To love you

Capítulo 9: Inmóvil

Huí antes de decir o hacer alguna tontería.

Huí porque no tenía el coraje de estar frente a frente de ella, a la que una vez llamé amiga.

Huí porque me sentí menos que ella; porque si nos compararan, ella siempre fue y es más valiente que yo.

Continuar como si nada pasara en clase, hablar y escribir, compartir ideas con los demás, mientras que yo estaba en silencio, desnaturalizando el propósito de hacer un equipo para cumplir con la asignatura.

Patética.

Así me sentía mientras corría y oía los gritos de Nick llamándome. Si él hubiese querido pudo haberme seguido y me hubiera atrapado en el acto, porque era, de lejos, más veloz que yo, pero no lo hizo.

Me dirigí como siempre al descampado, al parecer ya era mi lugar favorito establecido a la fuerza ya que antes este hubiese sido el último lugar al que hubiera recurrido cuando estaba a punto de llorar porque en ese entonces tenía los brazos de Tony.

Después de un rato una voz me interrumpió.

— ¿Cada vez que venga aquí voy a encontrarme contigo? Creo que debo escoger otro lugar desde ahora.

No respondí nada.

— ¿Qué? ¿No me digas que estás llorando? ¿Qué te pasó? —preguntó sin calor en sus palabras. Para él yo no era más que un bicho que echaba mocos.

— Nada —respondí. Limpié mis mejillas con las mangas de mi polera negra con el estampado de la silueta de una mariposa— Si no te importa, déjame sola por favor.

— Está bien, pero hoy tienes tutorías con Missi a las tres, ya son la una y media, ve a casa para que almuerces y no llegues tarde a la biblioteca.

Milton se fue. Luego de unos minutos yo también lo hice.

**

Ya en casa revisé mi celular, tenía cuarenta llamadas perdidas de Nick y ningún mensaje. Almorcé con toda mi familia, ese día iba a ser la última comida con papá, él luego iba regresar en dos meses. Mi padre, tal vez sintió que su hija estaba con el ánimo por los suelos porque me regaló una pequeño paquetito, allí en frente de todos, en pleno almuerzo. Me pidió que lo abriera allí mismo y así lo hice.

Rompí el envoltorio de color rosa y una pequeña cajita negra con borde dorados se hizo visible. Era un anillo dorado con la figura de un corazón como adorno, pequeño y delicado, cabía perfecto en mi dedo anular.

— ¡Oh! —Exclamó Chaser— ¡Papá no me digas que la has comprometido!

— ¡Chaser, no seas tonto! ¿Cómo voy a comprometer a mi hija? ¡Ella jamás se va a casar! ¡Pobre de aquel que osa profanarla!

— Es que parece un anillo de compromiso...

Mamá rodó los ojos, Jhonatan la imitó.

— Ajá...Sí, como digas, papá —resoplé—. Está precioso, gracias.

Abracé a mi papá y como tenía el tiempo contado me apresuré a alistarme para ir a la biblioteca. Mi papá me subió el ánimo, no porque me regaló un anillo, sino por lo que me dijo después: << Volveré en dos meses, es mucho tiempo para ustedes, pero poco para algunas personas. El tiempo correrá igual para los que lo aprovechan y para los que no. Así que avanza, camina, no dejes de moverte. Ya que él tiempo siempre ha estado un paso antes que nosotros, nunca le podremos sobrepasar, pero si podemos ir de la mano de él. Los quiero hijos, los extraño mucho y lamento no estar para ustedes, lo único que les pido, no es que nos defrauden a nosotros, sus padres, sino que no se defrauden a ustedes mismos>>. A pesar que mi padre puede a veces decir cosas importantes e inspiradoras al final siempre terminaba diciendo una incoherencia o un chiste como, "Chaser, estás en la edad loca, usa protección. No quiero tener nietos antes de tiempo y cuida a tus hermanos".

***

Fui manejando el auto, seguramente Nick y Milton iban a ir a la biblioteca y en ese momento no quería enfrentar a Nick.

Missi estaba ya en la biblioteca sentada en una mesa junto a la ventana que da con el patio, hasta ahora nunca he llegado antes que ella. Su puntualidad era impecable. La saludé y me senté frente a ella, y me sentí como una niña pequeña mostrando sus juguetes cuando le hablé sobre el regalo de mi papá.

— Mira —le dije—, mi padre me ha regalado este anillo. ¿No está bonito?

Esperaba su respuesta con una sonrisa, y ella también sonrió, pero con tristeza.

— Qué bonito detalle. Cuídalo mucho —alcanzó a decir y me pidió que me prepare para iniciar la tutoría.

Veinte minutos transcurrieron. Mis tutorías eran amenas y yo sí las entendía. El examen finalmente sería en dos semanas y estaba nerviosa.

— No te preocupes, lo harás bien —me dijo Missi— yo soy tu tutora después de todo, ningún pupilo mío ha desaprobado.

— ¿Lo dices en serio? —Repliqué— ¿A cuántos has enseñado? —pregunté curiosa para saber las estadísticas.

Missi se puso pensativa, siempre que lo hace eleva su mirada hacía un lado y posa su dedo índice y pulgar en su barbilla— Desde que estaba en la primaria enseñaba a mis compañeros, pero lo hice oficialmente desde que entré a la preparatoria. Así que aproximadamente habré tenido cincuenta pupilos.




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