Capítulo 14
Chloe
El primer indicio de que algo no iba bien fue el dolor de cabeza, palpitante que parecía sincronizada con el insistente y desconocido canto de unos pájaros tropicales. El segundo fue la luz. Una luz suave, filtrada por unas cortinas de seda que, definitivamente, no eran las persianas opacas de mi pequeña habitación.
Abrí los ojos. Me encontré mirando un techo imposiblemente alto, con molduras de yeso que parecían sacadas de una revista minimalista. Me incorporé en un lecho que olía a limpieza extrema y a un perfume masculino ligero. Sándalo.
La cama era inmensa y sus sabanas suaves y calientitas, jure por un instante que me hablaban y me pedían que me quedara allí. Quieta. Calientita y segura. Yo llevaba una camiseta de dormir de hombre, de un color gris oscuro, que me llegaba a medio muslo. Mis propios zapatos, vestido y chaqueta no estaban a la vista.
Un escalofrío me recorrió la espalda. Mi cerebro, intentó catalogar la situación:
Me levanté, sintiendo que el suelo se movía ligeramente. El departamento era un testimonio del lujo discreto. Paredes de cristal que ofrecían una vista impresionante de la ciudad y el campus de Highland High a lo lejos, arte abstracto en las paredes, y un silencio tan pesado que gritaba “millones de dólares” por todos lados. ¡Maldición! No, no estaba en mi casa. Estaba en el tipo de lugar que solo podía pertenecer a un…
—¿Ya terminaste de catalogar el lugar, P? —…Si, él.
La voz, grave y burlona, venía de la entrada. Estaba apoyado en el marco de la puerta de lo que parecía ser un vestidor del tamaño de mi sala. Vestía solo unos pantalones de chándal grises que caían bajos en sus caderas y llevaba una taza de café humeante en la mano.
Ethan.
Me crucé de brazos, sintiéndome vulnerable y tonta en su camiseta extragrande. Intenté convocar mi tono de siempre, pero solo salió un chillido ronco:
—¡Ethan! ¿Qué demonios...? ¿Qué hago en este lugar? ¿Qué pasó anoche?
Él levantó una ceja, tomó un sorbo de café y se acercó, deteniéndose a una distancia prudente.
—Relájate. Es mi penthouse. Y en cuanto a lo que pasó anoche... ¿por dónde empezamos? ¿Por el momento en que me juraste amor eterno? ¿O por el vómito?
Mi estómago dio un vuelco.
—Yo no... no vomité. Y yo no... —Me callé, tragándome las siguientes palabras.
Entonces, el nebuloso recuerdo se asentó. Recordaba el porqué de mi presencia, pero el cómo me había quedado era un borrón. Es cierto que no estaba invitada.
Pero no conté con Maya.
Cerca de medianoche, su voz al teléfono sonaba pastosa y extrañamente eufórica. Me convenció de ir solo a asegurarme de que estaba bien. Conduje hasta la gigantesca mansión de Tinsley con el estómago revuelto por la preocupación. Al llegar, mi instinto me dijo que me fuera. Maya ya se había ido; un mensaje vago en mi móvil decía: Hana me llevo a casa. Decidí confirmarlo con Hana con un rápido mensaje de vuelta. Era cierto.
Justo cuando mis pies se movían decididamente de vuelta a mi auto, una voz particularmente vibrante y musical me detuvo en el jardín: Vale.
—¿Qué haces aquí? —Dijo, con esa sonrisa que mezcla malicia y dulzura—. Pensé que “esto” no era lo tuyo, Clo.
—No lo es —respondí, cruzándome de brazos.
—¿Entonces?
—Nada. Maya me llamó; estaba un poco pasada de tragos y...
—Ajá, sí, pero ya se fue. Hana se la acaba de llevar. Por cierto, ¿viste el show de la señora con la fuente de chocolate? Épico.
—No. Estoy llegando.
Vale me escaneó de arriba abajo, sus ojos brillantes fijos en mi atuendo desubicado. Me había puesto lo primero que encontré y lo odié al instante en que salí de casa. El frío de la noche golpeaba mis piernas. Apenas un vestido de flores ligeras y una chaqueta de mezclilla cubrían mi cuerpo, y mis converse blancas gritaban “biblioteca” Estaba claramente fuera de lugar.
—Y ya que estás aquí... ¿por qué no te quedas?
—Porque no es lo mío —dije con demasiada rapidez.
—¿Y cómo lo sabes si nunca lo has probado?
Esa frase hacía que se incorporaba mi otra yo, la recta, la incorregiblemente perfecta, intentó subir a la superficie para dar el discurso del porqué no debemos beber, del porqué no debemos probar cuanta cosa nos nuble la mente, del porqué el caos no es productivo. Pero mi boca solo pudo formular una excusa débil:
—Solo basta con verlo y...
Vale simplemente tomó mi mano.
—Nada. Ven.
Vale me arrastró. La verdad es que no estaba en la lista de invitados de Blake y Tinsley. Por un instante, la chica de la puerta me miró a mí y a mis converse con tal desdén que pensé que me echaría. Pero me las ingenié, mencionando que había venido por una invitación especial. Ja.