Titulares Del Corazón

Capítulo 7

Ethan

Habían pasado dos horas que se sintieron como mil. La búsqueda de Winston nos había llevado a través de la zona de mantenimiento de los campos deportivos: más lodo, más contenedores de basura, más preguntas estúpidas que Chloe se obstinaba en hacerle a cada jardinero que se cruzaba.

Ahora estábamos recostados en el suelo de concreto, detrás de los vestuarios de fútbol, escondidos del sol de la tarde. El aire olía a pasto cortado, a sudor rancio de las taquillas y, lo peor, a la basura fermentada que habíamos revuelto. Chloe estaba sentada con la espalda apoyada en el muro de ladrillo, con el rostro cubierto de hollín en la frente y las manos lejos de su falda para evitar mancharla más. Yo estaba tirado a su lado, tan harto como ella.

—Esto es inútil, Ethan —murmuró, en un gruñido. Incluso su tono de estaba gastado—. Winston está probablemente disfrutando de unas vacaciones de lujo con quien sabe quien en quien sabe dónde.

—Espero sea así y no lo que estoy imaginando desde que empezamos esta basura de investigación —respondí, pasando mi mano por mi pelo revuelto.

Me senté, sintiendo la tensión en mi espalda. La mugre se pegaba a mi chaqueta. La rigidez de su cuerpo en el lodo me había recordado el control que ella ejercía, sobre todo, y yo quería ver qué pasaba si ese control se rompía.

—Estoy asfixiándome con esta chaqueta. Necesito limpiarme.

Me quité la chaqueta negra de un tirón, ignorando su mirada de desaprobación. Luego desabroché mi camisa. No era un gesto seductor; estaba sucio y hacía calor. Me quité la camisa de popelina, que ahora tenía una mancha de grasa enorme en el hombro, y la hice a un lado con desprecio.

Chloe se quedó helada. Sus ojos, que habían estado concentrados en un punto del hormigón, hicieron un recorrido brusco que comenzó en mi hombro y se detuvo justo en la cicatriz superficial que me cruza el costado. El color subió a sus mejillas, una línea rosada bajo la suciedad. No pudo desviar la mirada.

Sentí su análisis. No la crítica a la ropa, sino la evaluación de mi cuerpo: los músculos que no eran de esfuerzo, sino de gimnasio, la piel tensa por el sol, la costilla marcada por un recuerdo que yo prefería olvidar. Su respiración se hizo tan lenta y superficial que era casi inaudible.

—¿Problemas de diseño, P? —pregunté, mi voz baja y rasposa, sin mirarla directamente. No quería que rompiera el momento.

—No... no es profesional —siseó, pero no se movió.

Ella estaba atrapada en el detalle. Y yo disfrutaba ver cómo su cerebro, acostumbrado a los hechos y las reglas, fallaba ante una distracción tan física y real. Me incliné, mojando un pañuelo que siempre llevaba y comencé a frotar con fuerza el hollín de mis brazos.

—La profesionalidad está sobrevalorada. Especialmente cuando hueles a vertedero.

La vi tragar saliva. Su mano se movió, como si quisiera tocar la cicatriz, pero se detuvo a medio camino y se aferró a la manga de su propia chaqueta. Era una rendición de su parte. Ese segundo fue la magia; el reconocimiento de que había algo que no podía controlar o borrar con reglas o bolígrafos. Éramos dos personas, y no dos rivales.

El tono de llamada resonó en el silencio, brutal y vulgar.

Cerré los ojos, sintiendo cómo el momento se deshacía. El nombre que parpadeaba en la pantalla era el último que quería ver.

—Padre.

Respondí, y mi tono cambió de inmediato; se volvió frío, cortante, como una hoja de cuchillo.

—Sí. Ya me ocupo.

Me levanté sin pensarlo, me puse la camisa y el traje, sintiendo que la armadura volvía a colocarse en su lugar. No me importaba la suciedad; importaba la fachada.

—Tengo que irme —dije, abrochando el último botón—. Una emergencia personal. Sigue buscando a Winston. Nos vemos a las diez.

Sin esperar respuesta, di media vuelta y me fui, dejando a Chloe sola, con la boca abierta y los ojos fijos en la suciedad de mi espalda, su profesionalidad hecha trizas, sin saber si le había dado una orden o era una invitación.

Chloe

—Sí. Ya me ocupo... —Esa fue la última cosa que escuché decir a Ethan.

Su voz, segundos antes, había sido baja, cómplice, preguntándome si el diseño de su cuerpo sin camisa me causaba “problemas.” Ahora era un sonido totalmente al otro extremo, fría y metálica, una orden que él recibía y acataba sin cuestionar. Se había puesto su chaqueta, su camisa, con una velocidad que me dejó sin aliento. Era como si la intimidad de hace un momento jamás hubiera existido, como si ese cuerpo tenso y marcado que había analizado en detalle no fuera más que una ilusión causada por el calor y el cansancio.

Me quedé sentada, sintiendo el hormigón bajo mis muslos y el olor a vertedero a mi alrededor. Mi respiración seguía siendo superficial. No era profesional. ¡Nada de lo que acababa de pasar era profesional! Me habían obligado a asociarme con un cínico arrogante que se desnudaba en un callejón, y la única cosa que me molestaba era el rubor estúpido que sentía subir por mis mejillas. La precisión me estaba fallando.

Él no había esperado mi respuesta. Simplemente se levantó, me dio una orden o… una invitación, no lo sé, y se fue.



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En el texto hay: humor amor, egocéntrico, química explosiva

Editado: 14.10.2025

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