Titulares Del Corazón

Capítulo 22

La casa estaba sola, como era la costumbre de los sábados por la tarde. Esa soledad avivó mi ansiedad, como todos los días últimamente. La nota de Lorena, mi madre, estaba pegada al refrigerador con un imán de flor: “Fiesta de Bautizo. Hay comida china de ayer. Te quiero, cuídate”.

Caminé directamente a mi habitación. Mi alegría fugaz en el parque, el ridículo baile viral y la sensación de ligereza se habían evaporado al cruzar la puerta principal. Me desplomé en el escritorio, sintiendo el dije de Yale, lo arranque con fuerza del cuello y lo tiré, me obligue a cerrar los ojos para no tener que sucumbir al arrepentimiento e ir por el. Ya no lo quería. Lo odiaba.

Después encendí la laptop con un movimiento casi automático que hacía cada que entraba a la habitación o estaba sola, fu directo a la barra de búsqueda. Era un ritual. Un hábito neurótico que había desarrollado, como si la existencia de Ethan en sus redes sociales fuera la única prueba de que la conexión entre nosotros no había sido una invención de mi mente.

Abrí Instagram. Escribí EthanT. Como siempre, no lo seguía por obvias razones.

Usuario no encontrado.

Fruncí el ceño. Quizás había un guion bajo extra. Escribí nuevamente EthanThorne.

Usuario no encontrado.

Probé con TikTok, la plataforma donde él había subido videos ocasionales de él y su perro, y unos amigos londinenses. Busqué el nombre de usuario que recordaba. El perfil no aparecía. De hecho, no aparecía nada relacionado con él, ni siquiera cuentas secundarias.

Un escalofrío me recorrió por mi espalda. No era que la cuenta estuviera inactiva o que la hubiera bloqueado; era como si todo el historial digital de Ethan Thorne hubiera sido aspirado por un agujero negro. No quedaba ni rastro, ni huella, ni un solo selfie con esa sonrisa irónica tan icónica en él.

El aire en la habitación se hizo pesado. No podía respirar. Era una sensación peor que un corazón roto; era la sensación de que nunca existió, de que fue producto de mi imaginación. Me agarré el pelo, la frustración subiendo por mi garganta como bilis. —¿Cómo era posible que alguien pudiera desaparecer así?

Un golpe rítmico y fuerte en la ventana de mi balcón me sobresaltó. Levanté la vista y vi las cuatro caras más importantes de mi vida, Lucas, Hana, Vale y Maya, amontonados afuera, cargando bolsas de supermercado como si fueran un equipo de asalto.

—¡Te lo dije! — gritó Hana, golpeando el cristal. —Melancólica en todo su esplendor, como es su costumbre ahora.

Abrí la puerta, dejando entrar la brisa y, con ella, una explosión de color y ruido. —el club de los 5 nuevamente completo. — comento Maya, eso sin duda me hizo sonreír.

—¿Que hacen aquí? — les pregunte extrañada.

—Chlo, cariño, nunca te vas primero en nuestros encuentros del parque, y tenías esa mirada…—sentenció Vale, dejando caer una manta de picnic y una bolsa llena de chucherías en el suelo, seguida por Maya, que portaba una bolsa de papas fritas gigantes.

Lucas entró en último lugar, cargando una botella de vino tinto que sacó de una mochila. Sus ojos, detrás de sus gafas, escanearon mi rostro, y su sonrisa juguetona se desvaneció un poco. Nunca lo imagine en esas.

—Intervención cariño— dijo Maya.

—Sabíamos que la diversión de hoy no podía terminar, — dijo Lucas en voz baja, colocando el vino en la mesa. —Así que, Hana trajo el plan de ataque, Vale y Maya el azúcar, y yo, el analgésico social.

Nos instalamos rápidamente en mi alfombra. Entre doritos, gomitas y el primer sorbo del vino dulce, la tensión en mí comenzó a resquebrajarse.

—Eliminó todo rastro, — dije de repente tomando un primer sorbo de vino, con la voz rota.

Hana, Maya y Vale dejaron de discutir sobre si la pizza congelada era una opción viable. Lucas se detuvo en medio de la apertura de una caja de galletas.

—¿Quién, P? —preguntó Maya, con los ojos muy abiertos. Ya me había acostumbrado al sobrenombre. O asi lo sentía cerca. No lo sé. Solo se que ahora me gusta.

—Ethan. Fui a buscar su Instagram. Quería ver si... si había subido algo. Cualquier cosa que... —Callé —Pero no está. Eliminó todo. Sus perfiles, su cuenta de TikTok. Es como si nunca hubiera existido en Internet, — expliqué, sintiendo que las palabras me quemaban.

Lucas frunció el ceño, su mente ya en modo investigador. —Eso no es normal. La gente no borra su existencia digital a menos que…

—…A menos que no quieran ser encontrados, — terminé. Me encogí de hombros, la rabia ahora convertida en dolor. —Y me siento tan culpable. ¿Saben? Él…— porque todas las palabras entorno a él se me hacen tan difícil pronunciarlas, porque este dolor se hace mas grande cada día. Porque no puedo avanzar ¿Por qué?

Vale y Maya se arrastraron para abrazarme con fuerza, Vale susurró: —No eres culpable. No puedes cargar con la culpa tu sola, si ese es el caso todos fuimos culpables. No puedes cargar con esa culpa toda la vida. Tienes que perdonarte y seguir.

—Pero es que ni siquiera puedo pensarlo, — sollocé, la primera lágrima rodando por mi mejilla. —Lo que me duele es que se haya ido así, con el corazón roto por mí culpa. Nunca le había hecho daño ni a una mosca y justo cuando aparece alguien que me importa… — las palabras se atoran en mi garganta porque es la primera vez que lo digo en voz alta — …Y él simplemente…



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En el texto hay: humor amor, egocéntrico, química explosiva

Editado: 04.11.2025

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