Esa noche dormí con mi madre, ella me consoló y me aconsejó, pero aunque me haya dado los mejores consejos del mundo, eso no me animaba ni me quitaba el dolor que sentía, aquí, en mi corazón. Ni el chocolate más caro que había comido en mi vida pudo alegrar mi corazón, aunque sí alegró a mi estómago.
De entre los miles de pensamientos que inundaban mi cabeza uno me hizo sobresaltarme y por la ansiedad mi mano derecha se aproximó a mi boca y al instante comencé a morderme mis uñas, de nuevo. ¿Qué iba a hacer mañana cuando los vea? ¿Qué debía decir? ¿Cómo debía actuar?
Realmente no lo sabía, ni siquiera sabía que palabras podrían salir de mi boca, tenía miedo. Pero si tenía claro una cosa: Debía contarle a Nick la verdad.
Mi hermano me llevó de pasada a la preparatoria, luego él se fue a su universidad. Por primera vez desde hace mucho tiempo, él se despidió de mí con un fuerte abrazo. Creo que él sabía perfectamente lo que me pasaba ya que en mi familia no habían secretos.
Caminé sola hasta el aula devolviendo el saludo a una que otra persona que me deseaba los buenos días.
¿Buenos días, eh? << ¿Qué hay de buenos?>> Pensé para mí misma imitando la cara de Don Ramón cuando, por culpa del chavo, Doña Florinda le da una cachetada.
¿Qué haría al entrar al aula y me encontrara con ellos? Ya estaba por dar mi último paso para estar completamente dentro del aula. Me acobardé y quise salir corriendo a toda velocidad, pero una mano sujetó la mía y bloqueó mi camino.
— Te estaba buscando —dijo Nick y me miró fijamente, notando mis ojos rojos y mi decaído semblante— ¿Qué te pasó, Jess?
<< ¡Oh, Nick! Eras la persona a quien también buscaba. Pero te tengo malas noticias>>, pensé para mí misma.
— Necesito hablar contigo en privado.
Él no se quejó y me siguió hasta el espaldar del edificio. Tenía que contarle la verdad aunque para ello renunciemos a la primera clase. En el descampado siempre corría una brisa fresca y a veces traía consigo un poco de polvo, ni siquiera aguanté hasta sentarnos y hablar cómodamente, pero lo primero que salió de mi boca fueron unos fuertes sollozos.
— Nos engañaban, Nick... Tony y Britany. Los vi, se estaban besando...
Él no lucía sorprendido.
— Ya, ya, cálmate, Jess...—me consolaba, a pesar de que él también debía estar sufriendo. O eso es lo que pensaba.
Nos sentamos en el incipiente gras y apoyamos nuestras espaldas en la pared. Mirando al horizonte, yo sollozaba y él se mantenía en silencio.
— Jess, yo ya lo intuía...—declaró. Mis ojos se ampliaron y mi rostro se cubrió de confusión y él prosiguió— Puedo ser un tonto, Jess, pero soy un hombre; no soy una ciega chica enamorada como tú. Yo me di cuenta de otras cosas y trataba de negarlas, pero con esto... Ya está más que confirmado.
— ¡¿Cómo que lo intuías?! —le grité y comencé a darle manotazos en su pecho. Estaba enojada, muy enojada y ni hablar de mi presión arterial, estaba acelerada y hasta sentía mis mejillas arder— ¿Por qué no me lo comentaste? ¿Acaso no somos amigos?
Él dejaba que lo golpease, no se resistía y no me miraba a los ojos— ¿Me hubieras creído? —preguntó y yo inmediatamente me calmé porque sabía que no lo habría hecho.
— ¿Crees que no me sentí como tú? ¡Britany es la chica que más he querido! Y Tony es mi mejor amigo. ¿Crees que no me duele? ¿Crees que no deseé muchas veces eliminar de mí la duda de que ellos nos engañasen? Yo también soy humano, Jess. No eres la única que amaba a una persona que te ha traicionado.
Lloré aún más al escuchar sus palabras.
— ¿Entonces, solo nos queda resignarnos? —le pregunté.
— ¿Acaso quieres escuchar sus excusas? ¡Míranos, Jess! ¡Somos patéticos! Me dan ganas de ir y romperle la cara a ese imbécil.
A pesar de haber sido traicionada, las palabras de odio que usaba Nick hacia Tony, me alarmaban y me hacían preocuparme por él. Nick era un bruto, si quería podía hacer lo que tenía en mente.
— Solo se han besado... —traté de apaciguarlo.
— Jess —espetó— ¿Cuándo dejarás de ser tan inocente? ¿Acaso crees que los adolescentes no tenemos sexo? Britany y yo lo hacíamos. Así que no te engañes... Si un hombre engaña a su mujer con la cual no ha tenido sexo, es que lo tiene con la otra. Así de simple.
Le clavé una mirada desgarradora, por dentro así estaba, desgarrándome. Y hasta él se dio cuenta de sus toscas palabras, parecía que quiso pedirme perdón, ¿pero, por qué? Si no había dicho nada malo, solo dijo la verdad.
— ¡Aun así, quiero escuchar lo que él me tenga que decir! ¡Debemos encararlos! —Chillé. Y tomé fuerza para decirle— ¡Aquí y ahora! —A pesar que tenía tanto temor de verle la cara a Anthony.