Título: Entre Fuego y Sombras: La Flor de la Mafia

Capítulo 15 – Fuego y acero

La ciudad despertaba lentamente entre sombras y humo, mientras la tensión se respiraba en cada callejón, en cada edificio abandonado. Hugo se movía con precisión quirúrgica por el centro de operaciones improvisado, sus ojos revisando los informes, mapas y cámaras de vigilancia. Cada segundo contaba, y la amenaza de Enzo era más palpable que nunca.

—Flor, necesitamos entrar al almacén de Enzo —dijo Hugo, su voz firme pero cargada de urgencia—. Allí están los documentos que podrían exponerlo y debilitar su red.

Flor asintió, ajustando el cinturón con armas y herramientas que habían preparado para la misión. La noche anterior había sido un recordatorio de que cada error podía ser fatal. La traición de Marco había dejado cicatrices, pero también enseñanzas: no podían confiar en nadie más que en ellos mismos.

—Y María —agregó Flor, mientras activaba la comunicación segura—. Ella debe mantenerse en posición para cubrir nuestra retirada.

La bruma envolvía la ciudad como un manto silencioso. Hugo y Flor avanzaban entre sombras, evitando patrullas y cámaras de seguridad, usando cada truco aprendido en años de batallas. La adrenalina les recorría la columna vertebral, mientras sus miradas se cruzaban en silenciosa complicidad: cada gesto, cada señal, era una promesa de que lucharían hasta el final.

Al llegar al almacén, un silencio absoluto los recibió. La estructura metálica crujía bajo la presión del viento, como si anticipara la tormenta que estaba por desatarse. Hugo inspeccionó la entrada, evaluando posibles trampas y puntos de vigilancia.

—Dentro están los archivos y el servidor que necesitamos —susurró—. Pero también hay guardias. Muchos guardias.

Flor asintió, sacando un dispositivo de interferencia para neutralizar las cámaras y sensores. Cada segundo contaba; la velocidad y la coordinación serían decisivas.

Con precisión, desactivaron las alarmas externas y entraron al almacén. El aire estaba cargado de polvo y tensión. Entre estanterías y cajas, se movieron con cuidado, conscientes de que cualquier error los delataría.

De repente, un ruido metálico alertó a Flor. Hugo reaccionó al instante, empujándola hacia una cobertura improvisada. Los guardias aparecieron, armados y preparados, pero Hugo y Flor estaban listos. El enfrentamiento fue inmediato: movimientos rápidos, disparos precisos, golpes calculados. Cada acción era un juego de reflejos y estrategia, una danza letal donde la supervivencia dependía de la sincronización perfecta.

Flor derribó a un guardia con una maniobra que combinaba fuerza y agilidad, mientras Hugo neutralizaba a otro con un disparo preciso. El eco de los enfrentamientos resonaba entre las paredes metálicas del almacén, un recordatorio brutal de que la guerra no conocía piedad.

—Casi estamos —jadeó Hugo, mientras revisaba el camino hacia la sala de archivos—. Solo un par de estanterías más y llegamos al servidor.

Flor asintió, conteniendo la respiración mientras avanzaban. Cada paso los acercaba a su objetivo, pero también al riesgo máximo: Enzo podría aparecer en cualquier momento.

Y apareció. La puerta trasera se abrió con un golpe seco, y la figura de Enzo emergió de las sombras, con un arma en la mano y una mirada que mezclaba furia y desprecio.

—Hugo… Flor… —dijo con voz gélida—. Pensaron que podrían desafiarme sin consecuencias.

Hugo salió de la cobertura, manteniendo la calma a pesar de la tensión que electrizaba el aire.

—No subestimes lo que somos capaces de hacer —respondió—. Hoy termina tu juego.

Enzo sonrió, una curva cruel que no alcanzaba a ocultar su furia. Con un movimiento rápido, disparó, obligando a Hugo a cubrirse y a lanzar un objeto explosivo improvisado que creó una cortina de humo. La confusión era total. Flor aprovechó para avanzar hacia el servidor, conectando rápidamente un dispositivo que comenzaba a copiar los archivos más importantes.

—¡Flor, rápido! —gritó Hugo, esquivando los ataques de Enzo con agilidad—. Cada segundo cuenta.

La batalla dentro del almacén se intensificó. Golpes, disparos, objetos lanzados, explosiones menores: un caos calculado donde cada movimiento podía decidir la vida de los presentes. Flor terminó de copiar los archivos y se dirigió hacia Hugo, el corazón latiendo con fuerza, la adrenalina haciendo que cada músculo respondiera con precisión.

Enzo, furioso, se lanzó hacia ellos con una agresividad inhumana. Hugo lo enfrentó directamente, cuerpo a cuerpo, bloqueando y contraatacando con fuerza controlada. Cada golpe resonaba en el almacén como un trueno, una declaración de que la guerra no había terminado, sino que había alcanzado su punto crítico.

Flor, observando el enfrentamiento, entendió que cada decisión de esa noche definiría el futuro de todos. Con determinación, tomó una pistola secundaria y cubrió a Hugo, asegurándose de que Enzo no pudiera superar la fuerza combinada de ambos.

Finalmente, un golpe certero de Hugo derribó a Enzo al suelo. La respiración de todos era pesada, entrecortada, pero el alivio momentáneo era palpable. Flor y Hugo se miraron, sabiendo que ese triunfo era solo una parte de la batalla: el enemigo estaba herido, pero lejos de ser derrotado.

—Tenemos lo que necesitamos —dijo Flor, mientras guardaba los dispositivos con los archivos robados—. Ahora hay que salir antes de que lleguen refuerzos.

Avanzaron hacia la salida, usando rutas secundarias y evitando patrullas. La ciudad parecía más silenciosa después del enfrentamiento, pero cada sombra aún podía ocultar un peligro.

En un callejón, María apareció con refuerzos, asegurando la retirada de Hugo y Flor. Su coordinación fue perfecta: disparos de advertencia, cobertura y movimientos estratégicos que les permitieron escapar sin bajas adicionales.

—Buen trabajo —dijo María, respirando con fuerza—. Pero esto solo es el comienzo. Enzo no se detendrá.

Hugo asintió, mirando a Flor con intensidad.




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