To love you

Capítulo 23: Ilusión

Milton

— ¿Cuánto tiempo seguirán ignorándose? —me reclamó Missi. Ya había pasado una semana y las cosas no estaban yendo del todo natural que digamos.

— ¿Ignorar a quién? —preguntó mi madre desde la cocina. Algunos domingos solo trabajaba medio día, así que aprovechaba ese tiempo para cocinar y pasarla en familia.

— A nadie —recalqué mirando a Missi con el ceño fruncido.

— ¿Otro lío de chicas? —preguntó mamá.

— Esta vez, el liado es él —comentó Missi. Mamá soltó una pequeña risilla. Me encantaba escucharla reír, después de lo que pasó con Frank, mamá no disfrutaba de las bromas ni de los buenos momentos. Poco a poco eso ha ido cambiando.

Suspiré dándome por vencido con esas mujeres. Almorzamos y luego miramos un rato televisión. A eso de las tres decidí estudiar para el examen de mañana y acompañé a Missi en la sala mientras ella desarrollaba unos ejercicios de física.

Y seguía con la misma cantaleta.

— ¡¿Qué?! —grité ante su impaciente mirada de preguntona.

— ¿Qué? Si solo te estaba observando.. —se justificó. Volvió los ojos a su cuaderno y a continuación pronunció las palabras que ya me sabía de memoria— Te sonrojas.

— Sigues con eso —negué.

— Lo haces. Lo he notado. La tratas de ignorar, pero no pueden evitar mirarse todo el tiempo y cuando ella ríe y luego de imprevisto chocan miradas, tú la desvías y te sonrojas.

— ¡Eso es más falso que la respuesta de tu ejercicio número 2! —exclamé. Ella lo revisó y solo dijo:

— Oh... Tienes, razón, pero eso no quita que sea cierto que te sonrojas.

— Missi, ya me estás cansando —sentencié mirándola fijamente a los ojos.

— Tú también, Alex —retó. Nunca me llamaba así por nada, solo lo hacía cuando hablaba muy seriamente porque sabía que lo odiaba.

— ¡Maldita sea! ¡Que no me llames así!

— Entonces sé sincero contigo mismo. La tensión entre tú y Jess ya está siendo molesta para todos. ¿Crees que Nicolson y Sherman no se han dado cuenta?

— Eso no me importa —espeté.

— Pues debería —sentenció.

Me fui de la sala y al poco rato decidí ir a mi departamento. Mamá siempre se despedía de mí con tristeza, pero yo no podía quedarme con ellas, mi conciencia no me lo permitía.

Con mi motocicleta llegué rápido a mi departamento, la estacioné y luego subí a mi habitación. Era solitario, no lo niego, pero me gustaba. Podía hacer lo que quería y cuando quería, pero a pesar de mi reputación, no había traído aquí a ninguna mujer salvo mi madre, mi hermana y a Ginner.

Esa pequeña mujercita me iba a volver loco y sumado al acoso de mi hermana era peor. ¿Cómo no pensarla las 24 horas?

Missi me había implícitamente sugerido que me acercara a ella, la conociera y así tal vez podría gustarme. Lo que no sabía era que la pequeña mariposa ya estuvo clavada en mi mente desde hace mucho tiempo. Pero jamás aceptaría eso, una bola de algodón de azúcar no era mi tipo, jamás sería mi tipo y no puede serlo tampoco.

Desde el día de la fiesta de Nicolson él venía a mi casa sin invitación hasta algunas veces ya lo encontraba dentro de mi departamento, no me di cuenta, pero en una de nuestras tantas borracheras yo le di la llave de repuesto, aunque creo que el mismo la había tomado. Pero bueno, ya le tenía la suficiente confianza para dejarlo entrar. Él era lo más cercano a un mejor amigo que he tenido.

Y como siempre estuvo allí, de nuevo.

— ¿No tienes un examen mañana? —le pregunté.

— ¿Qué acaso no me conoces? —Dijo haciéndose el ofendido— Con una leidita nomás entra en este cerebrito.

— Es un examen de matemáticas —dije con ironía.

— Sip, soy un genio, que puedo hacer.

Durante un rato estuvimos jugando video juegos y como Nicolson no se iba a pesar de que ya estaba oscureciendo intuí que se quedaría hasta después de cenar, así que preparé algo ligero: una infusión de té y tostadas y claro comida china que pedimos a domicilio.

— Sabes... Hoy me reuní con Anthony... —contó.

— Bueno, ya veo el porqué de ese bello moretón al lado de tu boca —le dije para hacerle reír un poco. Pero solo sonrió.

— Hablamos como cinco minutos y peleamos como diez. Ya saldamos cuentas.

— ¿Y de qué hablaron? —me atreví a preguntar.

— Ya sabes, sobre mí, Jess y de cómo se agarró a mi novia.

— ¿Si te ibas a poner así por qué te reuniste con él? —le pregunté. Era obvio que él no estaba preparado mentalmente para enfrentarlo.




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