Titulares Del Corazón

Capítulo 1

Chloe

El olor a papel impreso era el perfume de mi reino. La oficina del periódico escolar, un espacio caótico para la mayoría, era mi santuario personal. Eran las siete de la mañana de un martes, el día más sagrado del ciclo semanal del Highland High Courier, el periódico de nuestra prestigiosa preparatoria en las afueras de Boston. Para mis diecisiete años, y para mi hoja de vida que ya olía a admisión universitaria, ser la editora en jefe del periódico era la joya de la corona.

Con el cabello recogido en una coleta alta, una taza de café humeante en una mano y mi tableta digital en la otra, repasaba la maqueta de la primera página. El titular principal: “El Concejo Estudiantil Debate el Presupuesto para el Baile de Graduación”. Sé lo que algunos pensarán: “¡Qué aburrido!”. Pero para mí, cada palabra, cada coma, cada párrafo era una pieza de un rompecabezas más grande. Una beca completa para la escuela de periodismo de Columbia no se iba a ganar con chismorreos sobre quién salía con quién. La credibilidad, la precisión y la relevancia eran mis mantras.

—Anderson, ya estás aquí —dijo mi mejor amiga, Maya Sharma, entrando con una pila de muffins que dejaban un rastro de canela—. ¿Acaso duermes en la oficina?

Maya era mi mano derecha, mi editora de noticias y la única persona que toleraba mis obsesiones periodísticas sin juzgarme. Ella suspiró, dejando los muffins en la mesa central llena de periódicos viejos.

—¿El titular del baile de graduación de nuevo? No me digas que el señor Henderson ha vuelto a recortar el presupuesto para la decoración floral.

Sonreí, un poco orgullosa. —No te imaginas la cantidad de política que hay detrás de las flores, Maya. Es un microcosmos de lo que sucede en el Congreso. Además, es un tema que afecta a todos los del último año. Es relevante.

Ella se rio, sentándose frente a mí y abriendo su propio portátil. —Relevante para los que no tienen planes de vida tan… serios como los tuyos. A propósito, ¿ya enviaste esa solicitud para Columbia?

Mi estómago dio un vuelco. La solicitud. Era la culminación de años de trabajo, de noches en vela, de artículos impecables. La tenía casi lista, pero la última sección, la del ensayo personal, me tenía bloqueada. ¿Cómo resumir mi pasión por la verdad y la justicia en quinientas palabras sin sonar como una enciclopedia andante?

—Casi. Solo estoy puliendo el ensayo personal. Quiero que sea perfecto.

Maya me miró con una ceja arqueada. —¿Perfecto? ¿Tú? No, no me lo creo. Nunca has tenido que pulir nada. ¡Tu primer borrador siempre es mejor que el trabajo final de cualquiera!

Me encogí de hombros, intentando disimular mi ansiedad. La verdad era que no me sentía tan segura como solía hacerlo. Este era el último escalón. El paso definitivo para solidificar el camino que había trazado para mí desde que era una niña.

Fue en ese momento cuando la puerta del señor Harrison, nuestro asesor del periódico, se abrió. El señor Harrison, un hombre calvo y amable que siempre olía a tabaco de pipa y a tinta de imprenta, rara vez llegaba tan temprano. Su expresión, normalmente afable, tenía un matiz de preocupación, y en su mano sostenía una carpeta de un color inusualmente… ¡azul claro! ¿Quién usaba carpetas azul claro en el periodismo?

—Chloe, Maya, necesito un momento de su atención, por favor —dijo, ajustándose las gafas.

Nos miramos. ¿Qué podía ser tan importante? ¿Habría un nuevo escándalo de la cafetería? ¿Quizás el equipo de fútbol había violado alguna regla y teníamos la primicia? Mi corazón empezó a latir con la emoción de una posible gran noticia. Mis ojos brillaron.

El señor Harrison tomó asiento detrás de su escritorio, la carpeta azul claro colocada con inusitada delicadeza frente a él.

—Tengo noticias importantes para el Highland High Courier.

Mis nervios estaban a flor de piel. Sentía que este era el momento, el gran giro que mi vida y mi carrera estaban esperando.

—Un nuevo coeditor se unirá al equipo. Viene de la Academia Wellington en Londres.

La frase “un nuevo coeditor” resonó en mi cabeza como una campana desafinada. ¿Coeditor? ¿Y de Londres? Mi santuario, mi reino, mi futuro planificado, todo pareció temblar en su base. Mi rostro, estoy segura, se contrajo en la expresión de mayor disgusto que había logrado producir en mi vida.

—¿Coeditor? —logré articular, sintiendo que cada palabra se atoraba en mi garganta—. Señor Harrison, con el debido respeto, el Highland High Courier nunca ha tenido un coeditor.

Maya me dio un codazo bajo la mesa, una señal de advertencia para que bajara el tono. Pero la credibilidad y mi beca de Columbia estaban en juego.

El Sr. Harrison se quitó las gafas y frotó el puente de su nariz. El gesto era una señal clara de que venía una batalla.

—Lo sé, Chloe. Pero las circunstancias son extraordinarias. Ethan Thorne viene de una familia con una herencia periodística... considerable. Su padre, Lord Alistair Thorne, es el dueño del London Chronicle y de otras veinte publicaciones en Europa.

El nombre Ethan Thorne sonó como una declaración de guerra, una amenaza cubierta de seda y privilegio. Lord Alistair Thorne. Lo conocía. Un magnate que veía la verdad como algo moldeable y las noticias como un producto. ¿Su hijo venía a corromper mi periódico?



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En el texto hay: humor amor, egocéntrico, química explosiva

Editado: 26.09.2025

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