Titulares Del Corazón

Capítulo 10

Ethan

El rugido del motor de la Norton Commando me recordó que, por fin, estaba a cargo. Cada vibración bajo Chloe y yo era un acto de rebelión. La moto no era solo una máquina; era un desafío abierto a mi padre, Alistair Thorne. Se suponía que mi chofer, un guardia de seguridad disfrazado, debía seguirme, pero la Norton era demasiado rápida, demasiado ilegal para la ciudad, y lo había dejado atrás en el primer semáforo.

Mi padre me había advertido: un paso más fuera de la línea, y me iría el internado militar. El internado era el castigo definitivo para un hijo que se negaba a ser una pieza en su tablero. Estaba cruzando esa línea a ciento veinte kilómetros por hora, con la chica más reglamentada del Highland High aferrada a mi cintura.

—¡Dame la dirección exacta, P! —grité contra el viento, mi voz distorsionada por el casco.

Sentí que se movía, incómoda. La chaqueta de cuero era una armadura, pero sus brazos alrededor de mi abdomen me anclaban a la realidad. A pesar de la adrenalina y el peligro, noté que la rigidez habitual de Chloe se había disuelto en una rendición total al movimiento y al miedo.

¡Es la Clínica Veterinaria de la calle norte! ¡La única abierta! —respondió ella, casi gritando.

—¡Aguanta! —aceleré.

La noche era oscura y borrosa. Me enfoqué en la misión: la urgencia de encontrar a Winston y devolverlo antes de que la policía entrara a investigar. Pero el rostro de Chloe, su miedo real de que fuera descubierta y que Davies fuera arrestado, me picó. Era una vulnerabilidad que no esperaba en Chloe. Ella había traicionado sus propias reglas, un acto de caos que yo admiraba. En cierta forma era como yo.

En unos quince minutos frené bruscamente frente a una fachada de ladrillo, marcada solo por una luz verde parpadeante: “Dr. Evans: Emergencias 24h”.

Me bajé de la moto y me quité el casco, sintiendo el pelo pegado a la frente. Chloe tardó un momento en reaccionar. Cuando se quitó el casco, su cabello castaño y sedoso estaba revuelto, y el ligero rubor de la emoción con lo que parece la primera vez en una moto. Parecía completamente diferente: menos perfecta, más humana.

—Es aquí. El plan era devolverlo antes de la mañana —murmuró, su voz apenas un suspiro lleno de culpa.

—Tu plan apesta, P —dije, agarrándola del brazo y guiándola hacia la puerta.

El interior de la clínica olía a desinfectante y a angustia. Una joven con uniforme de enfermera nos miró con sorpresa.

—Buscamos al Profesor Davies y a Winston —dijo Chloe, con su voz de mando regresando por un segundo, buscando orden en el caos.

La enfermera señaló hacia una sala de espera.

Y allí estaba.

Davies. Estaba sentado en una silla de plástico, con los hombros encorvados. Parecía viejo, demacrado, con el traje arrugado. En una camilla a su lado, en una manta, un Bulldog Inglés marrón y blanco yacía letárgico, conectado a una intravenosa. Winston.

Davies levantó la vista. Sus ojos cansados y asustados. Vio a Chloe, y un atisbo de alivio cruzó su rostro. Luego me vio a mí, el extraño con chaqueta de cuero y casco, y el pánico regresó.

—Profesor Davies, él es... —empezó Chloe, insegura.

—Ethan Thorne. Un placer —dije, extendiendo la mano con la formalidad que mi padre me había inculcado, a pesar de mis jeans y la chaqueta.

Davies tardó un momento en reaccionar. —Thorne. El hijo de...

—Sí.

—¿Qué hace él aquí?

—El perro tiene neumonía leve. Un resfriado mal curado que se complicó por la tensión —intervino Chloe rápidamente, acercándose a Winston, acariciándolo con una ternura que me sorprendió—. Ya le están dando antibióticos. Estará mejor antes del amanecer. Pero es por eso que no pudimos devolverlo.

—Yo me ocupo de la explicación, P. El perro es lo que menos me preocupa ahora —Me acerqué a Davies, mi tono cambió, se volvió bajo y confidencial.

—Profesor, sé por alguna razón que fue obligado a renunciar y también estoy seguro que hay un acuerdo de todo eso. Sé que Chloe lo sacó de la escuela por usted. — le di una breve mirada a Winston—Lo descubriré todo y aunque sé que no hablará, su silencio es todo lo que necesito para seguir investigando.

Davies se quedó helado. Se puso de pie con su rostro pálido.

—Chloe... te lo dijo.

—No. Yo lo descubrí.

—No puede ser.

Cerro brevemente los ojos

Davies miró a Chloe —Ella... no lo merece —murmuró Davies.

—Nadie en esta habitación merece lo que le está pasando —dije, sintiendo la tensión en el aire—. Tenemos que esperar a que Winston se estabilice. Tres cabezas piensan mejor que dos.

Me dejé caer en el asiento de plástico, el rugido de la moto aun vibrando en mis oídos. El reloj marcó la medianoche. El aroma a desinfectante se mezclaba con el cansancio.

Pasó una hora. Davies estaba hablando en susurros con el veterinario. Chloe seguía arrodillada, acariciando la cabeza de Winston. La tensión en la habitación era evidente, pero el silencio y el calor eran un tipo de intimidad extraña.



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En el texto hay: humor amor, egocéntrico, química explosiva

Editado: 14.10.2025

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