Estaba caminando con el sol entrando a través de las ventanas del lado este, con mis pequeños zapatos sonando en el corredor, buscándolo, porque hoy era el día en el que lo conocería, que me presentaría a él y dejaría de observarlo tanto, porque estaba segura de que mi cuento de hadas estaba por comenzar, por dar su gran paso…
Entonces lo vi, a él, conversando con otra niña y sus padres charlando con los padres de la otra niña, ella toda una pequeña dama de ojos plata con unos dulces labios, y él le sonreía con tanto cariño en la mirada que aquello me hizo retroceder.
Eso hice, yo retrocedí, pero él se dio cuenta y fue en ese instante, cuando nuestros ojos chocaron que sentí mi corazón detenerse, sentí un pequeño hilo entre nosotros tensarse y después todo se rompió.
Era una niña, lo entendía, pero también entendía que él era mi compañero, el día anterior lo había descubierto y este era mi día, solo que los rumores eran ciertos y él tenía una prometida, mi padre me había explicado que eso era absoluto y si es que yo no encontraba al amor de mi vida, entonces también tendrían que conseguirme un prometido.
Él había ofrecido mi mano en matrimonio a mi mejor amigo, a alguien que quería mucho pero no era mi compañero. Jared me había dado un collar de compromiso incluso, y después había partido.
Pero, ¿qué pasaba si mi compañero ya tenía prometida?
No entendí porque mi mente voló en ese momento, pero si supe que él era hermoso.
El sol iluminaba todo, colándose por las ventanas, aclarando mi visión de él. Fue entonces que supe que no quería ser dominada por un lazo invisible creado por el caldero y que él, mirando a aquella niña con tanto amor, merecía elegir con quien se quedaría y aun así, no aparto la mirada de mí, me observo. Fui yo la que retrocedió primero.
Yo elegí.
—Lesa. —murmuro él y abrí los ojos. Su magia tenía un peculiar olor a lavanda muy sutil, no era una magia egoísta, era pacifica, pero fuerte y predominante.
—¿No deberías de estar por ahí haciendole bien a la magia y el caldero?. —pregunte levantándome del banco, evitando mirarlo, secando casualmente el rastro de lágrimas en mi cara ahora frio por el marmol.
—¿Qué haces aquí?. —pregunto a cambio y yo negué con la cabeza.
—Dando un paseo.
—¿Con un hermoso vestido?
—¿Qué más da?. —evite su pregunta sin sentido.
—Bueno —suspiro— supongo que no tengo la cercanía a ti para que me respondas. —me levante y él también lo hizo. Entonces le extendí su saco, uno con el que había despertado cubierta y él se lo coloco frunciendo el ceño, confundido.
—Gracias. —y me coloque mi capa dispuesta a marcharme pero él se aclaró la garganta y tuve que volver a prestarle atención porque había tanto eco en mi cabeza que no me hacía pensar y muy en el fondo, yo en verdad quería saber que quería. No lo ignoré.
—Lesa —murmuro— yo, tengo algo que entregarte.
—¿Entregarme?
—Bueno, no sabía exactamente qué tipo de cosas te gustaban —y sus orejas comenzaron a ponerse rojas— así que… lo siento si no te gusta, creo que se puede cambiar. —sonreí, no fue porque era irónica toda esta situación sino porque él era él, y a pesar del tiempo, seguía poniéndose rojo en la misma zona y eso era algo que era lindo—. ¿Por qué estas sonriendo?
—Porque me causas gracia.
—¿Debería de sentirme ofendido? —negué con la cabeza en respuesta— bien. Entonces toma. —se mordió el labio muy sutilmente mientras que me extendía un pequeño regalo con envoltorio de oro.
Me quede observándolo confundida y después él retrocedió un paso dándome espacio. Yo no entendía porque me estaba dado un regalo ya que eso era y no podía confundirme. La lógica me dejo identificar el envoltorio que no podía ser más grande que mi palma y entonces, a pesar de que busque cual era el truco, no encontré nada.
—¿Qué es?. —pregunte y él sutilmente coloco su mano en su cuello.
—Un regalo, ya sabes. Es tu cumpleaños.
—¿Cómo...? —repetí y él sonrió.
—Bueno, mi padre era amigo de tu madre y me dijo que ella murió cuando naciste, solamente use la lógica para saber... y creo que puedo entender porque estás sola ahora mismo, en un lugar como este. —miro alrededor y yo apreté la mandíbula.
—¿Por qué?. —pregunte de nuevo con miedo de acercarme a aquel envoltorio dorado, temiendo más de mi reacción por todo que por él.
—Porque es tu cumpleaños.
—Pudiste haberlo ignorado si es que lo sabias, aun mas si sabias que mi madre murió en un día como hoy. Se lo pedí incluso a Ellen, le pedí que no me recordara que tan importante era este día, ¿entonces por qué?