Jessica
La fiesta estaba divertida y yo trataba de no pensar en nada, solo me concentraría en disfrutar y gozar de la noche. No tenía ganas de enfrentar a Milton, sería doloroso. Me puse a pensar que de ahora en adelante las cosas cambiarían, debía tratar de alejarme de Milton, pero compartíamos el mismo grupo de amigos, por lo tanto, debía conservar nuestra parte de "amigos", aunque creo que nunca lo habíamos sido. Pero sí habíamos formado un gran grupo como para desmembrarnos solo porque él no gustaba de mí.
Sería infantil de mi parte hacerlo.
Aunque reprimirme sería un poco difícil porque yo ya me había ilusionado a pesar de la evidente repulsión de Milton hacia mí. ¡Todo por ser tan tonta!
Cada vez que la mirada de Milton y la mía se cruzaban, yo la evitaba y seguía bailando. Él permanecía en el sillón junto a Nick. Como media hora estuve bailando con Lucius, él era súper divertido y no me dejaba descansar, él parecía divertirse más que yo y se estaba pasando un poco de copas. Y creo que Milton se percató de ello ya que él se estaba acercando a nosotros. Me alerté de ello y me escabullí entre los jóvenes, fue demasiado fácil porque el lugar estaba repleto.
Rápidamente encontré otra pareja de baile, era un chico moreno de bonita sonrisa, bailamos por un rato y perdí de vista a Milton, además me había alejado mucho de ellos.
Después de unos pasos extenuantes de bailes, me sentí cansada así que fui a tomar aire al jardín trasero. Había poca gente allí, era un lugar reservado, perfecto para las parejas que desean privacidad. Había unas sillas disponibles cerca de una pequeña mesita, como no había nadie cerca de allí fui a sentarme.
La música seguía retumbando y el olor a cigarrillos y alcohol rondaba por todo el lugar. Había luna nueva, brindaba un poco de luz y era hermosa. Comencé a echarme aire con la mano, quería disipar ese olor a canela.
— ¿Jessica? —llamaron detrás de mí. Volteé y Britany me sonrió— ¡Qué coincidencia!
Me levanté bruscamente y ella me detuvo, insistió en que me sentara de nuevo para charlar un rato.
— No tengo ganas ni ánimos —le dije.
— Nunca las tendrás, Jess —murmuró—. Esto se ha dilatado demasiado. ¿Conversemos, sí? Nos debemos una larga charla.
— ¿Tú crees que este es el escenario perfecto? —cuestioné.
— Pero no he encontrado otro mejor...—argumentó.
— ¡Bien! —exclamé con un poco de molestia por no rechazarla.
— Anthony me contó que ustedes ya hablaron.
— Sí —afirmé—. Qué bien que tengan una buena comunicación entre ustedes —agregué con cierta molestia.
— ¡Oh, no creas! Él no me ha contado de lo que hablaron. Y no es que nos contemos todo. Seguimos siendo amigos —contó. Se apoyaba en la mesa y jugueteaba con sus manos en ella, tenía las uñas de color rojo vino, ese era su color favorito y siendo presuntuosa, me atreví a pensar que usó el esmalte que le regalé.
— ¿Cómo les va? Digo... ¿Están en una relación, no es así? —pregunte indiscretamente.
— No, no lo estamos. Como te dije, seguimos siendo amigos —afirmó. Su respuesta me enervó los nervios y me hizo recordar el beso que ellos se dieron y en todas las emociones que despertaron en sus ojos cuando lo hacían.
— Si no iban a estar juntos... ¡¿Por qué nos engañaron! ¡¿Por qué no están juntos ahora?! ¡¿Por qué causar un daño por nada?! —Le recriminé.
— ¡¿Crees que no lo quise?! —Contestó con la misma fuerza con la que yo le reclamé— ¡Yo amo a Anthony! ¿Qué no lo entiendes? ¡Pero él no me quiere a mí! ¡A pesar de ya no estar contigo, él no me buscó! ¡Él ya no se interesó en mí! ¡Él sigue pensando en ti!
— ¡Eso ya no me importa! ¡Yo no quiero saber nada de él! ¿Tampoco tú no entiendes eso? ¿Por qué quieres hablar de esto y hacerme recordar todo ese dolor? —grité. Ambas estábamos exaltadas y faltaba poco para comenzar a pasar de las palabras a las manos.
— Para ti es fácil —aseguró—, ya olvidaste a Anthony y ahora estás de arrastrada con ese Milton.
— ¡Eso no te importa! ¡Y no soy una arrastrada como tú! —le grité.
— ¿Qué no lo eres? Estás mendigando amor, al igual que yo lo hacía por Anthony.
— No me compares contigo —amenacé. Ella torció una maliciosa y burlona sonrisa.
— Qué bueno —dijo—, así sabrás lo que se siente; que te traten despectivamente, que no te den tu lugar y que te ignoren... Pobre Jessica...
— ¡Cállate! —Ordené, pero ella tenías ganas de sobra para seguir hablando— ¿Para eso quieres hablar conmigo? ¿Para pelear? ¡Mejor me voy!