Flashback: Milán, años atrás
La casa estaba llena de risas y sombras. Flor, joven y vibrante, caminaba por los pasillos con una mezcla de inocencia y rebeldía. Enzo la esperaba en la sala, su mirada era intensa, casi hipnótica.
—¿Por qué siempre tienes que desafiarme? —preguntó Enzo con voz baja, casi ronca.
—Porque tú me quieres perfecta —respondió Flor, con una sonrisa torcida—. Y yo prefiero ser libre.
—Eres mía, Flor. No solo por el pacto, sino por todo lo que somos.
—¿Y qué somos? ¿Dos prisioneros?
—Somos un imperio.
Flor apartó la mirada, sintiendo cómo se cerraba la jaula invisible que la mantenía prisionera.
Presente: Italia, mansión Sorella
Enzo estaba en su despacho, furioso y sangrando. La bala en su hombro era solo un recordatorio físico del golpe que había recibido. Pero el verdadero dolor estaba en su orgullo herido y en la traición de Flor.
—¿Quién te dio el permiso? —gruñó a sus hombres—. ¡Quiero esa mujer viva o muerta!
—Don Enzo, la situación está complicada —dijo uno de sus lugartenientes—. Hugo y sus hombres están bien armados y preparados.
—Entonces que sepan que no habrá perdón. Que los cague el diablo.
Enzo caminaba de un lado a otro, cada paso un trueno, cada palabra un relámpago.
—Quiero que busquen a María. Que le presionen. Si alguien sabe dónde está la caja, es ella.
Noche, campamento ruso
Hugo y Dimitri estaban sentados en una mesa improvisada, mapas y teléfonos esparcidos.
—Si perdemos a Flor, perdemos más que una aliada —dijo Dimitri, encendiendo un cigarro—. Perdemos la guerra.
—No la perderemos —respondió Hugo, con los ojos brillando en la penumbra—. Pero necesito que estés listo para todo.
—¿Incluyendo traiciones?
Hugo asintió.
—En este juego, la única ley es sobrevivir.
Los dos hombres se miraron. Más que compañeros, eran lobos en la oscuridad, listos para cazar.
Flor, en su habitación
La joven miraba la carta con sangre seca. Las palabras dentro eran un puñal: promesas rotas, amenazas veladas, un destino que no podía evitar.
Se levantó, caminó hasta la ventana y vio las luces lejanas de la ciudad que una vez fue su hogar.
—Volveré —susurró para sí misma—. No como la flor que fui, sino como la tormenta que seré.
Flor no podía quitarse de la cabeza la carta que había encontrado. Cada palabra era un eco de un pasado que se negaba a morir, una amenaza velada que parecía susurrar que la guerra aún no había terminado.
En la penumbra de su habitación, encendió un cigarrillo con manos que apenas temblaban. Sus pensamientos volaban a María, su mejor amiga, la única persona en quien alguna vez confió.
Pero algo había cambiado.
Flor recordó la última vez que la vio, la tensión invisible que flotaba entre ellas, las miradas que decían más que las palabras.
—¿Dónde estás, María? —susurró, exhalando humo—. ¿Qué juego juegas?
Mientras tanto, en un edificio oscuro en las afueras de la ciudad, María hablaba por teléfono con voz baja y firme.
—Sí, el plan sigue en marcha —dijo—. Él caerá, y entonces mi novio tendrá el control total. Nadie sospechará de mí.
Un silencio tenso.
—Pero debo mantenerme cerca de Flor. Es la única forma.
En el campamento ruso, Hugo no podía dejar de pensar en la carta y en la traición que olía en el aire. Dimitri notaba cómo su amigo comenzaba a perder la paciencia, la máscara de control deslizándose poco a poco.
—¿Vas a dejar que esto te consuma? —preguntó Dimitri, rompiendo el silencio.
—No puedo —respondió Hugo—. No cuando todo depende de ella.
Enzo, con la herida mal curada, observaba los movimientos de sus enemigos a través de las cámaras de seguridad que aún tenía. Su odio crecía, igual que su sed de venganza.
—No importa lo que hagan —murmuró—. Los aplastaré uno por uno. Comenzando por Hugo.
Flor sabía que la próxima jugada sería la más peligrosa. Pero también sabía que no podía retroceder.
Con la llave y el USB en mano, y la sombra de María acechando en el fondo, estaba lista para entrar al corazón de la oscuridad.
Y esta vez, no habría lugar para la piedad.
Las horas se alargaban como una eternidad, pero Flor no podía esperar más. Con la llave y el USB ocultos en el bolso, decidió que debía buscar a María. La amistad, la traición, el amor… todo se mezclaba en un torbellino que amenazaba con destruirla.
Llegó a un pequeño bar en un barrio oscuro, uno de esos lugares que apenas parecían existir en el mapa. Allí, entre sombras y humo, encontró a María. Su mejor amiga. Su traición más amarga.
—Flor —saludó María con una sonrisa falsa, fría como el hielo—. No esperaba verte tan pronto.
—¿Qué estás haciendo, María? —preguntó Flor, con la voz tensa—. ¿Por qué estás con ellos?
María se encogió de hombros, dejando caer la máscara de amiga perfecta.
—Porque hay que sobrevivir, Flor. Y yo elegí al que va a ganar.
El silencio se volvió cuchillo.
—¿Y Enzo? —insistió Flor.
—Él es un obstáculo. Un obstáculo que caerá pronto.
Flor sintió la rabia brotar en su pecho.
—Has traicionado a todos. A mí, a tu novio, a nuestra amistad.
María dio un paso adelante, su mirada era un desafío.
—No me importa lo que pienses. Solo importa quién queda en pie al final.
Flor la miró un instante más, luego dio media vuelta.
—Esto no termina aquí.
Mientras tanto, en otro lugar, Hugo y Dimitri trazaban su siguiente movimiento. Los mapas estaban cubiertos de marcas rojas, líneas que representaban rutas, emboscadas, puntos estratégicos.
—Flor y María están en caminos diferentes —dijo Dimitri—. Una es fuego, la otra sombra.
—Y ambos pueden quemar el mundo —respondió Hugo, apretando los puños—. Pero mientras Flor tenga la bala, tenemos esperanza.
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es un libro diferente espero te guste, es un libro que te atrapa al deseo, es un libro de mafia
Editado: 30.08.2025