha debido de suceder algo para que respondieras hoy —me quede callada y él lo tomo como una señal de afirmación—. Lesa, el programa de selección ya va a empezar, sabes que tienes que asistir; las señales se están haciendo fuertes. —impulsivamente mire mis uñas y estuve silenciosamente de acuerdo.
—¿Cuándo?
—La próxima semana se harán las presentaciones oficiales.
—¿El mundo humano correrá igual?
—Tenemos medidas, lo sabes…
—Bien. —mis hombros y observe el atardecer al otro lado de la ventana.
—Lesa, sé que será difícil pero tus padres habrían querido que tengas una buena selección.
—Nos vemos en una semana Ellen, espero que no haya ningún inconveniente.
—Bien. —suspiro por mis palabras que no dictaban mas conversación y colgó.
La mañana siguiente tampoco pude dormir y así paso unos días sin noticias de él, entonces al tercer día me encontré de vuelta muy temprano en clases humanas.
Segundo día de la semana, me dije y dejé que mi cuerpo se amontonara sobre la carpeta.
Tenía tanto sueño pero las uñas de las manos comenzaron a picar de nuevo y no pude concentrarme en la deriva, no pude dejarme ir como las otras veces.
El dulce olor de la magia pico en mi nariz e instintivamente levante la cabeza buscando el motivo porque esa no había sido yo.
Afuera los chicos y chicas comenzaban a entrar al campus, adentro ya se escuchaban risas en el pasillo y los zapatos de tacón que usualmente vestían las chicas resonaban en los suelos. Fruncí el ceño por un par de pasos que se acercaron y entonces la puerta se abrió revelando al mismo chico que me había estado observando el día anterior y mucho antes de ese.
Chompa de punto, de color gris como la montura de sus anteojos y los ojos un poco pequeños de color negro. Su cabello hasta la nuca de tono ceniza rubio junto con sus cejas y pestañas.
—Buenos días. —saludo e incline la cabeza para responderle.
Él hizo su recorrido hasta la carpeta al lado mía y saco un libro sin portada.
—Entonces simplemente no lo hagas. —rieron unas voces afuera pero omití eso y volví a esconder la cabeza y las manos en mis mangas porque el olor a magia había desaparecido.
—Creo que ella podría comerme vivo si le digo que no.
—Eres extraño. —siguieron riendo y después un breve segundo de silencio paso hasta que alguien tiró suavemente de mi cabello suelto que escapaba del desordenado moño sobre mi cabeza.
—Hola Reaben. —saludo una voz ya conocida y molesta.
Simplemente no salude pero él no se rindió y como si supiese exactamente lo que me molestaba, coloco los mechones detrás de mis orejas muy lento tocado deliberadamente mi piel tan incómodamente que me estremecí por dentro, algo que había odiado que hiciera mi padre alguna vez.
—¿Qué haces Cam?. —pregunto otra voz.
—Tratando de que me saluden.
—Pero si está dormida, vamos, mejor déjala.
—No está dormida. —rio Cam y después oí su dulce voz en mi oído, cosquilleando en la piel expuesta—. Eres una pésima actriz.
—Cam, deja de molestarla. —insistió la otra voz.
—Se quedó dormida hace un rato. —hablo una tercera voz, voz que identifique como la del chico que se encontraba al lado mío— tenia ojeras, parecía que había pasado una mala noche, déjala dormir.
Se hizo el silencio y nuevamente se sintió el olor dulce de la magia por lo que sin intención levante la cabeza buscando al propietario de ella, dándome cuenta de que el chico al lado mío tenia aquella facultad y chispas pequeñas rodeaban la punta de sus dedos, como si los hubiese metido en escarcha.