Titulares Del Corazón

Capítulo 8

Chloe

La urgencia en la voz de Ethan, me alerta, quizás, tenga una pista sobre Winston, eso, y la amenaza implícita de despertar a mi madre me paralizaron. Un Thorne sin camisa, sucio de vertedero, era una distracción física; un Thorne formal, en mi puerta, con información vital y una amenaza, era una violación de protocolo total.

—Espera un segundo, Thorne —siseé por lo bajo en el teléfono, con el corazón latiéndome con la fuerza de un tambor de guerra. Me giré, dándole la espalda a Lucas, tratando de ocultar la tensión que me crispaba el rostro.

Lucas estaba justo detrás de mí, la concentración en el mapa del campus rota por completo. Me miraba con el ceño fruncido, su postura recta y ordenada.

—¿Quién es, Chloe? No te pongas así. Si es una pista de Winston, tenemos que escucharla.

Guardé el celular en el bolsillo, forzándome a respirar.

—Es un... contacto. Un compañero de Highland High. Dice que tiene algo importante… —mentí. La mentira era una imperfección. Pero la verdad —Ethan Thorne está en la entrada de mi casa— era impensable.

La incredulidad de Lucas era evidente— ¿por qué parece que te ha dado un ataque de pánico?

—Porque... —Me acerqué a la ventana, tirando de la cortina con más fuerza de la necesaria. Busqué la sombra de un auto, esperando que la luz de la calle me diera una excusa. En lugar de eso, mis ojos se encontraron con la imagen más ruidosa y obscena de todas.

No era un coche. Era una moto. Una máquina de cromo y cuero, aparcada con desdén justo debajo de la farola brillante, que gritaba problemas. Y junto a ella, con un casco oscuro bajo el brazo, estaba Ethan, impaciente, chaqueta de cuero de un negro tan intenso que parecía absorber la luz y unos jeans ajustados que dejaban claro que el gimnasio no era un esfuerzo perdido. Con los primeros botones de la camisa desabrochados, el cabello desordenado por el casco y los hombros tensos, resultaba condenadamente sexy y guapo.

—…Porque acaba de llegar —dije, sintiendo la bilis subirme a la garganta.

Lucas se acercó a mi lado. Un segundo de silencio. Luego, un siseo de asombro y admiración que borró todo rastro de profesionalidad de su voz.

...—¡Maldición! Una Norton Commando 961. Edición limitada de la línea Sport. No se consiguen en el país —Lucas siseó, pero la admiración se convirtió en un escalofrío en su voz—. Y por la chaqueta de cuero y ese descaro, ya sé quién es.

Lucas me miró, la alarma pura reemplazando la fascinación.

—Chloe, ese es Thorne. ¿Qué hace él aquí, con esa motocicleta? No es un simple compañero de Highland High, es un... un problema con nombre y apellido.

Mi mente entró en acción, dejando de lado el pánico por la violación de mi espacio. La moto. Ethan. Un dato real y cuantificable. Un objeto de lujo inusual que confirmaba el nivel de riesgo que él representaba.

—Tiene que ver con la búsqueda —dije, más para convencerme a mí misma que a Lucas.

—No. Tiene que ver con dinero y con ser una pesadilla para para todos —Lucas me tomó del brazo, su agarre firme—. Si Thorne tiene una pista, la soltará por teléfono. No confíes en él, Chloe. Es un Thorne.

—No tengo opción —susurré. Mi madre había hecho un ruido que me alertaba a bajar la voz. No tenía problemas que me reuniera con quien quisiera a la hora que quisiera siempre y cuando respetara sus horas de sueños.

Me zafé de su agarre y corrí a la puerta. Justo antes de abrir, miré a Lucas.

—No pasa nada. Y no le digas a nadie que Ethan Thorne ha estado aquí.

Abrí la puerta con cautela. La luz de la calle enmarcó a Ethan, y por un segundo, me pareció tan intimidante como en el callejón, pero esta vez con un poder diferente. Estaba impecable de nuevo, la armadura en su sitio, y el hedor a rancio había sido reemplazado por un rastro de algo limpio y caro, quizás colonia de hombre.

—Hola, P —dijo, su voz una seda irritante.

—Entra —le dije, apenas moviendo los labios.

Ethan

Entrar en la casa de Chloe fue un triunfo que supe ocultar. Su casa era precisamente lo que yo había imaginado: una fachada de ladrillo pintado de blanco, impecable, con el césped cortado a la perfección y un interior que olía a limpieza y a pastel recién horneado. Era un refugio cálido. Mi padre era la razón por la que estaba allí; la emergencia personal que había inventado era una coartada, pero la urgencia era real. Necesitaba moverme. Y para eso, necesitaba a Chloe.

La vi reaccionar al verme: primero, la cautela, luego la frustración y, por último, el pánico al verme a mí y a Lucas —el chico de las notas de prensa con gafas de montura gruesa— en el mismo radio de acción.

—Lucas, ¿por qué no nos dejas solos? —pregunté, con mi voz tratando de sonar autoritario.

Lucas me miró con una sospecha que era más molesta que peligrosa.

—No. Estamos en medio de una sesión de trabajo. Si tienes algo que decir, dilo en voz alta.

Sonreí, un movimiento imperceptible de mis labios. A-D-O-R-A-B-L-E.

—No te preocupes, Lucas. Me encantan los testigos —Dije, y mi mirada se dirigió directamente a Chloe, una flecha directa a su necesidad de control—. Pero este es un asunto para la coeditora. No para becarios. Si hasta eso sé, los había investigado a todo y cada uno. Llámenme como quiera, pero lo investigador y precavido corre por mis venas.



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En el texto hay: humor amor, egocéntrico, química explosiva

Editado: 14.10.2025

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