Título: Entre Fuego y Sombras: La Flor de la Mafia

Capítulo 13 – Renacer en las sombras:

El amanecer había teñido la ciudad con tonos dorados y grises, y el aire olía a humo, pólvora y promesas quebradas. Flor caminaba entre las calles vacías, su mente aún atrapada entre la adrenalina de la noche anterior y la calma precaria del nuevo día. Cada paso resonaba como un recordatorio de que la guerra no había terminado, que cada victoria traía consigo nuevas responsabilidades y peligros.

Hugo la seguía a unos metros, observándola con una mezcla de cautela y admiración. Su mirada era más que preocupación; era un reconocimiento silencioso de la fuerza que Flor había demostrado, de la resiliencia que la convertía en un aliado indispensable, pero también en alguien cuya seguridad debía proteger a toda costa.

—No podemos quedarnos aquí mucho tiempo —dijo Hugo, rompiendo el silencio—. Enzo está derrotado por ahora, sí, pero su red aún existe. Sus aliados buscarán venganza, y debemos anticiparnos.

Flor asintió, sintiendo el peso de sus palabras. La victoria no era un punto final; era un capítulo más en una historia de sangre, traición y sobrevivencia.

—Tenemos que movernos —continuó Hugo—. Reorganizar nuestras fuerzas, asegurarnos de que cada zona bajo nuestro control esté protegida. No podemos permitir que alguien más tome lo que hemos recuperado.

María los alcanzó, sus pasos seguros, aunque sus ojos reflejaban un conflicto interno. La culpa y la redención convivían en ella, y sabía que cada decisión la acercaba más a reconstruir la confianza perdida.

—Hugo tiene razón —dijo María, con voz firme—. Si dejamos que la ciudad siga sumida en caos, otros aprovecharán el vacío. Pero también debemos pensar en lo que somos, en lo que queremos proteger.

Flor miró a su amiga, sintiendo una chispa de reconciliación que apenas comenzaba a encenderse. Por primera vez en meses, pudieron compartir un objetivo común sin que el miedo y la traición los dividiera.

El despacho improvisado de Hugo se había convertido en el centro neurálgico de la operación. Mapas cubrían las paredes, marcando rutas de abastecimiento, zonas de influencia y posibles amenazas. Teléfonos, radios y dispositivos electrónicos formaban un laberinto de comunicación que permitía a Hugo y su equipo anticiparse a cualquier movimiento enemigo.

—Si queremos mantener el control —dijo Hugo, señalando un mapa lleno de marcas rojas y verdes—, debemos dividir nuestras operaciones. Un equipo se encargará de proteger a los civiles y asegurarse de que no haya bajas innecesarias. Otro debe ir tras los remanentes de la red de Enzo.

Flor y María asintieron. Ambas sabían que la logística era tan importante como la fuerza bruta; la guerra no se ganaba solo con disparos y ataques sorpresa, sino con estrategia, paciencia y una visión clara del tablero completo.

—Yo me encargaré de la parte más peligrosa —dijo Flor, con determinación—. Localizar a los aliados de Enzo y asegurar que no puedan reagruparse.

—Yo estaré contigo —respondió María—. No más secretos. No más traiciones. Esta vez, vamos juntas.

Hugo las observó, consciente de que la unión de las tres era su mayor fortaleza. Cada una había pasado por su propio infierno, pero ahora podían formar un frente sólido, capaz de enfrentar cualquier amenaza que surgiera en las sombras de la ciudad.

Mientras la planificación avanzaba, un mensaje cifrado llegó al portátil de Hugo. La pantalla parpadeó con un aviso urgente: “Hay un traidor entre nosotros. Confianza cero. Actúa rápido.”

El corazón de Hugo se tensó. Sabía que la amenaza no provenía solo de Enzo; la traición podía venir desde adentro, de alguien que compartía sus estrategias y movimientos.

—Esto complica todo —dijo, frunciendo el ceño—. Si alguien dentro de nuestro círculo juega doble, cualquier acción podría volverse en nuestra contra.

Flor se acercó, leyendo la información con rapidez. Sus ojos se estrecharon, y una sensación de alarma la recorrió de pies a cabeza.

—Tenemos que identificar al traidor antes de que haga daño —dijo con firmeza—. No podemos permitirnos errores.

María asintió, comprendiendo la gravedad del momento. La experiencia que había adquirido bajo la sombra de Enzo la había preparado para situaciones donde la traición estaba a la vuelta de la esquina.

—Si alguien traiciona a este equipo —dijo—, no solo arriesga su vida. Arriesga todo lo que hemos logrado.

Hugo respiró hondo, tomando conciencia de que la guerra no era solo contra enemigos visibles; era un juego de sombras, donde la lealtad se probaba constantemente y la vigilancia debía ser absoluta.

Mientras tanto, en un barrio remoto de la ciudad, Enzo observaba desde su escondite los movimientos de Hugo y su equipo. La derrota lo había golpeado, pero no lo había destruido. Su mente calculadora ya estaba trazando planes de venganza, evaluando aliados, descubriendo traidores y buscando debilidades.

—No ha terminado —susurró, con los ojos brillando de odio—. No mientras respire.

Su red de contactos, dispersa pero todavía activa, comenzaba a movilizarse. Enzo sabía que necesitaría tiempo, paciencia y manipulación para reconstruir su imperio, y cada fracaso solo lo hacía más peligroso, más impredecible.

De regreso con Hugo, Flor y María, la noche caía con rapidez, sumiendo la ciudad en un silencio tenso. Las luces de los edificios eran pocas, y las sombras se alargaban por las calles vacías. La sensación de peligro inminente flotaba en el aire, como una amenaza invisible lista para atacar.

—Debemos patrullar de manera estratégica —dijo Hugo, señalando las zonas críticas en el mapa—. Si Enzo o sus aliados intentan algo, debemos estar preparados para responder de inmediato.

Flor ajustó su arma y revisó su equipo. La guerra había cambiado su forma de pensar: cada movimiento debía ser preciso, cada decisión medida, cada acción con consecuencias.

María la miró y dijo con suavidad:

—Nunca pensé que diría esto, pero… estoy agradecida de estar aquí contigo. No solo como aliada, sino como alguien que confía en ti.




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