To love you

Capítulo 3: El protector

Caminé a paso lento y ligero hasta mi casa y cené tranquilamente. Ya casi a diez de la noche le envié un mensaje a Tony, un cálido: "Buenas noches, amor". Y él me contestó al instante: << Buenas noches. Sueña conmigo, amor>>.

¡Claro que lo haría! ¿Cómo no hacerlo?

Pero la verdad, luego de dormirme sonriendo a la pantalla del celular, me desperté a las siete de la mañana sin acordarme si soné o no algo. Dormí como un tronco porque estaba cansada por las clases y por caminar mucho.

Chase y Jonathan también estaban despiertos, pero aún con sus pijamas, cuando bajé a la cocina. Mamá preparaba el desayuno y yo me restregaba los ojos para de una vez despertarme completamente.

— ¡Feliz cumpleaños, Yojo! —grité con efusiva voz. Él me gruñó y se alejó de mi abrazo.

— ¿Aunque sea sé más cuidadosa de tu aspecto? —me reprochó. Estaba hecha un desastre, eso era cierto, pero no era para tanto. Jonathan era un asocial de primera. Y a pesar de sus quejidos yo le enredé entre mis brazos hasta asfixiarlo.

Mamá y Chase ya le habían deseado feliz cumpleaños, y ahora solo faltaba el de papá.

— Él vendrá en la noche —dijo mi madre.

Jonathan se notaba desanimado. Pero Chase y yo ya estábamos más que acostumbradas a su ausencia.

Entonces, no debería ir a la fiesta de Christina Ross. No importaría si faltase, ya que nosotras solo somos conocidas, nada más.

Me cambié y desayuné en familia amenamente. Y para estar libre de todo este fin de semana, me puse a hacer mis deberes. Aprovechando que la casa aún estaba silenciosa.

Ya se me estaba olvidando la hoja de tareas de Missi. Y haciendo un esfuerzo por recordar la Nomenclatura, lo desarrollé casi todo. ¡Bien, libertad a mí!

La sala de mi casa ya estaba adornada, todos ayudamos para ello. La deliciosa torta de cumpleaños de Yojo ya estaba lista en la cocina. Y el chocolate podía olerse hasta la sala. Uhm, una delicia.

Me comuniqué mediante mensajes con Tony por más de media hora en la tarde. Y nos desconectamos porque ya empezaba el partido de básquet de la NBA. A eso de la siete de la noche la puerta se abrió. Mi madre y mis hermanos, que estaban junto conmigo en la sala mirando televisión, corrieron hasta la entrada.

— ¡Papá llegó a casa! — proclamó mi madre.

Jonathan se puso a chillar porque ya estaba seguro que él no vendría. Por ello papá fue a su encuentro primero y le dio un fuerte abrazo.

— ¡Oh, hijo¡ ¡Lo siento! —gimió mi tonto padre. Por poco él también se unía con Jonathan a llorar. Pero era inevitable, mi hermano era con quien menos tiempo había pasado y él, por ser el menor, necesitaba mucho a su padre.

Le cantamos el "Happy birthday to you" a mi hermanito y luego partimos su pastel. Mi padre estaba muy animado como siempre; y como había rentado una camioneta para llegar aquí desde el aeropuerto, no quiso desperdiciar el tiempo que le restaba.

— ¡Vamos a los juegos! —Dijo con Jonathan sobre sus hombros— Pasearemos y comeremos en la tienda de golosinas hasta reventar, hijo. Además, tengo una sorpresa que darles.

Como una estampida salimos directo a la calle para subir a la camioneta. Mi padre nos regalaba a mi hermano y a mí unas sonrisas de disculpa por siempre estar fuera y nosotros lo ignorábamos. Bueno, no sería por mucho, ya que pronto a nosotros se nos pasaría. Mi padre estaba en casa tres veces al mes, su trabajo como piloto era el centro de su vida, a pesar de ello, mamá no le reprochaba nada. ¿Por qué? Porque se amaban y nos amaban.

Las calles de Nueva Yersey estaban iluminadas, me parecía más agradable que Nueva York y más tranquilo también. Papá nos iba a llevar al centro de la ciudad para pasear y divertirnos, no nos tomaría más de una hora. Pasamos por el vecindario de Ghala, pero no nos detuvimos a saludar.

— Eh, linda —llamó mi padre a mi mamá— ¿Cómo está Verenice? —preguntó mi padre al recordar que la familia de Ghala vivía por esta zona.

— Bien, querido. Ella está realmente ocupada con su exposición en New York, su hija también participará allí. ¡Tiene una grandiosa voz! —respondió mi madre con gran entusiasmo.

— Oh. Ya veo. Qué bueno —dijo mi padre y volteó hacía un gran parque que estaba casi a oscuras— ¡En qué males condiciones está George Park! —Indicó— ¡Qué bueno que no nos mudamos por esta zona!

¿George Park? ¿Este casi baldío parque, era George Park? Con razón la nota me parecía una broma de mal gusto. ¿Por qué me indicaba venir a aquí? ¿Para qué me roben o, peor, me violen?

Volví en mí, y dejé de pensar en ello. Me sentía alegre porque Yojo también lo estaba. Su carita infantil tenía el verdadero brillo que un niño debería tener, no como la sombría faz que siempre llevaba.

Como lo había adivinado, nos tomó una hora llegar al centro. Primero entramos a un parque de diversiones y nos tomamos muchas fotografías para el recuerdo. Comimos y bebimos (sodas y ponches), hasta fuimos a un karaoke.




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