Me mordía las uñas. Ya había dejado atrás esa mala costumbre, pero la situación lo ameritaba. Sentía en mi boca la agridez de no saber lo que podía pasar por la cabeza de mi hermano y por saborear el esmalte rosa de mis uñas.
Nick no había venido a clases. Pensé que pudo ser por su resaca, lo llamé tres veces y no contestó. Me pareció extraño, pero lo dejé pasar. Mi examen estaba a pocas horas. Fabiano lucía más fresco que yo, seguro ya se sentía listo. El Topo nos dijo que daríamos el examen a la hora de salida ya que él tenía las horas ocupadas con otras clases y lo nuestro era una ayuda fuera del horario de clases.
Ni siquiera le di importancia a la presencia de Tony y Britany, a pesar de estar sola y sin compañía. Tenía la cabeza en otro lado.
En el recreo, fui a mi lugar habitual con los chicos. Milton, Nick y Sherman estaban allí, Missi aún no venía.
Los saludé cortésmente y me senté frente a los rígidos chicos. Entrecerré los ojos, había gato encerrado aquí, Nick no era bueno ocultando cosas y Alan estaba perturbado también.
— ¿Y Missi? —Pregunté.
— En el baño —respondió Milton.
— ¿Y tú? —Pregunté mirando a Nick— ¿Por qué no estabas en la primera clase?
— Me quedé dormido, ya sabes, me dio pereza venir...—dijo Nick y rió como estúpido al final.
Missi regresó y trajo consigo un pie de limón.
— Toma —me dijo—. Es para ti. Para que tengas energías con toda esa azúcar.
Con esto no me compraría, aún seguía enojada con ella.
— ¿Es buena persona, no? —comentó Nick.
— ¿Quién? —repliqué yo.
— Una chica... La que conocimos este sábado. ¡Si la vieras! ¡Tiene un cuerpo para morirse! Pero le gustaba la carne fresca, así que no nos hizo caso.
Missi y yo rodeamos los ojos.
— Alan estuvo en su mira todo el tiempo, pero tú —dijo mirándolo con molestia— ¡Debiste hablarle, hermano! Se te fue una oportunidad de oro.
— No pusiste en práctica nada de lo que te enseñamos —regañó Milton.
— ¡¿Llevaron a Alan con ustedes?! —sonó al unísono. Missi y yo nos sentimos indignadas, ¿cómo se atrevieron a llevar al dulce Alan de cacería?
— ¡Patanes! —Espeté.
— No les vuelvas a hacer caso, Alan —le dijo Missi—. Ellos ya no son puros como tú.
— Algún día él tiene que volar. Él no es un pollito, es un gallo. Dejen ustedes de ser una mamá gallina, viejas —reclamó mi rubio amigo.
— No seas mojigata.
"Mojigata"
"Mojigata"
Esa palabra retumbó directo en mi ego, cuando Milton la pronunció. Esa fue una de las palabras que me dijo Britany y una de las razones por las cuales Anthony me dejó.
Nick lo notó, supo por qué arrugué mi frente y salí indignada de allí.
No lloré, solo maldije esa palabra. Ya había decidido no volver a derramar lágrima alguna por Anthony. Pero era difícil.
Missi me llamó, pero no le hice caso; fui a mi siguiente clase y al terminar me fui al aula de Química. Fabiano ya estaba allí y el "Topo" estaba en su asiento, esperando.
— Buenas tardes, profesor —saludé.
— Pase, señorita Giner, la esperábamos.
Sudaba frío y lo peor era que tenía hambre, mucha hambre. Creo que tenía un león rugiendo en mi estómago. Fabiano se reía cada vez que lo oía.
— Esta es su última oportunidad. Aprovéchenla, el examen está fácil —típicas palabras de un profesor. Nos repartió el examen y nos pusimos manos a la obra.
Teníamos cuarenta y cinco minutos. Y el estómago seguía dándome lata, pero desarrollaba las respuestas. Por primera vez las entendía, algunas más que otras, ¡pero las entendía!
Aunque no sabía si Fabiano tenía la misma suerte que yo ya que su cara no daba señales positivas.
Tiempo.
El "Topo" nos quitó el examen y en ese momento nos lo iba a revisar y así saber si aprobábamos o no. Ya los profesores estaban entregando notas, las vacaciones se acercaban y la próxima semana sería los finales.
— Giner, setenta y ocho.
Necesitaba mínimo ochenta...
— Fabiano, cincuenta y dos.
Él estaba peor que yo.
El profesor se limpió los lentes aprovechando el tiempo para pensar qué haría con nosotros.
— Uhm... ¿Qué hago con ustedes? Hice el examen muy fácil.
No supe que contestar, estaba decepcionada de mi misma por no llegar ni cerca a la meta.
— Los felicito.
— ¿Qué? —Retumbaron nuestras voces al unísono, lo que habíamos hecho (en el examen) con lo que decía el profesor estaba en una indudable contradicción. Confusión total para Fabiano y para mí. ¿Eso significaba que nos aprobaba o no?