Título: Entre Fuego y Sombras: La Flor de la Mafia

Capítulo 10: Tormentas interiores

La madrugada había caído como un velo pesado sobre la ciudad, pero dentro del apartamento neutral donde Flor y María habían acordado reunirse, la tensión era insoportable. La quietud del espacio era solo apariencia; cada segundo parecía contener un mundo entero de incertidumbre y peligro.

Flor se movía inquieta, repasando en su mente todas las piezas de aquel tablero que amenazaba con destrozarlas. Miró a María, que parecía igual de exhausta, con la mirada oscura y el rostro marcado por el peso de sus decisiones.

—No podemos seguir esperando —dijo Flor con voz firme, sin mirar directamente a su antigua amiga—. Enzo está jugando con fuego, y si no hacemos algo pronto, se quemarán todos.

María asintió lentamente, tragando la saliva con dificultad.

—Lo sé —respondió—. Pero cualquier paso en falso nos puede costar la vida. Ya no hay espacio para errores.

—¿Y qué propones entonces? —preguntó Flor, girando para enfrentarse a ella por fin—. Porque siento que estamos atrapadas en una jaula sin salida.

Un silencio profundo se instaló entre ellas, como si ambas buscaran dentro de sí mismas la fuerza para continuar.

—Hay una forma —murmuró María—, pero es peligrosa. Más de lo que imaginas.

Flor arqueó una ceja, la curiosidad mezclada con un dejo de miedo.

—Dime.

María se acercó a la mesa, donde aún reposaban los mapas y documentos que habían llevado para el encuentro. Con cuidado, desplegó uno de ellos, señalando una zona alejada, en las afueras de la ciudad.

—Este es el centro de operaciones de Enzo. Un lugar casi impenetrable, pero no imposible. Si logramos infiltrarnos y obtener información de primera mano, podemos desmantelar toda su red desde adentro.

Flor inhaló hondo, sus pensamientos corriendo en mil direcciones.

—Eso es una locura —dijo con voz baja—. Pero también puede ser nuestra única oportunidad.

—Necesitamos aliados —continuó María—. Personas que no tengan miedo de arriesgarlo todo.

Flor sintió que su corazón se aceleraba. La guerra había dejado cicatrices profundas, pero todavía había una llama dentro de ella que no quería apagar.

—Conozco a alguien —dijo finalmente—. Alguien que puede ayudarnos.

—¿Quién? —preguntó María, entrecerrando los ojos.

—Dimitri —respondió Flor—. Es el único en quien realmente confío en este juego sucio.

María asintió, aunque su expresión no se suavizó.

—Si vas a llamar a Dimitri, será porque esta vez estamos dispuestas a jugar en serio. Sin reservas.

—Lo estoy —aseguró Flor, con una determinación que parecía brotar desde lo más profundo de su ser.

En una habitación oscura, Dimitri revisaba con esmero los últimos informes enviados por sus informantes. La tensión en el aire era palpable, y cada sonido parecía resonar más fuerte en la penumbra.

El sonido de un mensaje entrante en su teléfono lo sacó de sus pensamientos. La pantalla mostró el nombre de Flor.

—Flor —murmuró Dimitri para sí mismo, mientras desbloqueaba el dispositivo.

El mensaje era claro y directo:

"Tenemos un plan. Nos reunimos en dos horas. Hay mucho en juego."

Dimitri no dudó. Sabía que ese encuentro podía cambiar el rumbo de la guerra que libraban. Se preparó rápidamente, asegurándose de que sus armas y dispositivos estuvieran listos.

Cuando llegó al punto de reunión, un viejo almacén abandonado, Flor y María ya estaban esperándolo. La tensión entre los tres era palpable.

—Tenemos que ser rápidos y precisos —dijo Flor, sin rodeos—. María tiene información clave sobre el centro de operaciones de Enzo, y necesitamos que Dimitri nos ayude a infiltrar el lugar.

Dimitri asintió, evaluando cada detalle.

—No será fácil. Pero si jugamos bien nuestras cartas, podemos hacerlo.

María intervino con un tono más serio:

—No podemos permitirnos errores. Si nos atrapan, no habrá vuelta atrás.

La noche avanzaba y el plan comenzaba a tomar forma. Repartieron roles, analizaron posibles rutas de entrada y salida, y discutieron las posibles contingencias.

Flor miró a Dimitri, notando en sus ojos una mezcla de preocupación y determinación.

—¿Confías en nosotros? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Él la miró, sin titubear.

—Confío en que queremos lo mismo: acabar con esto.

Las horas previas a la operación fueron un torbellino de emociones. Flor apenas podía dormir, sus pensamientos mezclaban miedo, ansiedad y esperanza.

Hugo, lejos de ellos, se preparaba también para lo que sabía sería una de las batallas más importantes. En su despacho, repasaba mentalmente cada detalle de la red enemiga, buscando debilidades, puntos donde golpear con fuerza.

Una llamada entrante interrumpió sus planes. Era María.

—Hugo —su voz era baja y nerviosa—. Tenemos que hablar. Es urgente.

—Estoy escuchando —respondió él, al instante.

—Flor y yo estamos armando un plan. Un ataque directo al corazón de Enzo.

—Cuentas conmigo —dijo Hugo, sin dudar.

La conversación fue breve, pero suficiente para que Hugo sintiera la gravedad del momento.

El día señalado, la ciudad parecía ajena al drama que se desataba en sus entrañas. Las calles transitaban con normalidad, mientras en las sombras se preparaba la tormenta.

Flor, María, Dimitri y Hugo avanzaban con cuidado hacia el centro de operaciones enemigo. La adrenalina corría por sus venas, y cada paso era un recordatorio de lo que estaba en juego.

El edificio era una fortaleza, con guardias, cámaras y sistemas de seguridad de última generación. Pero el equipo había estudiado cada detalle, cada movimiento, y confiaba en su plan.

Con destreza, lograron evadir las primeras capas de seguridad. Flor sentía que su corazón latía con fuerza, consciente de que cualquier error podía ser fatal.

Mientras avanzaban, María mostró su conocimiento del lugar, guiándolos por pasillos ocultos y accesos secretos.




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