Titulares Del Corazón

Capítulo 26

Chloe

Su cuerpo caliente se cernía sobre mí, atrapándome en el diminuto rincón entre él y la pared. La electricidad era tan densa que podía saborear la tensión en mi lengua. En lugar de empujarlo, me quedé inmóvil bajo su sombra. El miedo se había ido, pero la culpa, esa vieja amiga que me había acompañado por medio mundo, me tenía clavada al suelo.

—Sí, tenemos una conversación pendiente —mi voz, áspera y baja, sonó casi como una súplica.

Ethan rompió el contacto visual primero en un movimiento de autoconservación. Se enderezó y dio un paso atrás, pasándose una mano por el rostro con frustración. El aire frío de la habitación se coló en el espacio que él había dejado, y sentí el vacío de inmediato.

—No sé ni por dónde empezar contigo, P —murmuró, dándome la espalda para buscar su camiseta. Al ponérsela, cubrió los tatuajes, pero no pudo cubrir la tensión de sus hombros—. ¿Qué haces aquí?

Me senté en el borde de la cama, no porque quisiera descansar, sino porque mis piernas amenazaban con fallarme. Había ensayado este momento mil veces en mi cabeza, en trenes nocturnos y hostales baratos, pero ahora que estaba aquí, las excusas parecían basura.

—Lo siento —solté. Fue un susurro, pero en el silencio de la habitación sonó como un disparo.

Ethan se giró lentamente, apoyándose contra el escritorio. Su expresión era ilegible, una careta de control absoluto.

—¿Lo sientes? —repitió con una calma peligrosa—. ¿Sientes haberme usado como cebo para el caso de Davies? ¿O sientes haber descubierto la verdad que yo no pude ver? Porque seamos honestos, Chloe, jugaste tus cartas mejor que nadie.

La acusación dolió, pero era justa.

—Siento haberte hecho creer que eras solo una pieza en mi tablero —dije, obligándome a mirarlo a los ojos, a sostener su mirada gris—. Siento haber priorizado la investigación sobre nosotros. En ese momento... estaba tan obsesionada con demostrar que podía hacerlo, que tenía la razón, que no vi a quién estaba lastimando en el proceso.

Ethan cruzó los brazos.

—Conseguiste lo que querías. Davies regresó al instituto. La verdad salió a la luz.

—Sí, pero el precio fue demasiado alto —admití, sintiendo cómo se me quebraba la voz—. Me dijiste algo antes de que todo terminara. Me dijiste que sería una excelente periodista porque estaría dispuesta a usar a cualquiera para conseguir mi historia. Que tenía el instinto asesino necesario.

Ethan asintió levemente, recordando sus propias palabras crueles.

—Lo dije. Estaba furioso.

—Pues tenías razón, y eso fue lo que me rompió —confesé, dejando caer la bomba emocional que había guardado en secreto—. Esas palabras se me grabaron a fuego, Ethan. Me hicieron cuestionar todo. No he escrito ni una sola línea desde entonces. Ni un artículo. Nada.

Los ojos de Ethan se abrieron ligeramente, la sorpresa agrietando su fachada.

—¿Qué? —preguntó, descruzando los brazos—. Pero... Yale. Te aceptaron. Era tu sueño. Pensé que estarías allí ahora mismo, ganando premios, comiéndote el mundo.

Negué con la cabeza, sintiendo las lágrimas quemar mis párpados. Él no sabía lo del año sabático. No sabía que huí porque me daba miedo convertirme en la persona fría y calculadora que él describió.

—No fui, Ethan. No podía ir a aprender a ser periodista cuando la persona que más me importaba me dijo que mi “talento” era básicamente a causa de destruir a la gente. Por eso estoy aquí, vagando por el mundo, intentando encontrar una versión de mí misma que no me dé asco al mirarme al espejo.

El silencio se extendió entre nosotros, pero esta vez no era hostil. Era espeso. Ethan me miró, realmente me miró, como si estuviera reevaluando todo el mapa de quién era yo.

Dio dos pasos hacia mí, invadiendo mi espacio de nuevo, pero esta vez sin amenaza. Se agachó frente a mí, quedando a la altura de mis ojos mientras yo estaba sentada en la cama.

—Fuiste más astuta que yo —dijo, y su voz era grave, sincera. No había sarcasmo—. Y eso me jodió el ego, Chloe. Esa es mi verdad. Siempre pensé que yo tenía el control, que yo veía los ángulos muertos. Pero tú... tú viste lo que estaba oculto a plena vista. Usaste tus instintos. Me superaste.

—Te traicioné —susurré.

—Me sacaste de mi zona de confort —corrigió él, y por primera vez, vi un destello de algo parecido a la admiración en sus ojos—. Me obligaste a ver que no siempre tengo la razón. Que a veces, la “Precisión” —hizo énfasis en mi apodo— viene de lugares inesperados. Odié que me usaras, sí. Me dolió como el infierno. Pero odié más darme cuenta de que, en el fondo, tu instinto era el correcto para resolver el caso, aunque los métodos fueran... cuestionables.

—No quiero ser esa persona, Ethan. No quiero que el fin justifique los medios.

Ethan suspiró, y en un gesto que me robó el aliento, extendió la mano y tomó la mía, que descansaba inerte sobre mi rodilla. Su pulgar rozó el dorso de mi mano, un toque tentativo.

—Tal vez no tengas que serlo —dijo suavemente—. Tal vez solo necesitabas perderte un poco para entender que la ambición no tiene por qué ser cruel.



#877 en Novela romántica
#246 en Otros
#128 en Humor

En el texto hay: humor amor, egocéntrico, química explosiva

Editado: 26.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.