Titulares Del Corazón

Capítulo 6

Chloe

Yo estaba de pie en la oficina del señor Harrison, con las manos firmemente cruzadas detrás de mi espalda, lista para desplegar mi estrategia de investigación sobre el profesor Davies. La lista de titulares reales que Ethan me había deslizado ardía en mi bolsillo. Pero allí se quedaría.

—Señor Harrison, con respecto a la discre…

El señor Harrison, el hombre con corbata de seda y una sonrisa que nunca llegaba a sus ojos, me interrumpió levantando la mano.

—Ah, sí, Chloe. El verdadero trabajo. Me temo que director Sterling me ha pedido personalmente que desviemos el foco de atención hacia algo más… unificador, — dijo, el tono de unificador sonó tan falso como el césped de Highland. —La administración quiere una historia de alto perfil para el próximo número.

Mi corazón dio un brinco. Alto perfil. Esto es todo. Puedo hacerlo.

—Claro, ¿la auditoría en la Fundación Alumni? O la becas…

—No, no, Chloe, — rió, como si mi idea fuera adorablemente ingenua. —Me refiero a Winston.

Me quedé helada. —¿Winston?

—El Perro Trofeo, Chloe. La querida mascota de Highland. Ha desaparecido, — anunció con una solemnidad que haría reír a un noticiero nacional. —Necesitamos una historia de portada emocional y conmovedora sobre la desaparición de nuestro bulldog. Algo que distraiga a las familias de los temas... aburridos.

Sentí cómo toda mi profesionalidad se deshacía. ¿Me habían obligado a retrasar la investigación más importante de mi vida por un perro con más arrugas que una toalla vieja?

Antes de que pudiera ventilar la frustración que me quemaba en la garganta, la puerta se abrió y Ethan entró como si fuera el dueño del despacho. Su pelo castaño desordenado y su traje impecable eran, como siempre, una contradicción irritante.

—Ah, Thorne. Justo a tiempo, — dijo Harrison, luego de un breve resumen de lo que se trataba. — He asignado a Chloe como su co-editora para esta misión de alto perfil. Ambos serán responsables de la cobertura. Usted, Thorne, como nuestro observador externo con habilidades de investigación... poco convencionales, y usted, Chloe, como nuestra editora de oro, harán un equipo formidable.

Ethan se apoyó contra la pared, y me dirigió una sonrisa lenta y arrogante que me hizo querer romper mi bolígrafo en dos.

—Un bulldog desaparecido. Es la misión que me merezco, ¿no es así, coeditora? —Sus palabras eran seda, pero su mirada era puro desprecio a mi seriedad.

Me giré hacia Harrison, manteniendo mi voz peligrosamente nivelada. —Señor, con todo respeto, el señor Thorne y yo tenemos estilos de trabajo... opuestos. Esto retrasará el verdadero trabajo.

Ethan me interrumpió, sin siquiera mirarme. —Chloe tiene razón, Señor Harrison. Yo trabajo mejor en el caos. Ella trabaja mejor cuando puede establecer catorce reglas para respirar. Pero no se preocupe, — se encogió de hombros con una burla juguetona, —si alguien puede encontrar a Winston, es su servidor.

—¡Perfecto! —espeté, aplaudiendo una sola vez, con sarcasmo cortante. —Él es el experto en caos, y claramente tiene todo bajo control. Déjelo a él.

—Señorita Anderson, no es negociable. Además, el señor Thorne ya tiene un plan —dijo Harrison, con un tono glacial que me recordó de dónde venía la verdadera autoridad.

Harrison estaba encantado con el ingenio de Ethan. —¡Excelente! Espero el titular mañana por la tarde. Vayan, muchachos. ¡A trabajar!

Salí del despacho con tanta velocidad que Ethan tuvo que apresurarse para seguirme. El aire a mi alrededor olía a papel y a la rabia contenida que yo no podía liberar.

—Regla número uno, — espeté mientras caminaba. —Tú harás las entrevistas. Yo haré la investigación y la redacción. Nos reunimos en la redacción a las cuatro y media. Y no toques nada.

Ethan me alcanzó, me arrebató el único bolígrafo Faber-Castell que usaba de entre mis dedos, y lo hizo girar hábilmente.

—Relájate, señorita precisión, — dijo, con la voz baja y llena de diversión. Las mascotas no trabajan con un calendario. El caos es parte del proceso. —Debo buscarte uno más corto.

Estiré la mano para recuperarlo, y nuestros dedos se rozaron. El roce fue breve, pero el mundo pareció temblar un instante, rompiendo la burbuja de mi profesionalidad. Sus ojos, ahora más oscuros, dejaron de sonreír por primera vez. Me concentré en su desordenado pelo castaño, obligándome a olvidar el contacto.

—Dame mi bolígrafo, Thorne.

Él me lo devolvió con una sonrisa de depredador. —Si vas a ser inútil, al menos sé silencioso. Yo empiezo por la gente que no parece delincuente, — repliqué, recomponiéndome.

Ethan inclinó la cabeza, su arrogancia de vuelta al 100%. —Me temo, P, te llamaré P de ahora en adelante… Me temo que en un caso tan bajo como este, los delincuentes son los únicos que dicen la verdad. Y yo soy mejor hablando el idioma de la escoria que tú. Vamos, nuestra primera parada es la cocina.

Ethan

Cuanto me desagrada el olor a desinfectante industrial y este es el peor y si a eso le sumo el olor a algo frito, se podrán imaginar. P había rechinado los dientes al escuchar la palabra “cocina,” pero me siguió. Sabía que esta tontería de perro era una forma de Alistair de recordarme que mi vida era un juego sin sentido, pero yo lo convertiría en el disfraz perfecto para mi propia paz mental. Por mis venas corría las ganas enormes del peligro, y aunque este no era ni remotamente cerca a lo que me gustaba, parecía divertirme.



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En el texto hay: humor amor, egocéntrico, química explosiva

Editado: 14.10.2025

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