Titulares Del Corazón

Capítulo 29

Chloe

Crucé la calle con el paso indiferente de una turista perdida, con el mapa del metro de Londres que Ethan había sacado de la guantera de su auto y me había dado, desplegado torpemente en mis manos. Mi corazón martilleaba contra mis costillas, pero mi rostro era una máscara de confusión inocente.

Al llegar a la mesa tres, fingí tropezar con el borde de la acera. Me abalancé hacia adelante, soltando el mapa y accidentalmente golpeando el codo del hombre del abrigo gris justo cuando él movía su maletín.

El maletín cayó al suelo. Se abrió por el impacto.

—¡Oh, Dios mío! ¡Lo siento tanto! —exclamé, arrodillándome de inmediato para ayudarle, mis ojos escaneando el contenido en una fracción de segundo.

No había documentos técnicos. No había planos del puente. Solo fajos de periódicos viejos recortados para abultar y, encima de todo, una grabadora encendida con la luz roja parpadeando.

El hombre me empujó con brusquedad. —¡Lárguese! —gruñó, cerrando el maletín de un golpe. Pero ya era tarde.

Me levanté, murmurando disculpas atropelladas, y me alejé. No corrí, aunque cada fibra de mi ser me lo pedía. El coche sedán negro dos calles abajo encendió las luces. Sabían que algo había salido mal.

Entré en el Land Rover de Ethan y cerré la puerta. —Arranca —dije, sin aliento—. Ahora.

Ethan no preguntó. Pisó el acelerador y el vehículo rugió, sacándonos del tráfico antes de que la trampa se cerrara. —¿Y bien? —preguntó, mirando por el retrovisor. —Periódicos viejos y una grabadora —dije, sintiendo la adrenalina bajar de golpe—. Querían incriminarte grabándote, seguro ofreciendo dinero por pruebas falsas. Y estoy más que segura que iban a chantajearte luego.

Ethan soltó una carcajada tensa, golpeando el volante con un gesto victorioso.

—Lo tenemos. Si publico mañana que intentaron tenderme una trampa para ocultar el fraude del cemento, la noticia no será solo la corrupción, sino su desesperación también.

Giró la cabeza hacia mí y, por un momento, la oscuridad de Londres pareció desvanecerse ante la intensidad de su mirada. Sus ojos brillaban de adrenalina quizás admiración pura.

—Lo lograste, Chloe. Eres brillante.

El aire se detuvo en mis pulmones. Chloe.

No P. Chloe. Yo. Era la segunda vez que lo hacía, pero esta vez fue diferente.

Escuchar mi nombre rodar por su lengua, pronunciado con esa voz grave y rasposa por la tensión, detonó algo profundo en mi vientre, una sensación líquida y caliente que me tomó por sorpresa. Siempre había sido solo una letra para él, una inicial distante; pero la forma en que dijo Chloe sonó devastadoramente íntima, casi indecente, como si me estuviera acariciando la piel sin siquiera tocarme.

¿Cómo sabía él exactamente cuándo dejar caer la barrera? Ese simple sonido despertó millones de terminaciones nerviosas que ni siquiera sabía que existían, transformando el alivio del triunfo en un deseo repentino y feroz. Me quedé mirándolo, aturdida, dándome cuenta de que, en sus labios, mi nombre no era una etiqueta, sino una posesión.

Esa noche, en el apartamento de Archie que resulto ser de Ethan, celebramos con comida china y vino, sentados en el suelo rodeados de expedientes. La investigación estaba casi que cerrada; las pruebas que él tenía daban paso al artículo que destruiría la reputación de los constructores.

Fue entonces cuando mi teléfono vibró sobre la alfombra. Un correo electrónico.

El asunto brillaba en la pantalla: universidad de yale - programa de periodismo investigativo - admisión y beca completa.

Sentí que el aire se escapaba de la habitación. Era la oportunidad por la que había aplicado meses atrás, antes de Vietnam, antes de reencontrarme con Ethan.

Ethan, observando mi palidez, tomó el teléfono de mi mano. Leyó el asunto. El silencio que siguió fue más pesado que el de esta tarde en el coche. —Te vas —dijo. No parecía ser una pregunta.

—No —respondí rápido, arrebatándole el teléfono y bloqueándolo—. No tengo que irme.

Ethan se puso de pie de golpe, como si la silla quemara, y se alejó a zancadas hacia el inmenso ventanal que daba al Támesis. Me dio la espalda, una silueta oscura y tensa recortada contra las luces de la ciudad.

—No lo hagas, Chloe.

—¿Hacer qué? ¿Quedarme con la persona que amo?

La frase quedó flotando en el aire frío del apartamento, pesada y absoluta.

Me quedé helada. Las palabras habían salido disparadas de mi garganta sin pedir permiso, sin filtro, sin estrategia. No fue una decisión; fue una verdad cruda que se derramó porque ya no cabía dentro de mí.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Ethan no se movió. Ni un milímetro.

Me levanté, impulsada por un pánico repentino y la necesidad desesperada de sentirlo cerca. Caminé hasta él y lo abracé por la espalda, rodeando su cintura y apoyando la frente entre sus omóplatos.

Al instante, sentí cómo cada músculo de su cuerpo se tensaba bajo mis manos. Se convirtió en piedra.



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En el texto hay: humor amor, egocéntrico, química explosiva

Editado: 26.11.2025

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