Mamá y Chaser, ambos confabularon para darme la regañada de la vida. Luego llamaron a papá y le contaron que me embriagué en una fiesta, él habló poco tiempo, pero bastó para castigarme: No fiestas, no celular, no internet y debía dedicarme a las labores domésticas junto a mamá.
Chaser no pudo cubrirme esta vez aunque se lo rogué con los ojos, a él también le molestó que bebiera más de la cuenta. Hasta Yojo me miraba de lejos deleitado por mi triste situación.
Pequeño enano malvado.
El lunes, en el salón, comentábamos acerca de la fiesta y la tremenda borrachera de Spencer, uno de mis compañeros de clase, gracias al cielo que ellos no tocaron el tema de mi borrachera con Britany.
Lucius estaba somnoliento, dijo que había trasnochado jugando en su Xbox. Nick estaba muy alegre, su hermano vendría de Nueva York ya que estaba de vacaciones por siete días e iba a pasarlo junto a su familia. Kent era muy culto, guapo y animado, tenía su lado serio también, pero muy pocas veces lo vi; aunque Nick decía que su hermano siempre le regañaba eso no hacía que él lo dejara estimar.
Kent era cuatro años mayor que Nick y los pocos saludos que habíamos cruzado fueron suficiente para darme cuenta que era una persona amable.
Luego de que Nick alabase a su hermano, Milton sacó de su mochila un pequeño recipiente de vidrio transparente, eso contenía una muestra de su, según él, delicioso mousse de chocolate. Nosotros ni cortos de perezosos nos lanzamos hacia él.
Yo ya no me había sentado al lado de Milton y tampoco eso importaba. Ya me había dado cuenta que estando a su derecha o izquierda, atrás o al frente, él no me notaría.
— ¡Delicioso! —Afirmó Nick.
— Yo ya estoy cansado de eso —gruñó Lucius—. Ayer él hizo una tonelada de mousse hasta que le saliera rico. Yo me comí todas las sobras.
Missi comentó algunos consejos para que a Milton le saliese mejor la próxima vez que lo preparase.
— ¿Y qué se te dio por preparar un postre? —Le pregunté— ¿No me digas que es el cumpleaños de Lucius?
— No —respondió él—. Lo hice porque quise.
— Ah, ya...
Milton estaba tenso e inquieto ni siquiera me miraba a los ojos. Los chicos degustaban el postre sin prestarle atención al estado de ánimo de Milton, pero yo si lo tenía muy en cuenta. Demasiado.
Terminó el recreo y regresamos a nuestras aulas. Todo estuvo tranquilo, le conté a Nick que estaría castigada por dos meses, por mi gran hazaña del sábado. Nick se burló de mí por ser tan poco tolerante al alcohol por eso le pedí que por favor fuera a visitarme en la tarde a mi casa, estaría muy aburrida. Sin embargo, yo había olvidado que él tenía prácticas de fútbol y no podía este lunes.
A la hora de salida, Lucius, Milton y Missi estaban fuera, en el estacionamiento, parecían esperar a alguien.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó Nick.
— Estamos esperando a Sherman —respondió Missi.
Nos despedimos de ellos a los segundos, ya que yo tenía que ir directo a casa y Nick debía irse a la suya a prepararse para la tarde. Esta vez fui caminando.
El día estaba nublado, así que corrían leves corrientes de aire y hacían flotar mi cabello por momentos, como no había muchos transeúntes yo iba tarareando canciones y una que otra vez giraba como si fuese una bailarina de ballet y luego de hacer eso me reía como loca.
En una de mis vueltas, llegué a parar casi cerca del borde de la acera, y el sonido de un fuerte motor me asustó, obligando a que corra hacia un costado a ponerme segura. El culpable de ese desagradable ruido, fue nada más y nada menos que Milton, quien estacionó su motocicleta y bajó de ella rápidamente.
Él se acercó a mí un poco agitado. Mi corazón comenzó a acelerarse tanto como podía lograr correr esa moto.
— Debo hablar contigo —dijo sacándose el casco de la cabeza.
— Lo sé —contesté—. Yo también quiero hablar.
Mentira, no quería hacerlo, quería huir.
Cada vez que Milton me mostraba su rostro vulnerable, temía. No me imaginaba lo que él podía estar sintiendo. ¿Dolor? ¿Compasión? ¿Tristeza?
En esos momentos se transformaba de rottweiler a una perro chihuahua.
— Nunca quise que te sintieras mal o por un u otro motivo salgas herida —empezó a hablarme con suavidad y culpa—. Yo no soy un chico que sepa lidiar con esto, bueno, relaciones y esas cosas, y con una chica como tú...
— ¿Cómo yo? —le interrumpí con una poco de molestia porque para mí fue despectivo lo que dijo— ¿Cómo son las chicas como yo?
Crucé mis brazos y esperé su respuesta.
— Me refiero... A una chica pues... ¡Como tú! Dulce, tonta, inocente, demasiado inocente diría, torpe, bonita, tímida, tonta...
— Me acabas de decir tonta y torpe —espeté frunciendo el ceño.