Titulares Del Corazón

Capítulo 16

Chloe

El frío al salir del apartamento de Ethan me golpeó en la cara, pero era un frío limpio, que me despejaba los sentidos del hedor a tequila y del sándalo de Ethan. Había ganado. Salí del penthouse de un sociópata, ignorando sus amenazas y la presencia de su “otra” —No Tiffany, yo—. Sentí un dolor agudo que no podía descifrar. Mi corazón seguía latiendo como un tambor frenético, pero ya no era solo por el miedo; era por la pura adrenalina a la que él me había llevado en solo unos minutos.

Mientras esperaba el ascensor principal, saqué mi móvil. Quince llamadas perdidas de mi madre. Un torrente de mensajes de Vale, Maya y Hana, todos con las dos mismas palabras: ¿Dónde estás?

Antes de bajar, envié un mensaje rápido al grupo de chat:

Yo: Estoy bien. En casa en 15. Chicas perdón. Los veo mañana, si es que mi madre me deja viva.

Y eso fue todo. No había tiempo para explicaciones. La puerta del ascensor se abrió y me metí en la cabina dorada, con la espalda tan recta que me dolía. No me encontré a los Thorne, por suerte.

Tomé el primer taxi que vi, y el viaje de regreso a casa fue una neblina de resaca, vergüenza y una creciente sensación de pánico. El desafío a Ethan fue una cosa; enfrentar a mi madre, la Sra. de la perfección en persona, era otra muy diferente. Ella no entendía el caos. Para ella, la desaparición era una traición a las reglas.

Cuando el taxi se detuvo frente a mi casa, mi mano tembló tanto que casi no pude pagarle al conductor. Me sentía como una fugitiva. La casa estaba silenciosa, demasiado silenciosa.

Me deslicé por la puerta principal, intentando pasar desapercibida, pero la figura estaba esperándome en el pasillo, en la penumbra. Mi madre.

Se veía exactamente igual que siempre: vestida impecablemente, el cabello rubio recogido. Pero había algo diferente en ella. Sus ojos no tenían el brillo de juicio o la frialdad del control. Estaban hinchados.

—Chloe Elizabeth —su voz era baja, un susurro ronco, pero sin la habitual dureza de acero.

Me preparé para la tormenta. Me preparé para el sermón sobre la responsabilidad, la reputación y la vergüenza. Apreté la mandíbula y me preparé para recibir el castigo.

—Lo siento, mamá. Yo...

No me dejó terminar. Dio un paso inestable hacia mí y, en un movimiento que rompió todos mis esquemas de cómo debía reaccionar una “madre perfecta”, me agarró con fuerza.

Fue un abrazo desesperado. Un abrazo de terror, no de rabia.

—¡Oh, Dios mío, ¡Chloe! Estaba tan asustada —Su voz se quebró y sentí sus lágrimas calientes sobre mi hombro. Me sujetaba con tal fuerza que me dolían las costillas—. Tu móvil estaba apagado. Nadie sabía nada. Pensé... pensé que te había pasado algo horrible.

Me quedé paralizada, sintiendo el calor de su cuerpo temblar contra el mío. En ese abrazo, no había una Chloe perfecta o una madre estricta. Solo había dos personas: una hija rota por la resaca y una madre aterrorizada. En el fondo de mi miedo, un sentimiento cálido se encendió: Alguien realmente se preocupaba por mí, y ¿Qué esperabas Chloe? Que ¿tu madre no se preocupara? Una voz interna me regaño y me sentí la peor hija de este mundo. Nunca lo había hecho antes, jamás cruzaba los límites. Jamás llegaba tarde. Jamás. Siempre jamás.

—Estoy bien, mamá —murmuré, devolviéndole el abrazo con torpeza.

Ella se apartó bruscamente, pero aún con las manos en mis brazos, examinándome de la cabeza a los pies, sus ojos llenos de alivio mezclado con la furia reprimida que sabía que llegaría.

—Ahora. Me vas a contar absolutamente todo. Cada detalle, Chloe. ¿Con quién? ¿Dónde has estado? Y si ese chico Thorne es quien tiene la culpa de…

Lorena no terminó la frase, pero la podía terminar por ella —…de todo esto— Soltó mis brazos y dio media vuelta, caminando hacia el gran salón. Su iphone estaba sobre la mesa de café, iluminado. El brillo frío de la pantalla contrastaba con la alfombra oscura. Ella lo tomó con una mano que ya no temblaba, y su rostro se transformó: el miedo había desaparecido, en cambio la furia de un volcán se había encarnado en ella.

—No tienes que contarme el qué hiciste en la fiesta, Chloe —Su voz ahora era la de la Lorena de siempre, la que daba órdenes y no toleraba el desorden. Levantó el teléfono hacia mí. En la pantalla, mi rostro, ampliado y con los ojos vidriosos, cantaba a todo pulmón en un micrófono de karaoke sobre una mesa llena de copas vacías. El pie de foto era simple, pero devastador: “P de Perfección se vuelve P de Perdición: la bienvenida para Thorne.”

Mi estómago se retorció. El suelo se me hundió.

—Te lo juro, yo no sabía que me estaban grabando... —tartamudeé.

—¿Que no sabías? —Lorena se acercó, y ahora su voz era un siseo peligroso—. La noticia está en todas partes, Chloe. En todas las redes sociales. Toda la escuela, y por extensión, el director. Y ¿tu beca?

Dio un paso hacia mí, y sentí el impacto de su reproche como un golpe físico.

—¿Tienes idea de la humillación? No solo para mí... para ti y…—Ella hizo una pausa dramática, mirando hacia el techo—…¿Qué dirán tu abuelos Robert y Eleanor cuando se enteren... ¿Sabes el escándalo que sería esto para ellos? Robert y Eleanor jamás entenderían esta... — Cayó nuevamente.



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En el texto hay: humor amor, egocéntrico, química explosiva

Editado: 04.11.2025

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